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15N: Palomas para el epílogo revolucionario

Nada nuevo bajo la noche represiva de la casta verde oliva, que en 1959 cesanteó a los maestros que habían sido candidatos por diferentes partidos políticos -excepto el PSP- en los comicios de 1954; y en 1989 decretó dos semanas de carnavales ininterrumpidos, con abundancia de ron y cerveza, tras fusilar a Ochoa, La Guardia, Padrón y Martínez.

Fidel Castro y Camilo Cienfuegos, el 8 de enero de 1959, en La Habana © Jorge Oller
Fidel Castro y Camilo Cienfuegos, el 8 de enero de 1959, en La Habana Foto © Jorge Oller

Este artículo es de hace 2 años

Triste epílogo para una revolución que llegó a La Habana con palomas blancas posándose en los hombros del líder y ahora usa a delincuentes para arrojar tórtolas decapitadas en el portal de la casa familiar de Yunior García Aguilera, al que la dictadura acaba de cesantear, como hizo con maestros cubanos en 1959 por haber sido candidatos a las elecciones promovidas por el batistato.

Según el manual del tardocastrismo, el bloqueo norteamericano es criminal porque intenta rendir por hambre al pueblo cubano; lo mismo que hace ahora la dictadura -casi único empleador en Cuba- contra el dramaturgo y líder de Archipiélago; y como ya hiciera con otros activistas de los movimientos San Isidro, 27N; llegando a presionar incluso a los dueños de casas alquiladas a opositores para que desalojen a sus inquilinos.

Fidel y Raúl Castro Ruz asaltaron los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, pero sus padres no sufrieron represalias por la conducta delictiva y violenta de dos de sus hijos; y Monseñor Enrique Pérez Serantes salvó sus vidas, a petición de Lina Ruz y Ángel Castro, que prosiguieron llevando sus rentables negocios con normalidad, aunque angustiados por sus vástagos.

Yunior García Aguilera solo convocó una marcha pacifica, es un ciudadano respetuoso de las leyes y un intelectual reconocido, pero si no lo fuera, su familia no tendría que pagar las consecuencias de sus actos, como ocurre diariamente, desde que tomó la decisión de intentar una Cuba con todos y para el bien de todos.

Nada nuevo bajo la noche represiva de la casta verde oliva, que en 1959 cesanteó a los maestros que habían sido candidatos por diferentes partidos políticos -excepto el PSP- en los comicios de 1954; aún no habían ocurrido los bombardeos del 15 de abril de 1961, la invasión de Bahía de Cochinos, la Crisis de Octubre ni la guerra civil del Escambray; Fidel Castro había sido recibido con honores en Washington y el mundo aplaudía la gesta; pero el nuevo hombre fuerte iniciaba la más terca y prolongada depuración ideológica de la historia de Cuba.

En paralelo al machaque de Yunior y su familia, Gaesa surtirá las tiendas en dólares norteamericanos y el gobierno de La Habana anunció un festival cultural para contrarrestar el 15N; una vez fracasadas el resto de maniobras orquestadas, incluida la transmisión en directo por RT y Telesur de la emboscada tendida al líder de Archipiélago, a su salida de la fiscalía, donde fue advertido que caerán sobre ellos, siete plagas bíblicas.

El pretexto de las autoridades provinciales es la celebración del 502 aniversario de La Habana, una ciudad diezmada por el general deterioro comunista, el empobrecimiento, la desigualdad y el coronavirus; que poco tiene que celebrar a estas alturas de la tragedia que la asola; incluidas masivas colas para comprar alimentos y medicinas.

Tampoco es novedad en el historial castrista que, en 1989, fusiló a los cubanos Arnaldo Ochoa, Tony de la Guardia, Amado Padrón y Jorge Valdés por supuestos actos hostiles contra un estado extranjero y, seguidamente, decretó 15 días ininterrumpidos de carnavales, con abundante cerveza y ron.

El uso de la culpa judeo-cristiana es una constante en el chantaje emocional del castrismo hacia cubanos y extranjeros, incluidos detalles sobre la intimidad de las personas, porque la dictadura es, al mismo tiempo, padre generoso que premia la abyección con limosnas materiales y vista gorda de debilidades ajenas, siempre que convenga; y Torquemada que condena al infierno a las ovejas descarriadas.

En casi 63 años, la razia comunista no reconoce un adversario virtuoso, siquiera normal; todos son malos, inmorales, ambiciosos, retorcidos y mercenarios.

Menos mal que el Apóstol no llegó a morirse en el año de su centenario y ahora deambula entre el Palacio de la Revolución y el elitista reparto Siboney; angustiado por obscenos privilegios y la furia miedosa de cobardes decapitadores de palomas, que desdeñan el arroyo de la sierra y viven asustados al cobijo de Raúl Castro, fusilador de la Loma de San Juan y de intelectuales pero, que temeroso del embullo Obama, retrocedió a su condición de bellaco segundón.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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