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Cuando Abel hace de Caín

Siguiendo el pensamiento íntimo del burócrata deprimido, todos aquellos universitarios cubanos que, en los últimos años, han emigrado al turismo como fuente de empleo y riqueza, deben ser tildados de esclavos del Estado socialista, que cobra a empresarios extranjeros el salario y las cuotas de la Seguridad Social en dólares y paga a los trabajadores en pesos cubanos.

Abel Prieto en una imagen de archivo © ACN
Abel Prieto en una imagen de archivo Foto © ACN

Este artículo es de hace 4 años

Raúl Castro se equivocó al quitar a Abel Prieto de Ministro de Cultura y mandarlo al Centro de Estudios Martianos, donde el burócrata cheo debe aburrirse como una oveja y, de cuando en vez, las penas que lo están matando se atropellan y verbaliza su angustia con arranques de sinceridad, que son de agradecer.

La penúltima abelada, siempre habrá otra, consistió en tildar de esclavos a los cubanos emigrados que casi nunca consiguen un puesto de trabajo acorde a sus estudios y que se esclavizan, siempre según el verbo fogoso del gato volador, con una hipoteca y otros pagos.

La algarada Prieto ocurre en el peor momento posible para el tardocastrismo, ahora mismo enfrascado en camelarse a gusañeros para que inviertan en Cuba y solo a un mediocre con afanes de figurín silenciado se le ocurre meter ese ruido en el sistema en la “compleja coyuntura” que padece la isla; léase la crisis provocada por la dependencia de la fallida Venezuela.

Raúl Castro, Díaz-Canel, Ramiro Valdés, Ricardo Cabrisas y Bruno Rodríguez, entre otros, deben estar encabronados con Abel Prieto y preguntándose cómo es posible que alguien que ha sido ministro y miembro del Buró Político del Partido Comunista, reaccione con tanta inmadurez política en el peor momento posible para los intereses de la dictadura.

El exabrupto de Prieto obedece, además, a la miseria mental que asola al tardocastrismo que –en boca del funcionario- aparece como la única dictadura del ¿proletariado? que se avergüenza de los proletarios, discriminando a aquellos emigrados que no hayan podido conseguir un trabajo acorde a sus estudios.

Siempre creíamos que todo trabajo es digno; ahora sabemos que el compañero Abel establece una clara diferenciación entre los emigrados exitosos, según su peculiar prisma, y los que trabajan y ayudan a su familia en Cuba, aunque no sea en un puesto acorde con sus capacidades.

Siguiendo el pensamiento íntimo del burócrata deprimido, todos aquellos universitarios cubanos que, en los últimos años, han emigrado al turismo como fuente de empleo y riqueza, deben ser tildados de esclavos del Estado socialista, que cobra a empresarios extranjeros el salario y las cuotas de la Seguridad Social en dólares y paga a los trabajadores en pesos cubanos.

Como todo discurso político oportunista, Prieto peca de exageración, pues en Europa, excepto España, la mayoría de los asalariados nativos y extranjeros vive de alquiler hasta su jubilación y luego compran una casa para jubilarse en el lugar de su preferencia.

Quizá Abel Prieto ignore que en España, en los últimos años, se han jubilado como altos ejecutivos y empleados de las principales empresas españolas y europeas con sede en España, muchos cubanos llegados a Madrid en los años 60 y 70 del siglo pasado.

Algunos de ellos llegaron a Barajas descalzos porque en el aeropuerto de La Habana les arrebataron los zapatos y fueron recibidos y arropados por los Conchita Massaguer, María Comellas y Enrique Trueba, entre otros, que acudían a cada vuelo de Cubana de Aviación con abrigos y zapatos que recogían en el Centro Cubano de la calle Claudio Coello, en la capital española.

El joven científico cubano Eduardo López Collazo dirige el Instituto de Investigación Biomédica del hospital madrileño de La Paz; Jacobo Machover, Armando Valdés Zamora y Ferrán Núñez trabajan como profesores universitarios y de enseñanza media en Francia, donde vive la escritora Zoé Valdés, premio Planeta.

El resto de cubanos emigrados, en su mayoría, trabaja con esfuerzo y disciplina en diferentes áreas, aunque sin llegar éxito profesional de paisanos como Andy García, Carmelo Mesa Lago, Narciso Rodríguez, Jorge Pérez, Paquito de Rivera, Jorge Mas Santos, Arturo Sandoval, Armando Guerra o el matrimonio Estefan.

Si el funcionario parlanchín dudara, solo tiene que acercarse al ISRI y preguntar a Isabel Allende su experiencia como embajadora en España, donde constató, con satisfacción, que la mayoría de los cubanos estaban integrados y trabajando esforzada y honradamente.

Desde ahora, los emigrados cubanos estamos en deuda con Abel Prieto, al menos, en su amargura por arrinconamiento, ha dicho lo que de verdad piensan de nosotros él y otros mayimbes de la guara tardocastrista; lástima que tengan que taparse la nariz y contener la náusea que provocan en ellos nuestros dólares y euros de esclavizados.

Agradecido como un perro, Don Abel. Que Dios y Lenin lo guarden por muchos años y, por favor, no deje usted de saltar al ruedo de cuando en vez y darnos alegrones como el que acaba de propinarnos. Su desprecio manifiesto hacia muchos cubanos es impagable.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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