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Ante la crisis que sacude el país, el gobierno cubano se ha visto obligado a postergar el 9no. Congreso del Partido Comunista (PCC), originalmente previsto para abril de 2026.
La decisión fue anunciada por Miguel Díaz-Canel en el XI Pleno del Comité Central, donde leyó una carta del General de Ejército Raúl Castro, otra muestra de quién continúa al frente del poder en la Isla.
En el comunicado oficial, Raúl sostuvo que el aplazamiento "no se puede ver como un retroceso", aunque reconoció que los recursos y el trabajo de los dirigentes deben concentrarse en enfrentar la crisis.
"Considero que resulta aconsejable posponer la realización del 9no. Congreso para una fecha posterior, y consagrar desde ahora todos los recursos con que cuenta el país, y el esfuerzo y la energía de los cuadros del Partido, del Gobierno y el Estado, a resolver los problemas actuales", señala la misiva.
Según el anciano General, aplazar el evento no se puede ver como un retroceso, sino como una decisión necesaria y oportuna que permitirá mejorar la situación y crear condiciones para un mejor Congreso.
Sin embargo, la realidad evidencia que sí ha habido un repliegue: el país atraviesa apagones constantes, desabastecimiento crónico, inflación descontrolada y un éxodo que vacía la Isla, mientras la dirigencia convierte la crisis en excusa para perpetuarse en el poder.
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El discursos de Raúl se centra en términos como "cohesionar las fuerzas" y "consolidar el socialismo", ignorando que la verdadera urgencia es atender la desesperanza de millones de cubanos que viven día a día con hambre, precariedad sanitaria y restricciones extremas.
La retórica oficial oculta la magnitud del colapso económico y social, e insiste en transformar la emergencia en propaganda.
Un régimen militarizado y anclado en la vieja guardia
La postergación del Congreso coincide con un fortalecimiento del poder militar dentro de la cúpula del régimen.
El XI Pleno del Comité Central promovió a miembro del Buró Político al General de Cuerpo de Ejército Roberto Legrá Sotolongo, jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Esta incorporación refuerza la presencia de la vieja guardia militar leal a Raúl Castro en los órganos de decisión del país, un movimiento que parece responder a la necesidad de mantener control frente a posibles voces disidentes o demandas de cambio.
Actualmente, cuatro generales de Cuerpo de Ejército activos –Lázaro Alberto Álvarez Casas, Álvaro López Miera, Joaquín Quintas Solá y Roberto Legrá Sotolongo– concentran el núcleo duro del poder militar.
Su presencia confirma que, en medio de la crisis, la estructura del gobierno prioriza la lealtad y el control sobre la capacidad de gestión, consolidando una cúpula que se aferra al legado castrista y al control férreo de las fuerzas armadas.
La continuidad de un modelo que no funciona
Mientras tanto, la dictadura insiste en discursos de unidad, resistencia y batallas ideológicas, repitiendo consignas que ya no encuentran eco en la población.
Las palabras de sus gobernantes no logran tapar la realidad: la vida cotidiana de los cubanos está marcada por apagones, escasez de alimentos, desabastecimiento de medicinas y una emigración masiva en busca de oportunidades fuera de la isla.
El primer ministro Manuel Marrero Cruz presentó un programa con cientos de indicadores y objetivos, pero la tecnocracia del régimen no logra traducirse en soluciones concretas.
La planificación gubernamental se mantiene subordinada al mantenimiento del control político, dejando la economía como un instrumento de poder más que como herramienta de desarrollo.
En este contexto, la postergación del Congreso, que Raúl Castro intenta presentar como prudencia estratégica, no es sino un reconocimiento implícito de la incapacidad del régimen para cumplir sus propios plazos y promesas.
La crisis obliga al gobierno a concentrarse en la supervivencia política antes que en reformas efectivas, mientras la población sigue pagando el costo de una gestión incapaz de responder a sus necesidades.
Cuba enfrenta así un retroceso palpable: un Partido Comunista que se aferra al poder, una cúpula militar fortalecida y una economía paralizada, en un país que necesita menos propaganda y más acciones reales para garantizar la dignidad y los derechos de su gente.
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