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Memorias del exilio: Razones prácticas para un exilio

Como la cuestión se mantuvo flotando en el aire - además de reposar en mi conciencia - siento, hoy, la voluntad de contestármela - que no de responder a juicio alguno - al cabo de los tres años y una semana de este imperioso exilio.

Obra La Hijastra. © Cortesía del autor
Obra La Hijastra. Foto © Cortesía del autor

Este artículo es de hace 4 años

Guillermo Rodríguez Cabrera, el elocuente y afamado profesor universitario - a quién siempre respeté por su poder de comunicación, que no por su filiación política -, al parecer, albergaba cierta sobrada tirria, de gratis, hacia mi persona.*

*Nunca lo entendí, siendo yo muy amigo de su hija y adorador de su nieta, quién sale, por un segundo, en mi primer largometraje: NADA.

La primera señal de su animadversión, me llegó a través de un comentario, que él mismo hizo divulgar, luego de una de mis apariciones televisivas, en la que yo había declarado, que el autor de nuestra puesta en escena de LA HIJASTRA*, Rogelio Orizondo, bien podía ser considerado, en mi opinión, como el Virgilio de nuestros tiempos.

*Hablaré de ella en una próxima publicación, aunque acompaño esta crónica con una de sus fotos.

Con toda intención, dejé la duda de, sobre a qué Virgilio me refería.

Justo era el año en que se celebraba el centenario del célebre, e indispensable, autor de AIRE FRÍO. *

*La obra medular del teatro cubano.

Inmediatamente, saltó a la palestra, como un gallito de pelea, el paladín infatigable de la cultura cubana que, también, fue Guillermo, a reclamar un respeto por Virgilio Piñera, que la sociedad de su momento, ni siquiera, tuvo por, o con, el insigne dramaturgo, novelista y poeta cubano.

¡Alto al paso, que hay precipicio! Lo paré en seco. Le dije que se equivocaba. Que todo, era incluso, peor de lo que él había imaginado.

Que yo hablaba en doble sentido, pues, había mencionado el nombre de Virgilio, sí, por Piñera; pero, también, por Publio Virgilio Marón​, más conocido por su segundo nombre, que, - como él bien sabía y mucho - fue un poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas, que en LA DIVINA COMEDIA de Dante, aparece como su guía, en su viaje a través del Infierno. Pero, además, que, si él no había ido, ni siquiera, al teatro, a ver la puesta, ¿cómo diantres se atrevía, entonces, a opinar sobre lo que yo decía?

LA HIJASTRA fue un montaje que trajo convoyado un escándalo extra, al de la censura que trataron, por todos los medios, de aplicarle*. Un viejo, mediocre y retrógrado militante, ex-actor del teatro político Bertold Brecht, hizo pública una carta de denuncia, donde demandaba la censura del espectáculo, entre otras cosas, por no ser políticamente correcta.

*Boicotearon el final de la temporada en el cenit de su suceso de público, entre otras miserabilidades.

Eso desató toda una suerte de “guerrita de emails”, alrededor del escándalo, en el que se insertó esa primera diatriba, a la que me refiero.

Por lo tanto, no fue nada raro que, a raíz de mi decisión de radicar en los Estados Unidos, se encargara el sabihondo catedrático, de publicar un artículo en las redes -de cuyo nombre, ni me interesa acordarme-, tratando de entender el porqué de mi “incomprensible exilio”; tal y como lo catalogó.

Rodríguez Cabrera falleció no hace mucho. Que en paz descanse.

Y a mí - entre las obligaciones que me impuso la subsistencia diaria, durante la dura adaptación a una nueva vida y, además, el no tener la suficiente experiencia, como para sopesarla - no me dio el tiempo, ni se generó el espacio, para elaborarle una respuesta adecuada *

*Que no es definitiva, ni concluyente. En tanto, un desarraigo nunca se acaba. Y hasta trasciende a la muerte.

Aunque, quizá, lo más incisivo y decisivo, al no contestarle, fue el pensar -firmemente- que no tengo porqué dar causa de mis decisiones personales a un extraño. ¡Y mucho menos en público!

Mas, como la cuestión se mantuvo flotando en el aire - además de reposar en mi conciencia - siento, hoy, la voluntad de contestármela - que no de responder a juicio alguno - al cabo de los tres años y una semana de este imperioso exilio.

Pudiera usar las razones políticas que todos conocen. Además de las astringentes circunstancias generadas, por la censura, en mi “caso”.

Mas, prefiero - a riesgo, asumido, de ser tildado de pedante, pretencioso, o insensible - acogerme a considerar, las simples actividades que realizo, a diario y compararlas con lo que podría ser mi vida, ahora, estando en Cuba.

Perdón que hable mucho sobre mí mismo, en definitiva, soy la persona que mejor me conozco y de la que puedo contar.

