
Nadie puede dudarlo: el pensamiento filosófico y emancipador cubano tiene un hilo conductor que atraviesa nuestra historia hasta hoy, y en Félix Varela y Morales —sacerdote, pedagogo, periodista, físico, químico, violinista y patriota genuino— está su origen más nítido.
A Varela, “el que nos enseñó primero en pensar”, lo definió así uno de sus grandes biógrafos: el Doctor en Ciencias Históricas Eduardo Torres-Cuevas, Premio Nacional de Ciencias Sociales y actual director de la Biblioteca Nacional. El presbítero habanero murió el 25 de febrero de 1853, en San Agustín, Florida. Apenas 28 días después nacía José Martí.
Confluencias que marcan una nación
Torres-Cuevas insiste en esa coincidencia que pocos reparan, pero que vibra en la historia de Cuba:
“Muere el iniciador del pensamiento de la liberación cubana —Varela— y está naciendo el continuador, Martí, quien llevará ese independentismo a su máxima expresión en el siglo XIX”.
Y también rescata un pensamiento muy humano del propio Padre Varela, cuando observaba la sociedad que lo rodeaba, marcada por la escolástica, la indolencia, la esclavitud y el colonialismo:
“Según mi costumbre, lo expresaré con franqueza: en el campo que yo chapeé han dejado crecer mucha manigua; y como no tengo machete ni el hábito de manipularlo, desearía que los que tienen ambos emprendieran de nuevo el trabajo”.
Sin saberlo, un mes antes había nacido el hombre que empuñaría ese machete simbólico: Martí, el de las ideas, el que convertiría ese gesto espiritual en arma de liberación.
¿Por qué “el que nos enseñó primero en pensar”?
La frase es de José de la Luz y Caballero, escrita en 1838, en medio de una fuerte polémica filosófica. La juventud habanera estaba seducida por corrientes eclécticas europeas que cuestionaban la posibilidad de que Cuba construyera una cultura y una sociedad propias.
Luz defendió entonces lo esencial del legado vareliano:
pensar primero, hacer después; caminar con pies propios; pensar con cabeza propia.
Varela no era un improvisado: creó un método para pensar a Cuba y a América, y enseñó que el pensamiento debía tener raíz, preparación y ética.
Un maestro que formó maestros
Todos los grandes pensadores cubanos del siglo XIX fueron maestros de escuela, y casi siempre formados por otro cubano antes que ellos:
Varela enseñó a Luz; Luz enseñó a Mendive; Mendive enseñó a Martí.
Varela, con sus Cartas a Elpidio y sus Instrucciones Sociales y Morales, entendió que en la infancia se siembran los hábitos, las costumbres y la brújula moral de un país. Martí retoma esa tradición con La Edad de Oro. Luz ya lo había dicho:
“Dennos el magisterio y Cuba será nuestra”;
“O ganamos al niño o perdemos a Cuba”.
La idea es la misma: no existe Patria posible sin formar primero al patriota.
Las “máscaras políticas”: Varela también habló del oportunismo
En su periódico El Habanero, Varela publicó una serie de textos donde desmonta un fenómeno que, si uno mira bien, todavía vive entre nosotros: el patrioterismo.
Ahí distingue entre los patriotas verdaderos —los que entregan su vida a una causa— y los “comerciantes del patriotismo”, oportunistas de la política que usan el fervor nacional como negocio o disfraz.
Varela lo dejó claro:
la Patria no le debe nada a nadie; somos nosotros quienes le debemos todo a ella.
El Varela humano
En su exilio en Nueva York, cuentan que regalaba su propia ropa a los necesitados y los alimentaba. Entregó todo lo que pudo para construir una iglesia para sus fieles. Era un músico extraordinario; muchos lo imaginan tocando el violín como forma de meditar.
Hay figuras que permiten a un pueblo mirarse en su mejor versión.
Para Cuba, una de ellas es Félix Varela: el Padre Fundador, el que enseñó a pensar antes de enseñar a pelear.
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