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El sacerdote Alberto Reyes Pías, una de las voces de la Iglesia católica críticas del régimen dictatorial de Cuba, afirmó este martes que no se ha marchado del país ni tiene intenciones de hacerlo.
Reyes respondió así a interrogantes frecuentes acerca de si salió de la isla: “Me ha estado preguntando mucha gente si me he ido de Cuba. Eso me sorprende. No me he ido, ni tengo la más mínima intención de hacerlo”, aseguró en una publicación en Facebook, red social que utiliza de manera habitual para realizar profundas reflexiones sobre la realidad del país y transmitir mensajes de aliento al pueblo cubano ante las penurias que padece a causa de las fallidas políticas gubernamentales.
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Las palabras del párroco de la arquidiócesis de Camagüey recibieron de inmediato el apoyo de decenas de sus seguidores y feligreses, quienes lo calificaron de “valiente cubano” y “orgullo de los católicos”, exaltaron la meridiana claridad de los análisis que publica en redes y le expresaron admiración y respeto por su postura y labor sacerdotal.
El primer día de 2025, Reyes compartió un texto donde expuso una visión de futuro para Cuba en el año recién iniciado, y expresó su esperanza de que llegue el momento en que nadie quiera irse del país.
Inspirado en la célebre frase del reverendo Martin Luther King Jr.: “Yo tengo un sueño”, el sacerdote señaló que Cuba necesita un cambio radical hacia la libertad, la prosperidad y la reconciliación, y que sea un país de “donde nadie quiera irse y donde todos quieran venir a vivir”.
Reyes hizo un llamado a la esperanza y confesó su sueño de una Cuba donde un día la miseria y la escasez sean cosa del pasado, y la alegría y el progreso formen parte del día a día.
Imaginó también un país libre de presos políticos, donde las madres y esposas no tengan que enfrentarse a la violencia por exigir libertad para sus seres queridos; y manifestó su anhelo de un sistema de justicia basado en el respeto y no en la represión, donde la libertad de expresión sea una realidad y todos puedan participar en el debate público sin temor.
Hace unos días, el padre se pronunció sobre la excarcelación de 553 presos políticos en Cuba, anunciada por el régimen castrista tras negociaciones con Estados Unidos con la mediación del Vaticano, y cuestionó el “chantaje” de las autoridades cubanas al usar a los prisioneros como moneda de cambio “a favor de la continuidad del mal”.
“Para empezar, el encarcelamiento por motivos políticos es una violación de la libertad personal de los individuos. De hecho, no debería haber presos políticos, pero usarlos como mercancía es no reconocer no sólo su derecho a la libertad de expresión sino su propia dignidad, su propio valor como personas”, sostuvo.
El párroco planteó varias interrogantes a raíz del anuncio de la medida: “¿Qué pasará con los que no serán excarcelados? Si en realidad esto responde a 'un gesto de buena voluntad', ¿por qué no se hace lo mismo con todos? Me pregunto, además, ¿qué va a pasar con los que han salido? ¿Se les condicionará a irse del país, quieran o no?, ¿se les permitirá reincorporarse pacíficamente a la sociedad, o se les hará la vida imposible?”.
En un texto puntual y certero, el eclesiástico instó al gobierno cubano a “reconocer el derecho de los ciudadanos a expresar públicamente sus criterios, incluso si dentro de esos criterios está su deseo de un cambio de sistema”, “dejar de reprimir y de ejercer violencia sobre aquellos que decidan manifestarse pacíficamente por cualquier medio” y “reconocer el derecho de este pueblo a la diferencia de opciones políticas, al sano pluripartidismo, y a la posibilidad de definir en las urnas el sistema político que se prefiera elegir”.
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