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Estados Unidos intensificó este martes su despliegue militar en el mar Caribe con el envío de un submarino nuclear de ataque rápido y un crucero lanzamisiles, en una operación que la Casa Blanca describe como parte de la ofensiva contra el narcotráfico regional, pero que analistas vinculan directamente con la presión sobre el régimen de Nicolás Maduro.
De acuerdo con la agencia Reuters, el USS Lake Erie, un crucero equipado con misiles guiados, y el USS Newport News, un submarino nuclear de la clase Los Ángeles, llegarán a comienzos de la próxima semana frente a las costas venezolanas.
Ambos se sumarán a un dispositivo naval que ya incluye tres destructores de la clase Arleigh Burke (USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson) y un escuadrón anfibio con 4,500 efectivos, incluidos 2,200 infantes de marina.
El despliegue responde a la estrategia del presidente Donald Trump de entrelazar la lucha antidrogas con la seguridad nacional. “El presidente Trump está preparado para frenar el narcotráfico y llevar a los responsables ante la Justicia”, declaró recientemente su portavoz Karoline Leavitt.
La funcionaria calificó a Maduro como jefe de un “cartel narcoterrorista” y recordó que Washington ofrece 50 millones de dólares de recompensa por su captura.
Operación de gran alcance
El Pentágono no ha detallado la misión exacta de las nuevas unidades, aunque fuentes de defensa citadas por Reuters y CNN confirmaron que el operativo contempla tareas de inteligencia, patrullaje aéreo y marítimo, vigilancia sobre rutas del narcotráfico e incluso la posibilidad de ataques selectivos en caso de recibir luz verde desde la Casa Blanca.
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La operación cuenta también con el despliegue de aviones P-8 Poseidon especializados en rastrear submarinos y embarcaciones rápidas, además de otros buques de guerra. Según funcionarios consultados, el proceso se extenderá durante varios meses y será ajustado en función de la evolución de las amenazas.
El Cartel de los Soles y la presión internacional
Washington insiste en que el Cartel de los Soles, una red de militares y funcionarios venezolanos señalada de traficar cocaína hacia Estados Unidos y Europa, está bajo el mando directo de Nicolás Maduro y su círculo cercano.
En julio, el Departamento de Estado lo incluyó en la lista de organizaciones terroristas globales, junto con el Tren de Aragua, lo que amplió las herramientas legales para perseguir a sus integrantes.
El mensaje del Pentágono es claro: Venezuela, bajo el chavismo, se ha convertido en un narcoestado que representa una amenaza directa para la seguridad estadounidense y regional.
Riesgo de escalada
El envío del submarino nuclear y el crucero lanzamisiles incrementa significativamente el poder ofensivo de la flota desplegada en el Caribe. Aunque oficialmente se enmarca en la lucha antidrogas, la magnitud del operativo alimenta los temores de que pueda derivar en una confrontación directa con Caracas.
“Estados Unidos no permitirá que los cárteles utilicen a Venezuela como plataforma”, señaló un funcionario citado por Reuters, en medio de un clima de creciente tensión que recuerda a los precedentes de Panamá en 1989.
Mientras Maduro denuncia una “conspiración imperial” y moviliza a millones de milicianos en su territorio, la región observa con atención cómo la crisis venezolana se convierte en un punto álgido de la geopolítica continental.
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