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“Compromiso” débil con Cuba solo conducirá a la miseria

El senador Marco Rubio y el representante federal Mario Diaz-Balart reflexionan sobre la política de la administración de Joe Biden hacia Cuba y sus pasos recientes por una normalización de las relaciones bilaterales.

Imágenes cotidianas: Represión contra la población cubana. © Marcos Évora
Imágenes cotidianas: Represión contra la población cubana. Foto © Marcos Évora

Este artículo es de hace 1 año

El mes pasado, vándalos del régimen cubano inescrupulosamente golpearon al activista prodemocracia José Daniel Ferrer en una prisión estatal en Santiago de Cuba. Su esposa y sus dos hijos fueron obligados a ver este atropello. Y cuando la pequeña hija de Ferrer trató de proteger a su padre, los funcionarios también maltrataron a la niña. Este no es un incidente aislado. Por años, Ferrer ha recibido un trato cruel e inhumano simplemente por expresarse en contra de la dictadura cubana.

Trágicamente, no se ve un cese a la represión en contra de Ferrer, su familia o los más de 1,000 cubanos injustamente encarcelados simplemente por alzar su voz.

Estas no son las acciones de un “gobierno” que busca una mayor apertura y un compromiso de buena fe. Estas son las acciones de criminales interesados ​​únicamente en su autopreservación. Son individuos que rutinariamente usan la fuerza para reprimir, intimidar y silenciar a quienes se atreven a desafiar el régimen ilegítimo. Y, sin embargo, hay personas en la Administración Biden que erróneamente abogan por sanciones más débiles y un mayor “compromiso” con la dictadura.

Mientras los Departamentos de Estado, Justicia y de Seguridad Nacional de EE.UU. sostuvieron un “diálogo” con el régimen cubano, los exoficiales durante la era de Obama en la Casa Blanca están haciendo todo lo que está a su alcance para revertir las políticas de sentido común de la era del presidente Trump. Su objetivo final indica el levantamiento de sanciones y eliminación de Cuba de la lista de estados patrocinadores del terrorismo del Departamento de Estado. Eso sería un gran logro para el régimen y demostraría que los ideólogos de tendencia socialista en La Casa Blanca no aprendieron nada de sus previos errores.

Cuando el presidente Barack Obama intentó apaciguar al régimen cubano, el resultado de cualquier punto de vista objetivo, fue un fracaso total. En todo caso, la opresión empeoró durante la presidencia de Obama. Los presos políticos que fueron liberados como parte de un arreglo volvieron a ser arrestados unos meses después. Mientras tanto, las ganancias por el aumento del comercio y los viajes a la isla fueron a enriquecer a la élite del Partido Comunista y el ejército, no al pueblo cubano.

Nada de esto fue una sorpresa para los que conocemos el historial de los hermanos Castro y de su títere, Miguel Díaz-Canel. Sabemos por experiencia que ellos utilizan cada gesto de buena voluntad por parte de la comunidad internacional como una oportunidad para fortalecer su control y poder. Por eso el activista Jorge Luis García Pérez (Antúnez) llamó las acciones del gobierno de Obama como una “traición a la aspiración de la libertad del pueblo cubano”.

Entonces, ¿por qué los funcionarios de la Administración Biden insisten en repetir estas acciones una vez más? Es por la misma razón que quieren normalizar las relaciones con el narco-dictador venezolano y ser diplomáticos con el Partido Comunista Chino. Todo está basado en la teoría económica globalista y sesgada por simpatías marxistas que consideran que el "compromiso" con dictadores y la apertura de mercados conducirá a la libertad y prosperidad universal.

La historia refleja todo lo contrario. Si ponemos en práctica el apaciguamiento en las relaciones con Cuba, perderemos la herramienta que necesitamos para evitar una mayor ola de opresión contra individuos como Ferrer, Las Damas de Blanco, el Movimiento San Isidro y otras voces opositoras. No podemos olvidar que estamos lidiando con delincuentes que utilizan la migración ilegal como arma contra EE.UU., que apoyan a narcoterroristas internacionales como el ELN y las FARC, y que siguen siendo un aliado incondicional de los mayores adversarios de EE.UU., incluyendo a Nicaragua, el régimen de Maduro, Irán, Corea del Norte, Rusia y China.

El presidente Biden no debe levantar las sanciones en contra de la dictadura de Cuba ni removerla de la lista de patrocinadores estatales del terrorismo. Hay formas reales en que EE.UU. puede ayudar al pueblo cubano, como proporcionarles acceso al internet sin censura y transmisiones desde EE.UU. También sancionando a los violadores de derechos humanos, incluyendo al Ejército cubano, y seguir abogando por los cientos de presos políticos detenidos injustamente tras las protestas del 11 de julio de 2021.

El camino del “compromiso” con la dictadura criminal de Cuba no ayudará ni al pueblo cubano ni a Estados Unidos. Al contrario, apaciguar al régimen cubano solo incentivará y enriquecerá a los opresores.

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