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Cubano protege una colonia de pelícanos migrantes en una playa de La Habana

Un cubano de 62 años se ocupa durante seis meses al año de la alimentación, cuidado y protección de un grupo de pelícanos que migran a Playa Guanimar

Leonardo Carrillo (i) y Pelícano en Playa Guanimar (d) © Collage YouTube/screenshot-Taira Fuentes
Leonardo Carrillo (i) y Pelícano en Playa Guanimar (d) Foto © Collage YouTube/screenshot-Taira Fuentes

Este artículo es de hace 2 años

GUANIMAR, Cuba, 3 jun (Reuters) - "Michel el noble" y "Panchito el cariñoso" son algunos de los nombres con que Leonardo Carrillo ha bautizado a los pelícanos que cada año emigran a una playa del sur de La Habana, muy cerca de su cabaña de madera en la costa y a los que considera casi sus hijos.

La migración ocurre cada mes de mayo desde hace dos décadas en playa Guanimar, donde alrededor de 100 pelícanos pardos llegan en diciembre para pasar los meses de invierno y refugiarse en el Caribe huyendo de las bajas temperaturas. Luego regresan al norte para el verano.

"Ellos vienen del Norte para acá porque ellos son débiles al frío. En Estados Unidos hay mucho frío, entonces emigran para todo el Caribe, vienen a finales de diciembre y están aquí conmigo seis meses", explicó Carrillo, de 62 años, en declaraciones a Reuters.

Huéspedes en los alrededores de una costa fangosa por casi seis meses, los pelícanos pueden verse entre acantilados rocosos, manglares y sitios donde hay árboles cercanos a la costa. Para Carrillo, que se preocupa de su alimentación, cuidado y protección, son su desvelo diario.

Los pelícanos pardos, una de las ocho especies que existen, son aves de color gris con un pico largo y una bolsa en la garganta elástica que usan para capturar peces.

"Hay algunos que les pongo nombre y los conozco. Aunque pueden parecer todos iguales, en realidad tienen características diferentes", dijo Carrillo.

Si bien los pelícanos pueden alimentarse solos, Carrillo dice que recolecta restos de alimentos en el vecindario del pueblo y, además, los cura si tienen heridas causadas por los anzuelos de los pescadores.

"Me gusta cuidarlos porque son aves nobles y cariñosas", dijo, y mostró cómo alcanzan los alimentos directamente de su mano mientras se mantiene parado en un pequeño bote previo a saltar a los manglares cercanos o a la costa.

Carrillo trabajaba en una empresa pesquera estatal pero desde que cerró hace ocho años ha subsistido con labores ocasionales como la venta de hielo y las remesas que ha recibido de su familia en EE.UU.

"Me siento muy sólo cuando los pelícanos se marchan. Cuando salen volando al aire me cae una tristeza y un desespero porque llegue nuevamente noviembre. Son prácticamente mis hijos y algo me falta diariamente cuando no están", dijo.

Carrillo, quien vive solo, tiene tres hijos y cinco nietos, pero en los últimos tiempos no ha podido verlos debido a la pandemia. Sin embargo, se mantiene en actividad al alimentar a sus pelícanos tres o cuatro veces al día, algo difícil en los momentos que atraviesa el país, con gran escasez de producto sbásicos.

"Mientras viva, los seguiré cuidando", concluyó.

(Reportes de Reuters TV y Alexandre Meneghini. Escrito por Nelson Acosta. Editado por Javier López de Lérida)

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