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El científico Eduardo López Collazo: "Ser cubano significa no darle importancia a los obstáculos, los saltas y se acabó el drama"

"Yo deseo que la gente de mi país sea feliz y decida su futuro con libertad. La receta no me la pidas, no la tengo. Me fui y con esa acción perdí la oportunidad de influir directamente en el futuro de la Isla. No me siento con la fuerza moral para decir lo que deben hacer".

Eduardo López Collazo. © Eduardo López Collazo.
Eduardo López Collazo. Foto © Eduardo López Collazo.

Este artículo es de hace 5 años

Se llama Eduardo López Collazo es cubano y dirige el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario La Paz (IdiPAZ) de Madrid. Tiene 1.700 científicos a su cargo, centrados en estudiar la metástasis y en encontrar una cura al cáncer. Un año más, el diario El Mundo lo ha incluido en la lista de los 50 gays más influentes de España. Comparte distinción con números uno de la carrera judicial, el cine, la televisión, las pasarelas, el empresariado o la informática. Este físico nuclear apasionado de la cocina ha contado a CiberCuba por qué no ha regresado nunca a su Jovellanos natal desde que abandonó la Isla; cómo reaccionaría a una propuesta de ocupar un ministerio en un gobierno español o sobre el contacto que sigue manteniendo, en sueños, con su madre fallecida en Cuba.

El diario El Mundo le ha incluido un año más en la lista de los 50 gays más influyentes de España junto al ministro Grande-Marlaska, el modelo John Kortajarena o el cineasta Pedro Almodóvar. ¿Cómo sienta? ¿Qué dicen sus compañeros de trabajo y sus amigos? ¿Le reconocen por la calle?

El primer año fue la novedad, pero ya son cinco las veces que aparezco en la lista y todo se tiñe de costumbre. Algunos amigos me dicen que la noticia sería si no apareciera en la lista. En realidad es un honor compartir espacio con personas tan relevantes y admiradas. Y sí, a veces me reconocen por la calle.

¿Pasa por su cabeza ser ministro con algún gobierno español? Si le dicen ven ¿lo deja todo?

Ante todo soy científico, me fascina serlo, y esto entra en conflicto con cualquier otra dedicación. A duras penas compatibilizo mi labor investigadora con mi puesto de director científico del Instituto de Investigaciones del Hospital La PAZ, el IdiPAZ. Mas no niego que podría ser atractivo un puesto desde donde se pueda influir, de manera decisiva, sobre la organización de la ciencia. Quizá la pregunta a responder sería: ¿Está España preparada para un ministro inmigrante? Tengo mis dudas.

Muchísimas familias rezan a esta hora para que aparezca algo que frene la metástasis. ¿Cuándo le vamos a ganar la batalla al cáncer? ¿Qué pasa que se nos resiste? ¿Cuándo llegará algo que pueda con la metástasis?

Mientras unos rezan, en mi laboratorio estamos intentado explicar la metástasis desde otro punto de vista, introduciendo elementos que hasta ahora no se habían tenido en cuenta. Creo que estamos llegando a un buen puerto para entender el proceso y con ello poder dar con una solución terapéutica contundente. Hasta hoy la metástasis no se entiende completamente y por ello no se ha descubierto una vía para detenerla. Estoy seguro de que llegará el día en que será una enfermedad más, de esas que se curan con un tratamiento al alcance de todos. Eso sí, se necesita inversión en ciencia y no solamente estatal. La sensibilización debe partir desde cada uno de los componentes de la sociedad… No vale acordarse de Santa Bárbara cuando truena.

¿Cómo llegó un joven de Jovellanos a la cúpula de IdiPAZ, con 1.700 investigadores a su cargo? Cuando se ha llegado tan lejos, ¿a qué se aspira, con qué se sueña?

La verdad es que no soy consciente del trayecto, tan largo, que he tenido que recorrer en poco tiempo. Creo que he llegado por la constancia, por aquello de caminar hacia delante sin mirar atrás. Pero en realidad, no creo que haya llegado lejos, me quedan miles de obstáculos por sortear y montañas por escalar… Pensándolo un minuto me percato de que justamente la estrategia ha sido no creerme que he llegado.

¿A qué aspiro? Creo que no tendríamos espacio suficiente para la lista que tengo en mente. Bromas aparte, quiero dar con el mecanismo de la metástasis, quiero poder pronosticar la evolución de los pacientes con infecciones al entrar en urgencias, quiero reactivar la respuesta inmune durante una sepsis para evitar las muertes por infecciones secundarias, me empeño en dilucidar el mecanismo que explica el envejecimiento precoz en ciertos pacientes crónicos como los VIH, quiero terminar de escribir un libro sobre el cáncer y empezar otro sobre mi infancia en Jovellanos, quiero… ¿sigo?

Usted rompe el estereotipo del científico. Si todos fueran tan guapos igual los niños se animarían a estudiar carreras de ciencias. ¿Cómo vive un hombre de ciencias? ¿Cuántas horas de trabajo tienen sus días?

