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Partido Comunista de Cuba despide el año con San Fidel y guión de Raúl Castro para caída de dictaduras

Díaz-Canel y Marrero Cruz fueron obviados por Granma en su última portada del año.

Raúl Castro en una de sus recientes apariciones públicas © Screenshot
Raúl Castro en una de sus recientes apariciones públicas Foto © Screenshot

Este artículo es de hace 3 años

El Partido Comunista cerró el año encomendándose a San Fidel y con un guión de Raúl Castro Ruz para actuar en la caída de dictaduras, según la portada de Granma, que obvió a Díaz-Canel y Marrero Cruz, que han desperdiciado otra ocasión para dar la cara al empobrecido y noble pueblo cubano en la crisis terminal del tardocastrismo.

"Durante este año tan tenso, tan difícil, en que tuvimos que enfrentar la COVID-19 y una ofensiva imperial sin precedentes, Fidel nos ha estado acompañando", asegura Granma, que califica de "admirable" la respuesta a la pandemia, en medio del peor rebrote de coronavirus que ha obligado a semicerrar Cuba a partir de este viernes y al doctor Durán a comparecer en sesión extraordinaria.

El presidente Díaz-Canel y el primer ministro Marrero Cruz han evitado dar la cara ante los cubanos y asumir de una vez sus responsabilidades políticas e institucionales en víspera del paquete neoliberal mal diseñado por la casta verde oliva y enguayaberada, que ha tenido que ser corregido antes de su entrada en vigor y obligado a los medios de prensa anticubanos pagados por el partido comunista a explicar lo inexplicable.

Cuando Díaz-Canel y Marrero Cruz intentan esconderse detrás de Fidel y Raúl Castro Ruz solo consiguen demeritarse a los ojos de los ciudadanos y de sí mismos porque fueron designados para gobernar y apostar por el futuro y no para usar a la generación histórica como paraguas ante la inclemente realidad que golpea a los cubanos, especialmente a los más empobrecidos por el comunismo de compadres.

Los portazos de la dictadura e intentos de linchamiento civil contra opositores, activistas, medios y periodistas independientes conducen a una callejón sin salida que perjudica a Cuba porque su mal gobierno no se atreve a asumir en el ámbito oficial lo que es normal en el ámbito de la calle y entre la mayoría de los cubanos, que ya aprendieron la amarga lección de que la familia y la amistad están por encima de condicionamientos políticos.

El enfoque maniqueo de que la virtud solo habita en el tardocastrismo y los constantes intentos de descalificar y asesinar la reputación de quienes discrepan de discurso y recetas desfasadas y erróneas, solo ahondan la brecha entre gobernantes y gobernados, que siempre se llevan la peor parte por el aferramiento tardocastrista al poder a cualquier precio.

La intención continuista de convertir a Fidel en el Espíritu Santo y a Raúl en San Juan Bautista choca frontalmente con la emoción de la mayoría que anhela vivir en libertad y con prosperidad en una Cuba que se parezca más a los cubanos anónimos, incluidos su generosa emigración, que a la minoría asustada que se retroalimenta de sus propias mentiras e insultos, como ocurre en esas casas, donde quebrada la autoridad de los padres, cada vez hay que gritar más alto para fingir orden.

Como todo acto fallido, el Partido Comunista de Cuba, que sigue sin entender porque su mensaje no cala en los cubano, apela a la ridiculez este 31 de diciembre, cuando Granma sin proponérselo, confirma por donde le entrará el agua al coco tardocastrista, aunque para ello haya tenido que usar un testimonio remoto del General de Ejército Raúl Castro Ruz, degradado a coronel Aureliano Buendía:

(...) Inmediatamente después, arranqué el retrato de Batista, lo alcé sobre mi cabeza, delante de los oficiales, di el grito: ¡Viva la Revolución!, y estrellé el retrato del tirano contra el suelo. Todos los oficiales del Ejército, la Marina y los principales jefes de la Policía que también se encontraban allí, al unísono dieron un estentóreo: ¡Viva la Revolución!, en contestación al mío. El oficial que estaba a mi lado sobre el buró, todavía tenía el retrato de Tabernilla en sus manos, me miraba sin saber qué hacer, y fue entonces cuando le pregunté: ¿Qué pasa, viejo? Comprendió, y también tiró contra el suelo el retrato de su antiguo general.

Fina estampa, Don Raúl, fina estampa; lástima que sus asalariados, empeñados en mostrar su incapacidad y cobardía, hayan amargado su fin de año y amenacen con seguir jodiendo la pita hasta más allá de su próxima jubilación, en el año chino del Búfalo, cuando Díaz-Canel insistirá en consultarle todo lo trascendente, con lo fácil que sería que dialogara más con todos los cubanos dolientes de pobreza y desigualdad.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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