Luego de una, habitual, espléndida noche, en la que duermo plácidamente*- y hasta sueño con los angelitos - ventilado por un aire acondicionado central, que, únicamente, deja de trabajar cuando no estoy en casa, amanezco, la verdad - excepto, si tengo trabajo - cuando me sale de mirevereconsultívara gana. *

*No mucha gente puede vanagloriarse de dormir en paz y tranquilo, sobre todo, con sus conciencias.

Y como hace más de un año que no “disparo un chícharo” remunerado, reposo, relajado, en las mieles de Morfeo, sin zozobra, sin dispensa, sin horario, ni fecha en el calendario.

Con bastante agua, tomo una pastilla de fish oil* - ideal contra el colesterol -, otra de vitamina C y una de equinacia, junto a una mini aspirina.

*Que es como aceite de hígado de bacalao concentrado.

Realizo un primer desayuno compuesto solamente por frutas:

- media toronja.

- tres fresas.

- medio kiwi.

- cinco arándanos.

- dos rodajas de piña.

- una tajada de frutabomba

Todo, rematado con un vaso con jugo de naranja, manzana, o maracuyá.

Me lavo la boca con la pasta más adecuada para el cuidado de mis - ya desgastados y carcomidos - dientes.

Salgo a recibir el día, en trusa y realizo unos pocos, ejercicios de calentamiento, antes de zambullirme en Sabrina, la piscina que cuido y atesoro, en el patio de la casa donde vivo.

Diez brazadas, para aquí y para allá, diez veces. Una más ida y vuelta, con braceo sumergido y acto seguido, una ducha, edificante, con agua fría, tibia, o caliente, a voluntad, o capricho. Aprovecho para afeitarme y terminar oliendo a gloria. *

*El capitalismo - con toda y su decadencia señalada - produce bien bueno y mejor, que lo “mejorcito” del socialismo, ¿no?

Reviso los mails, las noticias, Facebook, tengo acceso a información sobre lo que sucede en el orbe entero; en lo que uso el televisor, como radio - lo cual me evita el contacto con la incesante, invasiva e impertinente publicidad y con el nivel de estupidez banal con la que bombardean a los incautos televidentes - sintonizando música clásica, con la que inundo mi cotidiano transitar.

Normalmente, ando en trusa - cuando viene visita - mas, adoro estar, por lo regular, medio encuero, que no descalzo. Me siento súper cómodo, haciendo lo que me da la gana, dixit, realizando lo que me sale de los cojo…

A media mañana, emprendo un segundo desayuno. Esta vez incluye un huevo hervido - que hace, en breve, una maquinita especial -, o en cualquiera de sus variantes - frito, revoltillo, o tortilla -, una rebanada de pavo con queso, o una salchicha. Y cereales, sumergidos en un café con leche - frío - al que endulzo con sendas cucharadas de chocolate en polvo y un sorbito de leche condensada.

*Eso, cuando no me invitan a un brunch, que, incluye, casi de costumbre, huevos benedictinos y grits, o sémola, con queso cheddar.

El resto de la jornada, durante todos estos largos meses - que, de pronto, son años - de desempleo; hago, a voluntad, la obligación casera que más se me cante.

Limpiar. Una vez a la semana y con una aspiradora - trapeadora, eléctrica, que, en media hora limpia, casi, ella sola, una casa de tres cuartos, dos baños, cocina - comedor y sala espaciosa.

Lavar. Que es sólo poner la ropa en la lavadora, pasarla a la secadora, o colgarla en la tendedera del patio, doblarla - que es lo más pesado - y ponerla de nuevo en los closets, o gavetas. Planchar, pertenece al Paleolítico Inferior, desde que le cogí el gusto a la ropa “estrujá”. ¡Así que ni eso! Como, además, me gustan las arrugas.

O cortar el extenso césped, trasero y frontal de la casa. Pero, sólo una vez al mes, o dos, más o menos. Cuando me canso de ver crecer las margaritas. ¡Son tan ñoñas!

Esto me da tiempo, de sobra, para leer, ver alguna película, o un espectáculo, seguir, dos o tres, series, a la vez, investigar, estudiar, editar mis proyectos y, por supuesto, escribir. Sin cortes de luz inesperados.

Almuerzo y ceno opíparamente. Meriendo a media mañana y a media tarde. No demoro, ni diez minutos, en prepararme comida. *

*En Cuba ya sabemos cuánto puede tardar, desde el pensar, todo el día, qué coño llevarse a la boca.

No soy carnívoro, más puedo meterle el diente a un buen bistec, de vez en cuando y cuando se me antoje. Tengo acceso a todo el marisco que quiera, sin sentirme privilegiado por comerme una langosta. *

*Que, además, no es de mi predilección.

Las invitaciones a comer, fuera de casa, no incluyen, jamás, ninguna comida fast food, o de cadenas de restaurantes. Preferimos buscar, siempre, distintas culturas, países, sabores y restaurantes típicos, auténticos, pequeños, casi caseros, u originales. O, de lo contrario, se come en casa. Me duele botar comida, aunque, invariablemente lo hago, pues, no hay quién pueda comerse las cantidades, o proporciones, que aquí sirven, con desmesura, en todos lados.

