El gobierno cubano está viviendo uno de sus fines de semana más dramáticos por su miedo a una sublevación popular, la improvisación constante en temas de Estado, como retirar y devolver credenciales a la agencia EFE en menos de un día, y la inmadurez crónica del presidente Miguel Díaz-Canel, que da órdenes de combate y se esconde en una pueril pañoleta roja.
La imagen de Yunior García Aguilera, tras las persianas, un hombre solo, pero admirado por millones de cubanos; frente a las turbas comunistas, que han ocupado varias manzanas a la redonda del domicilio del dramaturgo, solo confirma la extrema debilidad del gobierno cubano y su endeble presidente.
Los cubanos que por convicción o comprometimiento integran las maoístas Brigadas de Respuesta Rápida, deben saber que su actitud no solo es despreciable, sino también delictiva.
Muchos cubanos y el mundo no se van a creer, ni borrachos, que Cuba vive un momento panglosiano, animado por cantatas revolucionarias y selfies infatiloides; cuando los ciudadanos empobrecidos carecen de libertad, comida y medicamentos; y Díaz-Canel salta de una improvisación a otra, cual conejo asustado.
Un presidente debe evitar siempre el infantilismo y la frivolidades, sobre todo, cuando su figura está cuestionada interna y mundialmente, incluido el bloque reformista agazapado en la dictadura inviable, que ya identifica a Miguel Díaz-Canel como el mayor peligro para sus intereses, que pasan por una salida pacífica que los ponga a salvo de una Primavera cubana y no quieren acabar como Nicolae Ceacescu y Muamar el Gadafi.
El descomunal despilfarro de escasos recursos estatales en la movilización contra la marcha del 15N es la mejor constatación del fracaso tardocastrista, que ni vence ni convence porque está agotado, con un presidente poseído por el espíritu de Peter Pan; y se ha visto obligado a una estruendosa marcha atrás con España, tras el despojo totalitario de las credenciales a la corresponsalía de la agencia EFE, cediendo ante la reacción contundente de Madrid, que no quedó satisfecha.
Si el gobierno vive tan seguro de la simpatía y aprecio que despierta en los cubanos, ¿porqué no dejó marchar a Yunior García Aguilera desde el parque del Quijote hasta el Malecón; tanto miedo le infunde un hombre solo, armado con una rosa blanca?
Díaz-Canel vive huyendo de si mismo desde que llamó a una guerra civil entre cubanos, el 11 de julio; y ahora no ha tenido peor ocurrencia que esconderse tras una pañoleta y camiseta rojas, con la imagen de Ernesto Guevara, viva estampa del fracaso revolucionario; mientras manda a turbas paramilitares a cercar la casa de Yunior García Aguilera para impedirle salir; todo ello en pleno siglo XXI.
Manipular a jóvenes, adolescentes y niños es recurso habitual de las dictaduras, que presionan a padres y demás familiares con hambre y cárcel, asi que la pantomima de Díaz-Canel este domingo, perdiendo el tiempo político y personal en el Parque Central alcanzó cotas de ridículo espantoso y aumenta su desprestigio institucional y público.
Los graves problemas de Cuba no se resuelven con tánganas, sino promoviendo cambios democratizadores perdurables y un diálogo nacional sin exclusiones; persistir en el error puede provocar una indeseable ola de violencia y la apuesta de la casta verde oliva es ganar tiempo a ver si ocurre un milagro y llueve café en el campo; cuando la nación reclama libertad política, pan y justicia; metas inalcanzables para el comunismo de compadres.
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