Cubadebate responde a Rojas y lanza advertencia contra el "diálogo": El régimen no tolera ni su propia ambigüedad

El comunista español Carlos González Penalva actuó como portavoz del dogmatismo oficialista, disfrazado de analista político y experto en comunicación y redes sociales. "No hay diálogo inocente cuando el guion lo escribe el adversario", sentenció el palmero del régimen cubano.

Carlos González Penalva e Israel Rojas © Facebook / Carlos González Penalva - Captura de video YouTube / La Joven Cuba
Carlos González Penalva e Israel Rojas Foto © Facebook / Carlos González Penalva - Captura de video YouTube / La Joven Cuba

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La reciente entrevista de Israel Rojas en La Joven Cuba, donde el líder de Buena Fe habló de reconciliación, diálogo y la posibilidad de un indulto a algunos presos del 11J, no solo desató una ola de críticas y escepticismo entre la sociedad civil cubana, sino que también activó una rápida respuesta del aparato ideológico del régimen.

Esta llegó a través de un artículo publicado en Cubadebate y firmado por el comunista español Carlos González Penalva, quien actúa como portavoz gozoso del dogmatismo oficialista, disfrazado de analista político y experto en comunicación y redes sociales.

Titulado ‘La trampa de la equidistancia’, el texto no solo intenta desacreditar a La Joven Cuba, sino que lanza una advertencia velada a figuras como Rojas y a cualquier intento de diálogo con sectores fuera del control del Partido Comunista.

La operación ideológica es clara: aunque Rojas no cuestionó directamente al régimen, su simple aparición en un espacio crítico e independiente fue vista como una concesión peligrosa. González Penalva, en nombre de la pureza revolucionaria, se encarga de recordar que incluso los matices serán vigilados.

Una falsa apertura controlada

La contradicción entre el tono falsamente conciliador de Israel Rojas y la reacción dogmática de Cubadebate no es casual, sino parte de una estrategia más amplia del régimen cubano, que pretende prolongar el feroz dominio que durante décadas ha tenido de la conversación pública, simulando una "apertura" al debate en redes sociales y espacios independientes.

Ambos discursos, aunque parecen opuestos, cumplen funciones complementarias: Rojas ofrece una cara más amable y “dialogante”, útil para lavar la imagen del gobierno ante una sociedad harta de represión; González Penalva, desde Cubadebate, actúa como la voz dura que señala los límites del disenso permitido.


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El sinvergüenza simula apertura; el colonizador ideológico marca la línea roja y levanta los estandartes de un dogma del cual se presume paladín. En realidad, lo que molesta al régimen no es el contenido de lo dicho por Rojas —que fue cuidadosamente ambiguo y tibio—, sino el escenario desde el cual lo dijo: un medio independiente al que muchos le atribuyen orígenes estratégicos diseñados por la propia Seguridad del Estado totalitario.

Como señaló González Penalva, en tono inquisitorial, “en política [...] no hay diálogo inocente cuando el guion lo escribe el adversario”. En otras palabras: el problema, en apariencia, no es lo que digas, sino dónde y con quién lo digas. Para el oficialismo y sus palmeros, todo lo que escape al control directo del Estado es potencialmente contrarrevolucionario.

La "equidistancia" como herejía

Con retórica gramsciana mal digerida, González Penalva acusó a La Joven Cuba de escenificar una falsa simetría entre “asediado y agresor”, y de ser parte de una supuesta estrategia internacional para vaciar de contenido "revolucionario" el espacio público cubano.

El término clave de su ataque es “equidistancia”, a la que define como una forma de “contrarrevolución blanda”, revestida de pluralismo y tolerancia, pero funcional al desmontaje del socialismo.

Este discurso es, en sí mismo, profundamente autoritario: impugna no ya al enemigo abierto, sino al matiz, a la duda, a la conversación. Para González Penalva, la crítica solo es legítima si ocurre “dentro del proceso revolucionario”.

Y por “dentro” no se refiere a una pertenencia cultural o identitaria, sino a una sumisión política al Partido Comunista. Lo que se plantea no es un debate ideológico, sino una exigencia de fidelidad incondicional.