Esto es un piropo en toda regla y te lo agradezco. Lo de romper estereotipos ha sido un regla en mi vida: soy físico nuclear pero me dedico a la biomedicina, soy científico pero escribo sobre danza, ópera y cine para una revista especializada y así podría seguir enumerando supuestas incongruencias. Lo de guapo, que en Cuba no se entendería porque recuerdo que la palabra quiere decir enfadado o algo así, eso lo dices tú porque yo no me lo creo.

Vivo como el resto de las personas, supongo. En realidad, tengo que estudiar mucho, pensar más y especular aún más. La clave está en mantener la mirada de un niño curioso, no creer en las apariencias, examinar las singularidades, asociar eventos aparentemente no relacionados y recordar que la naturaleza es la mejor economista… Siempre la solución de un problema es la más simple posible. Con esto en mente sigo haciendo todo lo demás, voy al laboratorio, regreso a casa, leo en el metro, corro hasta el gimnasio, hago la cena (me encanta cocinar)… y termino el día pensando que he hecho poquísimo. Eso sí, nunca he contabilizado las horas al día que trabajo: Más de una vez he planificado experimentos durante un paseo por el mar con mi pareja en algo que llamamos vacaciones. ¿Este tiempo lo sumo a las horas de trabajo?

He leído que hace años que no va a Cuba. ¿Por qué?

Siendo preciso, nunca he vuelto. Al principio por las prohibiciones de las que tanto se ha hablado, luego porque había perdido a mis padres en la distancia y la tristeza me carcomía el alma, más tarde porque la cantidad de trámites necesarios y la inversión de tiempo en ellos me abruma. Soy un anti-burocracia y sólo pensar que tengo que hacer una cola, explicar mi situación a una persona que me mira con cara de extraterrestre recién aterrizada, llegar a un aeropuerto donde se me evaluará y registrará cada molécula de mi equipaje, no por cuestiones de seguridad sino por otras razones incomprensibles… en fin. Cuando he vivido o viajado fuera de España he podido salir y regresar a este país sin tantas complicaciones, ni explicaciones. ¿Sería mucho pedir que las cosas con el país donde nací fueran fáciles?

¿Qué es Cuba para usted? ¿Qué significa ser cubano?

Cuba es un conjunto de recuerdos en blanco y negro, pero preciosos. Llevo más de 22 años fuera de la Isla, que yo llamo Metafórica, lo cual torna borrosas las imágenes. Pero de allí mantengo mi acento, probablemente el oído musical y el sentido del ritmo, la sensibilidad y los valores que me inculcaron en la infancia y la juventud, ese amor por la literatura de verbo voraz que sólo se da en Cuba… la lista es larga. Ser cubano significa no darle importancia a los obstáculos, los saltas y se acabó el drama.

Y España, ¿cómo siente a España? ¿Por qué eligió este país?

España ha sido y es mi país. Aquí se me acogió con los brazos abiertos, me proporcionaron las herramientas necesarias para desarrollarme y aprovecharon mi formación. No me siento extraño aunque alguna vez alguien lo haya intentado. Es un país lleno de contradicciones pero en constante cambio, me fascina. Aquí llegué para hacer un doctorado, de aquí me fui para vivir otras experiencias laborales en sitios como Estados Unidos, Alemania y Reino Unido… pero a España y en especial a Madrid siempre vuelvo. Cuando me preguntan de dónde soy suelo decir: cubano de nacimiento, español de pasaporte y madrileño de corazón.

¿Dónde transcurren sus sueños (cuando duerme) en Cuba o en España?

Una pregunta interesante. Los primeros años en España tenía pesadillas con Cuba, había vuelto y no podía salir, me despertaba empapado en sudor y a veces en medio de un grito. Con los años esas pesadillas se transformaron en paseos nostálgicos por sitios de Cuba. Sin embargo, desde que mi madre murió suelo soñar con ella casi todas las noches. Hablamos de lo cotidiano, de cosas que no nos dijimos o que queremos recalcar… No sé si en Cuba o en España, pero sueño con ella y me encanta. Ya no tengo sus cartas, solía recibir una cada semana junto con una rosa amarilla que llegaba disecada, pero guardo los pétalos de esas rosas y tengo los sueños.

¿Qué le despierta el gorrión?

Escuchar música de mi juventud en La Habana, leer poesía cubana de entonces, asistir a una función de ballet cubano… esas cosas que, por mucho que se las explico a mi pareja, no logra entenderlas como yo.

¿Qué le gustaría que pasara en Cuba?

Pienso en ello mucho, creo que cualquier cosa que pase debe ser algo que los cubanos de dentro quieran que ocurra. Yo deseo que la gente de mi país sea feliz y decida su futuro con libertad. La receta no me la pidas, no la tengo. Me fui y con esa acción perdí la oportunidad de influir directamente en el futuro de la Isla. No me siento con la fuerza moral para decir lo que deben hacer. Me encantaría poder hacer recomendaciones, brindar mi experiencia y que les sirva para tener un futuro sólido. Pero quizá cualquier cosa que diga o haga puede ser recibida apropiadamente.

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Tania Costa

(La Habana, 1973) vive en España. Ha dirigido el periódico español El Faro de Melilla y FaroTV Melilla. Fue jefa de la edición murciana de 20 minutos y asesora de Comunicación de la Vicepresidencia del Gobierno de Murcia (España)


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