En medio del agravamiento de la crisis económica y del profundo malestar ciudadano, el régimen cubano ha admitido oficialmente que la recuperación del país aún está muy lejos.
“Falta mucho por hacer”, reconoció este miércoles el primer ministro Manuel Marrero Cruz, al presentar ante la Asamblea Nacional del Poder Popular los resultados del llamado “Programa de Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía”.
El reconocimiento, aunque maquillado por un lenguaje triunfalista, evidencia el desgaste del modelo económico vigente y la incapacidad del gobierno para revertir una situación que muchos cubanos viven con angustia cotidiana: apagones prolongados, desabastecimiento, inflación descontrolada y una creciente incertidumbre sobre el futuro.
Durante su presentación en el Palacio de Convenciones, Marrero enumeró las cifras del nuevo plan gubernamental: 10 objetivos generales, 87 específicos, 230 metas e indicadores, y 269 acciones. Pero fuera del PowerPoint y las estadísticas, lo cierto es que la economía nacional sigue sin levantar cabeza.

La semana arrancó con un dato demoledor: la economía cubana volvió a contraerse en 2024, con una caída del PIB del 1,1 %, según informó el ministro de Economía Joaquín Alonso.
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“Lo que hoy ingresa al país no alcanza ni para los insumos básicos”, confesó ante el Parlamento, en un inusual momento de sinceridad.
Alonso reconoció que no hay combustible ni piezas para mantener funcionando las termoeléctricas; que el sistema de generación eléctrica está al borde del colapso y que las exportaciones solo cumplieron el 62 % del plan. “Nos ha faltado energía, y sin energía no hay desarrollo posible”, afirmó.
Sin embargo, esta no fue la única confesión cruda de la jornada. El propio gobernante Miguel Díaz-Canel admitió que los ingresos del país no alcanzan ni para materias primas y que la política actual se limita a “redistribuir la escasez”.
Mientras tanto, antes de la jornada plenaria de este miércoles, la Asamblea Nacional emitió una declaración que responsabiliza una vez más a Estados Unidos por la crisis cubana. El texto califica de “genocida” la política estadounidense y acusa a Washington de imponer “una guerra económica, comercial y financiera” para provocar el colapso del sistema.
Sin embargo, para muchos ciudadanos dentro y fuera de la isla, estas justificaciones resultan cada vez menos convincentes. En redes sociales, cubanos han reaccionado con escepticismo a las cifras oficiales y a las promesas recicladas. “Ahora sí se van a acabar los apagones, el hambre y la miseria”, ironizó el periodista José Raúl Gallego, al compartir la presentación del gobierno.
Con un programa de gobierno que promete cambios pero repite viejas fórmulas, y una economía que sigue en picada, la pregunta que flota en el ambiente es la misma que se hacen millones de cubanos: ¿hasta cuándo?
Porque mientras en el Palacio de Convenciones se discuten indicadores, metas y objetivos, en las calles de Cuba escasean el pan, el aceite, los medicamentos, la electricidad y la esperanza.
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