Si algo se me acaba, tengo la opción de ir a un supermercado, repleto de productos. Sin molotera, sin colas, sin cuotas, uno por persona, sin gritería, chabacanería, vulgaridad.

Fregar es la tarea doméstica que más disfruto. Ya lo he contado. No me falta el detergente apropiado, con olor a limón, para, entre espumas, ejercitar mi imaginación. Converso conmigo mismo, o con la percepción de mi madre, a quien le sigo dando un parte diario, sobre cómo me va en todo. Planifico lo venidero y desde el fregadero, vuelo.

¡Hasta la bolsa de basura, al desplegarla, huele a rosas!

Puedo ir donde se me antoje - dentro de los Estados Unidos - con sólo mi licencia de conducir. No pidiéndole permiso a nadie, ni esperando una autorización de alguien “de arriba”.

Me muevo, regularmente, en una pequeña moto, o scooter, sin necesidad de pagar seguro alguno y cuyo tanque se llena de combustible, - muy fácilmente y sin complicación alguna - con sólo dos dólares. *

*¡En la Habana lo de la gasolina, el mantenimiento de los carros y el transporte mismo, no son seguros, ni tienen nombre!

Cuando salgo a manejar, no le temo a los policías. Como antes, allá, ¿tú me ves allá?

En Cuba la policía castiga y sanciona, en lugar de precaver, o evitar el delito. El caso típico es del “caballito” * escondido, detrás de una intersección, o de algún árbol; para agarrar la infracción, in fraganti y - ¡páfata! - multarla, en un santiamén. ¡Cómo les imponen hacer una cantidad de sanciones, al día, ahí están, hasta que cumplen su odiosa meta! ¡Qué absurdo y surrealista todo! Si el vigilante, de todas maneras, tiene que estar en ese lugar, obligado, ¿no es mejor que esté a la vista, atajando la contravención? ¿No es más urgente prevenir que tener que lamentar?

*Policía motorizada, o agente de tráfico.

En fin… el mal.

La vida se desgasta por gusto en Cuba. Es tiempo muerto, asesinado, achicharrado bajo ese sol implacable del eterno verano.

Menos las películas cubanas, recientemente estrenadas, aquí tengo acceso, mucho más rápido, a toda información cultural que me interese. No tengo que recurrir al “paquete”, escuchar sandeces, antes de ver, lo que sea, explicándome cómo debo recibir la experiencia estética, o si tengo derecho, tan siquiera, a ella. Puedo hacerlo, hasta comiendo palomitas de maíz.

He logrado ser amo de mi casa. Sin patria, mas dueño de mi destino. Igual, la patria es una entelequia, una ficción nada comestible. “Nutre al espíritu” - dirá un recalcitrante empecinado -, puede que sí, pero, demacra, exaspera, angustia y, al parecer, sólo engrosa la panza y la papada de los dirigentes. Esos que nunca han adelgazado y ni siquiera, por vergüenza, se ponen a dieta.

Transpiro tranquilo, bogo en paz.

Es en esos dulces momentos de dicha distendida, en los que más pienso en el destino de mi hija.

Allá, en medio de tanta carencia, desidia, mentiras, vulgaridades, machaque, majomía, aburrimientos y toda esa pléyade de padecimientos intrínsecos que trae consigo el“socialismo próspero y sustentable”

Y al igual que ella, tantos miles de jóvenes, ávidos por conocer qué existe detrás del horizonte, tras los barrotes extensos salados y sangrientos, no tanto del mar, sino de ese lamentable-histórico-inicuo gobierno.

La imagen que acompaña a esta crónica, corresponde al final de LA HIJASTRA. Y quedaba pendiente, como una duda, o un llamado, urgente a considerar, sobre lo que estaba aconteciendo en nuestro país y las serias consecuencias para las venideras generaciones.

En el centro de la estrella solitaria, de una enorme, hiper raída, bandera cubana, colgaba esta joven, sin brazos, sin adornos y sin lazos, cual vestigio de los tiempos, mancillados, sin verdadera esperanza y sin gracia, que corren hogaño por Cuba.

Habría que ser muy masoquista* y escoger “aquello” para seguir subsistiendo.

*O muy comemierda.

¡En esta única vida!

Quizás a alguien le haga mejor digestión, la réplica de la cuna del monstruo pétreo de Birán.

O vegete feliz - junto a esos vejetes de razonamiento - comiendo diplomas, certificados, exiguas temporadas de casas en la playa y/o desabridas condecoraciones!

A mí, es que…

La mierda con sometimiento me produce acidez.

Y prefiero el raciocinio al racionamiento.

Sobre todo, de pensamiento.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Juan Carlos Cremata Malberti

Director de cine y guionista cubano. Se graduó en 1986 de Teatrología y Dramaturgia, en el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, posteriormente cursó estudios en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños graduándose en 1990.


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