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El régimen cubano volvió a mostrar su doble moral al fingir “preocupación” por los cubanos que residen en Estados Unidos, muchos de los cuales escaparon precisamente de la represión, la miseria y la falta de libertades impuestas por el régimen que ahora dice defenderlos.
Durante la conferencia “Cuba en la Política Exterior de EE.UU.: El regreso de Trump”, organizada por el Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, acusó a Washington de hostigar y discriminar a los cubanos que viven en ese país.
Según Fernández de Cossío, los emigrados cubanos “enfrentan el peligro de expulsión, tratos degradantes y persecución” por parte del gobierno estadounidense. También criticó las restricciones que pesan sobre quienes viajan a la isla o realizan actividades comerciales con Cuba.
Sin embargo, el discurso del funcionario ignoró deliberadamente la raíz del problema: millones de cubanos han tenido que abandonar su país a causa de un sistema que les niega derechos fundamentales y oportunidades de desarrollo.
Resulta irónico que el mismo régimen que califica de “traidores” o “gusanos” a los emigrados —y que durante décadas les prohibió regresar o los estigmatizó públicamente— pretenda ahora erigirse en su defensor.
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La realidad es que el exilio cubano no huyó de Estados Unidos, sino del propio gobierno de La Habana, que mantiene a la isla sumida en una crisis estructural marcada por la escasez, la censura y la falta de libertades políticas.
En lugar de reconocer su responsabilidad en ese éxodo masivo, el ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) intenta manipular el tema migratorio para presentarse como víctima de la política estadounidense.
No menciona, por ejemplo, que el régimen utiliza a la emigración como fuente de ingresos a través de las remesas y los cobros abusivos en los consulados.
Tampoco reconoce que muchos de los cubanos que hoy viven en Estados Unidos fueron perseguidos o encarcelados por pensar distinto, ni que otros miles han muerto o desaparecido intentando escapar del país.
La supuesta “solidaridad” del régimen cubano con sus emigrados no es más que una maniobra propagandística en un contexto de aislamiento internacional y creciente descontento interno.
Mientras en la isla se multiplican los apagones, el hambre y la represión, La Habana busca desviar la atención culpando a Washington de los males que ha causado su propio modelo autoritario.
Los cubanos en el exterior no necesitan que los defienda quien los expulsó. Lo que Cuba necesita es libertad, justicia y un gobierno que deje de usar el sufrimiento de su pueblo como herramienta política.
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