"Lo hice por él": La historia de una cubana que se lanzó 17 veces al mar con su hijo para llegar a EE.UU.



Una cubana lo intentó una y otra vez, huyendo de la pobreza, la represión y la falta de futuro en la isla, hasta lograr llegar a Estados Unidos con su niño.

Vilma Quintana, cubana radicada en EE.UU. hace más de 30 años (i) y Balseros cubanos (d) © Collage YouTube/Screenshot-Cubanet - X/U.S. Coast Guard
Vilma Quintana, cubana radicada en EE.UU. hace más de 30 años (i) y Balseros cubanos (d) Foto © Collage YouTube/Screenshot-Cubanet - X/U.S. Coast Guard

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Una cubana radicada en EE.UU. desde mediados de los años noventa ha contado en emotivo testimonio lo que vivió para sacar adelante a su hijo: diecisiete intentos de fuga en balsa, persecución, actos de repudio y la certeza de que no había futuro posible dentro de la isla.

El testimonio, recogido por la periodista Claudia Padrón en entrevista publicada por Cubanet, reconstruye la travesía de Vilma Quintana, una madre y estomatóloga que decidió jugarse la vida -una y otra vez- para ofrecerle un futuro distinto a su hijo.

“Me tiré 17 veces en balsa”, confiesa. “Lo hice por él. Lo aposté todo por sacarlo de Cuba”, añade.

Una vida profesional sin futuro

Vilma había seguido el camino que el sistema promovía: estudió escuela vocacional de Santa Clara, se graduó de Estomatología, se especializó en Bioquímica y dio clases en la universidad. Pero pronto se dio cuenta su formación y su título no eran suficientes para garantizar una vida digna.

“Había pasado la vida estudiando y para ir a casa de mi familia tenía que viajar en tren, en ómnibus o pedir botella en la carretera”, recordó.

Criaba sola a su hijo y sobrevivía gracias a lo que su padre conseguía en el campo. No tenía transporte propio y se movía en bicicleta. Aquel esfuerzo por educarse no se tradujo en oportunidades ni seguridad.


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Consciente de que el futuro de su hijo no podía depender de una libreta de racionamiento o de un salario simbólico, decidió romper con todo y buscar una salida -literal y simbólica- hacia otro país.

Diecisiete intentos en el mar, siempre con su hijo

El proceso fue largo, traumático y clandestino. Lo intentó diecisiete veces, y siempre con su hijo a su lado.

“Intentamos salir muchas veces: finalmente fueron 17 intentos”, contó.

A veces el barco nunca llegaba; en otras ocasiones había más personas de las que cabían. En una de esas salidas, la embarcación se rompió y terminaron detenidos.

“Esa vez nos detuvieron. No pude regresar al trabajo porque me iban a hacer un acto de repudio”, explicó.

Fue una alumna quien la alertó por teléfono: “Profesora, no venga porque le van a hacer un acto de repudio”.

Desde ese momento, su vínculo laboral con la universidad quedó roto. Se refugió en casa de sus padres y se dedicó por completo a buscar la manera de huir.

Salir legalmente no era una opción.

“Si eras profesional te castigaban cinco años sin trabajar en tu profesión para poder emigrar”, explicó.

Además, no tenía quien la reclamara desde el extranjero. Todo se hacía en secreto, a riesgo de ser encarcelada.

El viaje definitivo: hambre, rescate y detención en Guantánamo

El intento número 17 fue el definitivo, pero tampoco estuvo exento de riesgos.

El barco en el que viajaban ella y su hijo volvió a romperse, y pasaron dos días varados en un cayo, sin agua ni comida. Otro bote les llevó provisiones y luego continuaron mar adentro.

“Doce horas después la Marina estadounidense nos recogió y nos tuvo cinco días en la plataforma donde aterrizan los helicópteros, mientras recogían a otros balseros. Llegamos a ser 700 personas”, contó.

Sin embargo, la administración Clinton había cambiado las reglas: no serían admitidos directamente en EE.UU.

“El capitán nos habló la noche anterior y dijo que el presidente Clinton ordenó que los balseros no entrarían a Estados Unidos, sino a Guantánamo”, relata.

Allí fueron desembarcados en agosto de 1994 y permanecieron siete meses, hasta ser reubicados en la base de Homestead, en Florida, en marzo de 1995.

Comenzar de cero, por él

Llegar a Estados Unidos no resolvió nada de inmediato. Vilma no hablaba inglés, no tenía dinero ni redes de apoyo, y debía encargarse sola de su hijo.

“Sabía que había que trabajar, aprender inglés y empezar de cero, olvidarse de la carrera y trabajar para pagar techo, comida y transporte”.

