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El humorista cubano Ulises Toirac volvió a lanzar un análisis sumamente crítico sobre la realidad política del país, cuestionando la falta de espacios para el disenso y la persistencia de un modelo que ha sofocado la pluralidad y se aferra al poder bajo un discurso cada vez más desconectado de la vida cotidiana de los ciudadanos.
En una reflexión publicada en Facebook, Toirac afirmó que "no disentir es lo anómalo", subrayando que la vida humana se construye sobre acuerdos, desacuerdos y experiencias propias, no sobre la obediencia a directrices ajenas.
Para él, la individualidad es incompatible con cualquier sistema que pretenda clonar ideas y eliminar la diversidad de criterios, algo que considera habitual en el modelo político cubano.
Al analizar el origen y la evolución de los procesos revolucionarios, el artista recordó que toda revolución nace de una fuerza social y se impone por la vía de la fuerza.
Sin embargo, advirtió que, una vez en el poder, esos movimientos pierden su carácter transformador y, en su intento por perpetuarse, convierten el disenso en un enemigo permanente.
"Las revoluciones no son un movimiento eterno. Cambian un status y sucumben en la medida que ganan el poder. No hay revolución en un poder que persigue perpetuarse. Olvida el tango", subrayó.
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Toirac sostuvo que el poder en Cuba construye mecanismos defensivos que se refinan con el tiempo, creando estructuras que simulan democracia mientras mantienen intacto el control político.
El comediante argumentó que la polarización inicial propia de los grandes conflictos sociales se diluye con los años, pero la actitud del gobierno frente al disenso permanece intacta: todo cuestionamiento sigue siendo tratado como una amenaza, incluso cuando adopta formas moderadas o constructivas.
Esto, afirmó, provoca que el Estado cercene la pluralidad, un componente indispensable para que cualquier proyecto humano pueda desarrollarse.
En su crítica más directa al discurso gubernamental, Toirac confesó haber leído con "estupor" declaraciones oficiales que presentan a Cuba como "una potencia militar, médica y económica que avanza", algo que calificó de absurdo, especialmente cuando el país ni siquiera ha logrado resolver la electrificación estable.
Fue enfático al señalar que quienes sostienen ese tipo de discursos no impulsan soluciones reales porque ni siquiera reconocen la necesidad urgente de cambio.
A su juicio, se trata de perfiles oficiales diseñados para ser presentados como modelos de patriotas, figuras intocables que el sistema protege y exalta, mientras reprime o desacredita cualquier postura divergente.
Su reflexión, cargada de referencias históricas y conceptos filosóficos, concluyó con una idea central: sin pluralidad, sin contradicciones, sin debate y sin la libertad de disentir, ningún proyecto social es viable.
En medio de una Cuba sumida en apagones constantes, deterioro económico y creciente frustración ciudadana, el post de Toirac vuelve a exponer, desde la palabra y el pensamiento crítico, los límites de un sistema que se niega a reformarse.
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