En un país donde los apagones ya son parte del paisaje y la inflación parece una carrera olímpica sin meta, el régimen cubano ha encontrado un nuevo entretenimiento ideológico: estudiar el “pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con peculiaridades chinas en la nueva era”.
Sí, mientras el pueblo hace malabares para conseguir un litro de aceite o un paquete de arroz, los cuadros del Partido Comunista se reunirán hasta el 21 de diciembre en la Escuela Superior de Cuadros del Estado y del Gobierno —esa fábrica de dogmas que confunde “formación política” con “lavado de cerebro”— para analizar las iluminaciones teóricas del líder chino.
Según el Noticiero Nacional de la Televisión (NTV), el evento cuenta con 95 participantes, entre ellos académicos, diplomáticos y funcionarios que “profundizarán” en temas como “la modernización con características chinas”, “la economía de mercado con orientación socialista” y “la construcción del Partido”.
En resumen: una combinación de marxismo reciclado con marketing asiático, presentada como el antídoto al fracaso eterno del modelo cubano.
La noticia no sería tan tragicómica si no fuera porque el régimen insiste en disfrazar su estancamiento con discursos importados.
Después de más de seis décadas de promesas incumplidas, La Habana vuelve a mirar hacia Pekín en busca del “milagro socialista”, convencida de que cambiando el acento ideológico se puede resolver una catástrofe económica que no tiene nada que ver con la teoría, sino con la tozudez.
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Porque, claro, nada dice “modernización” como un seminario sobre el pensamiento de un líder vitalicio de otro partido comunista que controla internet, censura la disidencia y vigila a sus ciudadanos con cámaras y algoritmos.
Si a eso se le llama “sabiduría oriental”, los cubanos ya podrían presumir de haber alcanzado la iluminación hace rato.
El embajador chino, Hua Xin, presentó durante el acto una colección de textos titulada La gobernación y administración de China, obra maestra del pensamiento político contemporáneo —según el guion oficial— que pretende enseñar al mundo cómo alcanzar el desarrollo socialista sin caer en la “decadencia capitalista”.
Lo curioso es que, mientras China produce tecnología de punta y multiplica sus millonarios, Cuba produce apagones, epidemias y miseria.
Pero no seamos injustos. Quizás el régimen cubano no busca copiar el modelo chino completo. Tal vez solo le interesa la parte de la “gobernanza”, esa donde el Partido lo controla todo, la prensa obedece y las redes sociales repiten lo que dice el líder. En eso, la sincronía entre La Habana y Pekín ya está bastante avanzada.
El problema es que, mientras en China el socialismo se viste de rascacielos y autos eléctricos, en Cuba se disfraza de libreta de abastecimiento y apagón planificado.
Los burócratas cubanos parecen convencidos de que el éxito chino se debe a la ideología, y no al pragmatismo económico que ellos mismos desprecian. Creen que basta con estudiar a Xi Jinping para que el pan reaparezca en las bodegas y los salarios dejen de ser decorativos.
Desde 2019, la Escuela Superior de Cuadros ha realizado siete seminarios sobre el pensamiento de Xi, formando a más de 340 funcionarios en la “sabiduría china”.
El resultado práctico: ni una fábrica funcionando, ni una reforma efectiva, ni una idea que saque al país del abismo. Pero eso sí, una colección de diplomas ideológicos que deben lucir preciosos en las paredes ministeriales.
Mientras tanto, los cubanos siguen esperando que alguien estudie un pensamiento más urgente: el de cómo garantizar un desayuno, un almuerzo y una cena sin tener que hacer colas de cuatro horas ni pagar el equivalente a un salario mensual por una libra de pollo.
En su intento desesperado por encontrar inspiración fuera, el régimen olvida que ni el marxismo con “peculiaridades chinas”, ni el maoísmo, ni ninguna reinterpretación del socialismo salvarán un sistema que se niega a soltar el poder, la mentira y el control.
Si algo demuestra este nuevo seminario es que en Cuba la ideología no se estudia: se recicla. Y el socialismo cubano, incapaz de renovarse, ha terminado pareciéndose a un museo de doctrinas exóticas, donde lo único que evoluciona es la retórica.
La Habana no necesita más pensamientos importados. Necesita luz, comida y libertad. Pero claro, eso no cabe en ningún manual de Xi Jinping.
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