Empleada doméstica cubana en España: “Aportamos mucho, pero cada vez es más difícil trabajar”

Rebeca tiene 28 años, es cubana y lleva cuatro años intentando abrirse camino en España. Desde hace tres vive en Ourense, donde trabaja limpiando casas dos veces por semana, sin contrato y cobrando en efectivo.

Como ella, miles de cubanos y latinoamericanos sostienen silenciosamente muchos hogares europeos, pero hoy sienten que su situación es más frágil que nunca.

La historia de Rebeca fue recogida por La Región Ourense en un reportaje que pone rostro al impacto real de la nueva Ley de empleadas del hogar, recién entrada en vigor en España. Para esta joven cubana, lejos de representar una mejora, la normativa ha despertado más temor e incertidumbre entre quienes viven de este tipo de trabajo.

“Todo suena excesivo y absurdo”, confiesa Rebeca al medio gallego. Aunque se encuentra en situación migratoria regular y cumple con los requisitos para tener un contrato laboral, nunca se lo han ofrecido.

Trabaja “en B”, como se dice en la calle, esperando que algún día su situación se formalice. Sin embargo, la nueva ley le ha hecho pensar que ese momento quizá nunca llegue.

La normativa introduce nuevas obligaciones para los empleadores, como mayores cotizaciones, planes de prevención de riesgos laborales y formación específica. Aunque el objetivo oficial es dignificar el trabajo doméstico, muchas trabajadoras temen que el efecto sea el contrario.

“Esta ley lo que va a hacer es reducir la oferta laboral”, advierte Rebeca. El miedo a sanciones elevadas estaría llevando a muchas familias a desistir de contratar.

Según datos de la Fundación Oxfam Intermón citados en el reportaje, el 69% de las personas que trabajan en el servicio doméstico en España son extranjeras o tienen doble nacionalidad. La mayoría son mujeres migrantes que, como Rebeca, dependen de estos ingresos para sobrevivir, enviar remesas o construir una vida lejos de sus países de origen.

Para la cubana, el problema va más allá del dinero. Piensa en el futuro y en los años que pasan sin cotizar. “Al final de tu vida son años que no han tributado y el retiro queda mucho más lejos”, lamenta. Aun así, siente que el nuevo marco legal no protege a las trabajadoras, sino que las deja en tierra de nadie.

“Las personas que nos contratan necesitan de nosotros, y nosotros necesitamos de ellos para ganarnos la vida”, explica. “Aportamos muchísimo a esta sociedad, pero cada día nos hacen más difícil poder trabajar”. En su opinión, las multas y exigencias “salpican a todos” y terminan castigando a quienes ya viven en una situación vulnerable.

Rebeca no descarta dejar este empleo y buscar otra alternativa si no consigue un contrato. Su testimonio resume el sentir de muchas cubanas en la diáspora, atrapadas entre la necesidad de trabajar, las barreras legales y el miedo constante a quedar fuera del sistema. Una realidad que, como advierte, hace que “al final, salgamos perdiendo todos”.