Trabajó en una cafetería, en una factoría, en una pizzería donde cobraba 10 dólares al día más propinas. Caminaba o tomaba el autobús.

“Era difícil ser madre soltera y depender solo de mi salario”, recuerda.

Pagaba además el transporte escolar de su hijo. Era la etapa más dura, pero también la más determinada.

“De verdad, venía pensando en el futuro de mi hijo, no en mí”, sostiene.

Volver a ejercer lo que parecía perdido

Tiempo después, consiguió empleo como asistente dental. Luego estudió para convertirse en higienista, oficio que desempeñó durante siete años mientras su hijo crecía. Fue él quien la impulsó a revalidar su título profesional.

“Mamá, ¿tú no quieres ser dentista?”, le preguntó.

Ella pensaba que era imposible, pero su hijo la ayudó con todo el proceso de aplicación.

Finalmente fue admitida en la universidad Nova de Miami y tras tres años de estudios, se graduó como dentista en Estados Unidos. No fue fácil: no tuvo acceso a becas y asumió una deuda significativa.

La consulta propia: Independencia tras años de lucha

Vilma trabajó en varias clínicas hasta que, en 2011, pudo abrir la suya propia.

“Esta oficina la abrimos en 2011. Es pequeña, de dentista general”, explicó.

Atiende a pacientes locales, de seguros privados, Medicaid y Medicare. También se realizan carillas y trabajos de estética, pero ese no es el enfoque principal.

“Nunca soñé con Rolex ni Lamborghini; quiero tranquilidad, un lugar donde vivir, viajar un poco y una vida sencilla”, aseguró. A sus años, arrastra secuelas físicas: discos cervicales dañados, lesiones en los hombros.

“Los años de trabajo y los 17 intentos por salir de Cuba fueron con una mochila pesada y un galón de agua por el monte y los manglares”.

Treinta años después: Ni regreso ni arrepentimiento

Vilma no ha regresado a Cuba.

“He renovado el pasaporte cubano todos estos años; ahora está activo por ocho años más. Nunca he ido a Cuba”.

Mantiene contacto con amigos y familiares, a quienes ayuda desde la distancia. Extraña Sagua la Grande, Santa Clara, los sitios donde estudió. Se mantiene en contacto con antiguos compañeros. Aun así, no se arrepiente.

“Tengo tanto agradecimiento y felicidad de haber tomado la decisión de venir a este país que si lo tengo que volver a hacer, volvería a hacerlo, con tal de darle un futuro a mi hijo”, asegura con firmeza.

“Y fue también mi futuro, porque tengo una mejor vida aquí y he podido ayudar a mis padres, corresponderles por lo que hicieron por nosotros”, concluye.

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Preguntas Frecuentes sobre la Travesía de Vilma Quintana y la Migración Cubana

¿Por qué Vilma Quintana decidió abandonar Cuba con su hijo?

Vilma Quintana decidió abandonar Cuba buscando un futuro mejor para su hijo. A pesar de su formación profesional y experiencia, no veía oportunidades en Cuba que le permitieran ofrecer una vida digna a su hijo. La desesperanza frente al sistema socialista cubano y la falta de perspectivas económicas fueron determinantes en su decisión de emigrar.

¿Cuántos intentos realizó Vilma para salir de Cuba y cómo fue su experiencia?

Vilma intentó salir de Cuba en diecisiete ocasiones junto a su hijo, enfrentando riesgos y adversidades en cada intento. Su experiencia incluyó persecuciones, actos de repudio y detenciones, hasta que finalmente logró ser rescatada por la Marina estadounidense y llevada a Guantánamo.

¿Cómo fue la vida de Vilma Quintana tras llegar a Estados Unidos?

Al llegar a Estados Unidos, Vilma enfrentó grandes desafíos, como la barrera del idioma y la falta de recursos económicos. Comenzó trabajando en empleos básicos, como en una cafetería y pizzería, mientras aprendía inglés y se adaptaba al nuevo entorno. Con el tiempo, logró revalidar su título de dentista y abrir su propia consulta, demostrando una notable resiliencia y determinación para mejorar su vida y la de su hijo.

¿Qué impacto tiene la historia de Vilma en la percepción de la migración cubana?

La historia de Vilma Quintana resalta la desesperación y el sacrificio que muchos cubanos enfrentan al intentar salir del país. Su testimonio evidencia la falta de oportunidades y la presión del régimen cubano que obliga a muchas personas a arriesgar sus vidas por un futuro mejor. Este relato es un reflejo del drama migratorio cubano y la resiliencia de quienes buscan mejorar sus condiciones de vida fuera de la isla.

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Este artículo ha sido generado o editado con la ayuda de inteligencia artificial. Ha sido revisado por un editor antes de su publicación.




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