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Raúl Castro se fue a bolina

Raúl Castro no hizo autocrítica por la actual crisis cubana, que sigue achacándosele al enemigo imperialista, ni mensaje de condolencia y solidaridad con la familia de los casi 500 cubanos fallecidos por coronavirus y los actuales enfermos hospitalizados.

General de Ejército Raúl Castro Ruz © quien.net
General de Ejército Raúl Castro Ruz Foto © quien.net

Este artículo es de hace 2 años
Si uno es comunista y buena gente, pero no da resultados en su trabajo, el partido tiene derecho a pedirme el carné

. Raúl Castro Ruz, febrero de 1987.

Raúl Castro Ruz asumió su derrota ante Estados Unidos, reconoció que en el seno del tardocastrismo habitan "ingenuos" reformistas y ordenó continuar fortaleciendo la defensa, durante la lectura de su último informe como máximo dirigente del Partido Comunista de Cuba (PCC).

El General de Ejército -que pasará a ser "un militante con el pie en el estribo"- reconoció, sin nombrarlo, que las medidas de la administración de Donald Trump pusieron a su régimen con el agua al cuello, hostilidad que persigue "provocar un estallido social", uno de sus temores atávicos desde la Primavera Árabe y el asesinato de Muamar El Gadafi, al tiempo que pidió a Joe Biden, sin mentarlo tampoco, un diálogo que respete la independencia y soberanía de Cuba, como si creyera que el mandatario norteamericano olvidó su desprecio al gobierno del que era vicepresidente.

El otro mensaje político de su discurso fue para los reformistas, identificados como "cuadros ingenuos", que abogan por cambios estructurales en la economía, incluida la propiedad privada, tildándolo de enemiga del pueblo, al que la revolución deberá seguir sirviendo mediante la preservación del ruinoso monopolio estatal comunista.

Raúl Castro recordó que Cuba sufre una guerra económica y ordenó que se siga fortaleciendo la defensa, que implicará al menos mantener el actual presupuesto bélico y el impopular servicio militar obligatorio, junto a movilizaciones periódicas para que "cada cubano tenga un medio" de defensa de la revolución, sin admitir el desgaste de esta y otras consignas y el daño que ocasiona el desvío de recursos económicos para una guerra imaginaria y útil -durante años- para exacerbar el nacionalismo emocional.

Al menos en la versión difundida públicamente por la televisión cubana no se apreció autocrítica por la actual crisis cubana, que sigue siendo culpa del enemigo imperialista, ni mensaje de condolencia y solidaridad con la familia de los casi 500 cubanos fallecidos por coronavirus y los actuales enfermos hospitalizados.

Castro, que aparenta estar en buena forma física a sus casi 90 años, compareció vestido de General de Ejército ante un Palacio de Convenciones semivacío por el azote del coronavirus; y se despidió como Primer Secretario del PCC traicionando su propia vocación reformista, desplegada en sus primeros años de mandato, cuando despenalizó la emigración y la compra venta de casas y vehículos, ensanchó los estrechos márgenes de la propiedad privada, incluidos pequeños negocios; para acabar pareciendo un Fidel profetizando plagas capitalistas a diestra y siniestra.

El comunista cubano que restableció las relaciones diplomáticas con Estados Unidos y recibió en La Habana a Barack Obama, acabó devorado por sus propios miedos, la ancestral desconfianza de gallero viejo y la amargura de saber que -pudiendo navegar con el viento a favor, el apoyo de Estados Unidos y sus aliados, que condonaron millonarias deudas; y asistiendo a la ilusión colectiva; cambió el rumbo para meterse en una galerna que ha descuajeringado a Cuba y dejado a los cubanos a la intemperie.

Ya sabíamos que Raúl no relevó a Fidel para instaurar la libertad y el capitalismo, pero si al menos hubiera procurado un vaso de leche y un buchito de café; ahora no tendría que estar calculando por qué estribo montaría mejor al caballo, teniendo un pie más corto que otro, y podría pasear, del brazo de su hermana Emma, por Yucatán, beber vino del año en cualquier bar de París, intentar una pollona de dominó en cualquier esquina y apostar a su gallo favorito, mientras le llega la hora de subir a reposar en Mícara, junto a Vilma, que nunca creyó en que los muertos salen.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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