La jornada del 20 de mayo marcó un punto crítico en la crisis energética que vive Cuba. Mientras la Unión Eléctrica (UNE) pronosticaba una afectación superior a los 1,700 MW, los reportes ciudadanos confirmaban lo que muchos temían: el apagón es ya un fenómeno nacional, prolongado, sin horarios definidos y sin respuestas claras por parte del régimen.
Desde las primeras horas del día, miles de cubanos compartieron en redes sociales su desesperación, agotamiento y rabia. La tónica de los testimonios fue unánime: largas horas sin electricidad, noches enteras sin poder dormir, alimentos echados a perder, mosquitos, calor y cero información oficial concreta.
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Apagón sin fronteras: Provincias al límite
Aunque la afectación se extiende por todo el país, los reportes indican que las provincias más golpeadas han sido Villa Clara, Cienfuegos, Camagüey, Granma, Ciego de Ávila, Las Tunas, Holguín, Artemisa y Santiago de Cuba.
En Villa Clara, municipios como Remedios, Sagua la Grande, Camajuaní y Caibarién reportaron apagones de entre 18 y 30 horas, a menudo sin programación ni aviso, según recogió CiberCuba en los comentarios a una encuesta realizada en Facebook y Telegram.
En Cienfuegos, Palmira, Aguada de Pasajeros y Cruces también denunciaron cortes diarios de más de 20 horas. En Granma, desde Yara hasta Manzanillo y Bayamo, los apagones son tan largos que muchos solo reconocen “momentos de luz” como excepción, no la regla.
Camagüey no se queda atrás: en Florida, Guáimaro, Esmeralda y el propio municipio cabecera, los reportes hablan de solo 2 a 3 horas de corriente por día. En Ciego de Ávila, desde Bolivia, Chambas y el circuito 59 de Trinidad, la situación es descrita como un infierno: noches enteras sin electricidad y con temperaturas superiores a los 30 grados.
En Holguín y Las Tunas, poblados como Moa, Antilla, Rafael Freyre, San Manuel y Manatí enfrentan jornadas consecutivas sin electricidad. En Guantánamo, Baracoa, San Antonio del Sur y Caimanera, los comentarios refieren más de 24 horas sin luz, sin gas y sin agua.
En Artemisa y Pinar del Río, los apagones también son permanentes: en Guira de Melena y San Cristóbal, se habla de “alumbrones” de apenas 2 horas, y en Bahía Honda, la falta de electricidad impide incluso el bombeo de agua para los edificios.
En La Habana, aunque con menor intensidad, también se reportaron cortes en San Miguel del Padrón, Marianao, Cerro, Diezmero y Playa, en algunos casos de hasta 12 horas acumuladas. Aun así, la capital sigue siendo una de las pocas zonas del país con cierto privilegio en la distribución del servicio.
Mosquitos, enfermedades y colapso doméstico
Más allá de la oscuridad, lo que reina es la desesperación. En todas las provincias, los testimonios coinciden: los niños lloran por el calor y las picaduras, los ancianos no pueden descansar, las madres no logran cocinar ni conservar los alimentos.
No hay tiempo para enfriar una nevera ni calentar una comida, y los ventiladores son ya piezas decorativas.
Se denuncia la proliferación de mosquitos en medio de brotes de dengue, enfermedades respiratorias agudizadas por la falta de descanso y el uso prolongado de fogones improvisados con carbón o leña.
“Nos están matando lentamente”, escribió una usuaria desde Mayabeque, donde los apagones también superan las 20 horas.
En zonas rurales, el impacto es aún más profundo: la falta de electricidad impide el abastecimiento de agua, y muchas familias deben cargar cubos desde pozos, cisternas o arroyos cercanos. En edificios altos, esto significa subir escaleras con peso, en condiciones de calor extremo.
Un país agotado y sin respuestas
La sensación generalizada es de abandono, burla y crueldad institucional. Muchos cubanos aseguran que no creen más en los partes diarios de la UNE, que hablan de “afectaciones programadas” mientras la realidad supera con creces cualquier planificación.
Se menciona que mientras la población se desvela, los dirigentes disfrutan de electricidad continua, aire acondicionado y refrigeradores llenos.
También hay quien critica las “multitudes felices” del pasado Primero de Mayo, señalando que esas imágenes sirvieron como excusa para mantener el statu quo y justificar ante el exterior una normalidad que no existe. “Ahora pagamos el desfile con más apagones”, dijo una residente desde Santiago de Cuba.
Entre la desesperanza y el sarcasmo, los cubanos han acuñado un nuevo término para describir su rutina: “alumbrones”, en lugar de apagones. Porque lo normal ya no es tener electricidad, sino verla fugazmente.
En pleno 2025, Cuba vive en la penumbra física, económica y política. Y lo peor, para muchos, es que no se vislumbra un final.
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