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Siro, obispo de pobres que repensó la Iglesia cubana y mantuvo en vilo al Partido Comunista

Siro promovió su Santísima Trinidad frente a la barbarie, sin alzar la voz, con la delicadeza inteligente de los campesinos cubanos, portadores de virtudes rara avis: honradez, coherencia, respeto y fraternidad.

Monseñor José Siro González Bacallao © Facebook / Cáritas Pinar del Río
Monseñor José Siro González Bacallao Foto © Facebook / Cáritas Pinar del Río

Este artículo es de hace 2 años

José Siro González Bacallao (Cadelaria, 1930 - Mantua, 2021) obispo de pobres, que puso a la Iglesia Católica a pensar y mantuvo en vilo al castrismo con iniciativas como el Centro de Formación Cívica y Religiosa de Pinar del Río, la revista Vitral y la Hermandad de presos, entre otras iniciativas que generaron incomodidad en el poder y contaron con el apoyo del entonces Nuncio en Cuba, Monseñor Beniamino Stella.

El Centro de Formación Cívica y Religiosa fue la respuesta más inteligente a la Batalla de ideas, promovida por el presidente Fidel Castro Ruz que, persuadido por su fe leninista de supuesta superioridad moral, encontró en aquel obispo de Pinar del Río una reflexión cubanísima, persuadido de que la nación es de todos y no de un monólogo totalitario, aunque resulte popular.

En Vitral encontraron aliento y espacio intelectuales marginados por su falta de genes revolucionarios y escaso compromiso con el poder absoluto, pero Monseñor González Bacallao no cayó en la trampa de dar cabida al estruendo aniquilador de recién conversos, sino que cuidó el contenido de la publicación, como parte de su valiente y constante evangelización, poniendo en jaque a comunistas y conservadores de la iglesia cubana.

Los empobrecidos y desamparados, desde Guanajay hasta el Cabo de San Antonio, sabían que podían contar con su pastor que, habiendo hecho votos de pobreza, jamás comulgó con la práctica totalitaria de reducir los ciudadanos a súbditos, en nombre de una politizada humildad.

La Hermandad de ayuda al preso y sus familiares, un servicio vital para las víctimas y sus familias en plena crisis de los años 90, soliviantó al poder desprovisto de la sensibilidad necesaria para afrontar una apuesta ecuménica, basada en la humanidad, la vocación de servir y el compromiso con quienes más sufren.

Siro promovió su Santísima Trinidad frente a la barbarie, sin alzar la voz, con la delicadeza inteligente de los campesinos cubanos, portadores de virtudes rara avis: Honradez, coherencia, respeto y fraternidad, descolocando el fervor estridente del gobernante partido comunista y su Oficina de Atención a los Asuntos Religiosos, encargada de tirar de las orejas a obispos y curas descarriados de la doctrina dominante, que acaba de romperse por la rebelión del 11J.

La sutileza de Siro era su mejor arma, como demostró eligiendo el pueblo de Mantua para su jubilación activa y llena de amor fecundo por Cuba, que pierde a uno de sus mejores pastores, cuando más necesita de hombres convencidos, como Rilke, de que un Dios que revela su fuerza, carece de sentido.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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