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El gobierno de Donald Trump ha intensificado en las últimas semanas su despliegue militar en el mar Caribe, bajo el argumento de una campaña contra el narcotráfico, pero analistas y oficiales consultados por el New York Times coincidieron en que el verdadero objetivo es aumentar la presión para sacar del poder al presidente venezolano Nicolás Maduro.
La presencia estadounidense en la región incluye ocho buques de guerra, un submarino de ataque, varios aviones de vigilancia P-8 y diez cazas furtivos F-35, trasladados recientemente a Puerto Rico para disuadir sobrevuelos de la aviación venezolana y estar listos en caso de que Trump ordene ataques aéreos. En total, unos 4,500 militares forman parte de la operación, según fuentes del Pentágono.
El secretario de Estado, Marco Rubio, fue claro en sus declaraciones: “No vamos a permitir que un cartel, disfrazado de gobierno, actúe en nuestro propio hemisferio”. Rubio recordó que Maduro enfrenta acusaciones en Estados Unidos y lo calificó como “un fugitivo de la justicia estadounidense”.
Desde comienzos de septiembre, el ejército norteamericano ha destruido tres embarcaciones que, según Washington, transportaban drogas hacia Estados Unidos. Sin embargo, el presidente venezolano denunció que se trató de un “crimen atroz” contra civiles desarmados, acusando a la Casa Blanca de querer iniciar una guerra.
Expertos militares consideran que el despliegue va más allá de operaciones antidrogas. El almirante retirado James G. Stavridis, exjefe del Comando Sur, lo describió como “una señal clara de que la administración Trump se toma en serio provocar un cambio de régimen o de conducta desde Caracas”.
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El secretario de Defensa, Pete Hegseth, anunció que habrá más ataques en las próximas semanas contra lo que calificó de “narcoterroristas”, mientras en redes sociales aseguró que Estados Unidos “los rastreará, matará y desmantelará sus redes en todo el hemisferio”.
El aumento de la presencia militar ha generado preocupación regional. Elizabeth Dickinson, analista del International Crisis Group en Colombia, advirtió que los ataques contra presuntas lanchas de narcotráfico “están siendo leídos como disparos de advertencia que podrían derivar en una escalada mayor”.
En paralelo, legisladores demócratas en Washington han criticado la legalidad de los ataques. El congresista Jim Himes calificó de “moralmente reprobable y estratégicamente insensato” el uso de fuerza letal sin pruebas concluyentes contra presuntos traficantes.
Aunque la Casa Blanca insiste en que se trata de una operación antidrogas, la acumulación de fuerzas y la retórica de la administración apuntan a una estrategia más amplia contra Maduro.
El recuerdo de intervenciones militares estadounidenses en América Latina, como la invasión de Panamá en 1989 para capturar a Manuel Noriega, refuerza los temores de que la región se encuentre al borde de un nuevo episodio de confrontación directa.
Escalada diplomática y nuevas alianzas
El refuerzo militar de Estados Unidos en el Caribe no ocurre en un vacío, sino en medio de un clima de tensión creciente entre Washington y Caracas.
Pese a que Trump negó recientemente haber discutido un “cambio de régimen” con sus asesores militares, sus acciones y la retórica de su administración apuntan a un endurecimiento evidente contra el gobierno ilegítimo de Nicolás Maduro.
En paralelo, Venezuela ha buscado fortalecer sus alianzas internacionales. Maduro ha estrechado la cooperación con Cuba y otros socios políticos y económicos, en un intento de proyectar respaldo frente a lo que considera una “amenaza imperialista” de Estados Unidos.
A esta dinámica se suma el ultimátum lanzado por Trump, quien exigió la repatriación inmediata de prisioneros y pacientes psiquiátricos supuestamente enviados desde Venezuela a territorio estadounidense. El mandatario advirtió que, de no cumplirse su demanda, Caracas enfrentaría represalias “incalculables”.
Estos episodios revelan que la confrontación trasciende el plano militar y se traslada también al terreno diplomático y político, situando a la región en un escenario de máxima tensión y con riesgo de una escalada de consecuencias imprevisibles.
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