La paradoja es que este tipo de posiciones ni siquiera representan una defensa lúcida del ideal socialista, sino su dogmatización. Son ideologías fosilizadas, incapaces de renovarse o dialogar, y que confunden crítica con traición, reforma con conspiración. Es de esperar que así sea, cuando proviene de un comunista recalcitrante y militante resentido del fracasado proyecto político español de Izquierda Unida.

En su cruzada contra el pluralismo, González Penalva revela lo que verdaderamente teme el régimen: que alguien proponga un cambio desde dentro, sin aceptar las imposiciones de la llamada “revolución” y su excluyente “dentro y fuera”.

Con la arrogancia de un conquistador, el comunista español ofrece lecciones a los taínos de cómo conducir el diálogo social cubano, quiénes son actores válidos y cuándo se les puede dejar hablar. Su “erudición” está al servicio de la narrativa oficial y de una supuesta “causa” progresista de la que La Habana ha hecho bandera y talismán de la dictadura.

La estrategia del enemigo externo

Como ocurre habitualmente en los discursos oficialistas, el artículo se apoya en la teoría del enemigo externo para desacreditar todo lo que no controle.

González Penalva acusa a La Joven Cuba de recibir apoyo financiero de la Embajada de Noruega y de formar parte de una red global diseñada por EE. UU. y sus aliados para fomentar una “sociedad civil alternativa” que impulse la restauración capitalista en la isla. Menciona la NED, la USAID y el “liberalismo burgués” como parte de la maquinaria enemiga.

Este tipo de retórica ignora deliberadamente las razones reales del descontento popular: la represión, el hambre, la falta de libertad, el colapso económico y la emigración masiva.

No hay una sola mención en su artículo a los presos del 11J, ni al Decreto Ley 35, ni a las múltiples violaciones a la libertad de expresión, ni a la censura sistemática de los medios independientes. En cambio, se habla de embajadas y de Gramsci.

El censor disfrazado de filósofo

González Penalva se presenta como un defensor del pensamiento crítico, pero lo que hace es replicar el viejo rol del censor que, en nombre de la “soberanía”, impone los límites del pensamiento legítimo.

Al denunciar que La Joven Cuba “iguala artificialmente al defensor de la Revolución con sus adversarios estratégicos”, lo que propone es que no haya espacio para el desacuerdo dentro del campo revolucionario.

Su preocupación no es la verdad, ni la soberanía, ni el derecho al debate. Su obsesión es el control. Lo dice sin ambages: “Defender la Revolución Cubana hoy implica [...] no regalar el terreno. No se trata de censurar, sino de desenmascarar”. Pero lo que hace su artículo es exactamente eso: censurar, enmascarado de "tolerante aperturista".

La farsa de la apertura

Tanto las declaraciones de Israel Rojas como la respuesta “militante” de Cubadebate se insertan en una estrategia de simulación.

El régimen necesita aparentar que escucha, que dialoga, debate y permite el disenso, pero sólo si este ocurre en sus términos, bajo su vigilancia, y con actores funcionales a su narrativa. Si no, el aparato reacciona, como lo hizo esta vez, a través de su red de ideólogos foráneos.

Carlos González Penalva no escribe solo como militante, sino como parte de una estructura comunicacional que asesora, justifica y blinda el discurso del régimen de Miguel Díaz-Canel. Su insistencia en alertar contra “la escena cuidadosamente montada” revela que incluso los gestos más inofensivos, como una entrevista, pueden ser percibidos como amenazas si escapan al libreto oficial.

Y es que el poder, cuando teme al diálogo, ya no está defendiendo una idea o proyecto social: está defendiendo sus intereses y su continuidad a cualquier precio.

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Iván León

Licenciado en periodismo. Máster en Diplomacia y RR.II. por la Escuela Diplomática de Madrid. Máster en RR.II. e Integración Europea por la UAB.


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Este artículo ha sido generado o editado con la ayuda de inteligencia artificial. Ha sido revisado por un periodista antes de su publicación.




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