Se avecina otra vez diciembre: el mes en que La Habana no se llena de luces de Navidad sino de cine.
Se avecinan las colas, los colados, las credenciales reales, las falsas, los reencuentros fortuitos, los amores de celuloide y las amistades de cine.
Se avecinan también las fugas a clases, a los trabajos; los críticos cinematográficos en cada esquina y las visitas al cine de quienes nuncan va al cine.
Pero se avecina, por sobre todas las cosas, las ganas de pasarlo bien frente a una gran pantalla.
Cada cual irá a su rollo y buscará lo que lo llene: diversión, intelecto, sentimientos o incluso escenas de sexo. Hay para todos los gustos.
Sin embargo, todos coincidirán en dejarse engatusar por esos 24 fotogramas x segundo que obran el milagro: que durante dos horas, los habaneros se olviden de todo lo demás.
Muchos de los que no vivimos en Cuba sabemos lo que es la nostalgia de esos diez días en que La Habana huele a cine y en que uno acaba por olvidar cuántas películas ha visto.
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