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San Isidro a priori

Una tiranía de casi 62 años tiene dilatada experiencia y eficacia en reprimir, de los reprimidos dependerá el mayor o menor éxito de sus acciones, que nunca deben ser empeñadas por el ego de uno o muchos actores.

Allanamiento a la sede del Movimiento San Isidro © Collage CiberCuba
Allanamiento a la sede del Movimiento San Isidro Foto © Collage CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

La dictadura castrista ha solventado, con poca violencia, pero notable costo político, la huelga de hambre y/o sed de miembros del Movimiento San Isidro para reclamar la libertad del rapero Denis Solís y la suspensión de la venta de alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad en dólares norteamericanos, mediante una solución negociada con las autoridades, que no iba a aceptar entrar en esa dinámica; aunque solo es cuestión de tiempo.

Solís sigue preso, tras ser sometido a una campaña pública de desprestigio, mediante la técnica totalitaria del asesinato de la reputación; y una mayoría de cubanos sigue discriminados por su creciente pobreza y desigualdad frente a la minoría que tiene tarjetas bancarias dolarizadas por decreto gubernamental y solidaridad de la emigración.

Contrario a lo afirmado por Granma y otros portavoces del tardocastrismo, el Movimiento San Isidro no es una organización política y, por tanto, carece de la experiencia práctica necesarias para entablar un desafío político; tampoco está subvencionado por gobierno o entidad extranjera alguna y su protesta espontánea, desinhibida y desorganizada obedeció a una reacción emocional al ver encarcelado a uno de los suyos.

Y esas reacciones emocionales, que pueden desembocar en protestas espontáneas, son las que atemorizan a la casta verde oliva porque -como la Primavera Árabe- pueden generar un movimiento de masas que borre al tardocastrismo de golpe y porrazo, y a ello obedece la desproporcionada reacción gubernamental a la acción de poco más de una decena de personas en una humilde casa de La Habana Vieja.

Si la mitad de los insultos y descalificaciones del régimen contra los miembros del Movimiento San Isidro fueran ciertas, la conclusión sería que la revolución también fracasó en las barriadas humildes y entre los cubanos más pobres, incluidos negros y mestizos que -según la letanía castrista debían besar por donde pisa el liderazgo blanco y excluyente que data de 1959.

Pero un aliado de los huelguistas, el periodista Carlos Manuel Álvarez, puso -involuntariamente- en bandeja de plata el pretexto que necesitaba el poder para no liberar o modificar la pena de Denis Solís y tomar por asalto la vivienda de la calle Damas, con el objetivo humanitario de preservar la salud de los amotinados, tras haber descubierto que una supuesta prueba PCR realizada al visitante, habría dado signos de alteración inmunológica.

Luis Manuel Otero hablando con los supuestos médicos

¡Tanta humanidad derramada solo es superada con la torpeza de los tres policías disfrazados de cosmonautas y sin carné de médicos, pero con mente represora, para chequear el objetivo y -previa coordinación- facilitar el asalto, desalojo y detención de los huelguistas de hambre y/o sed; justo cuando Estados Unidos, la Unión Europea y parte del mundo democrático comenzaba a fijarse en el penúltimo episodio del conflicto entre el gobierno castrista y anticubano con la mayoría de la población cubana.

Un periodista nunca debe ser la noticia, por brillante o valiente que parezca; solo debe contar lo que está pasando, pero sin involucrarse y, mucho menos acabado de regresar de Estados Unidos, de donde viene todo lo malo para el gobierno y parte importante de lo bueno para sus víctimas. Una visita medida y corta, incluida crónica de urgencia, habría bastado como gesto cívico, valiente y solidario; si fuera la intención, pero nunca quedarse a pernoctar y compartir espacio con la protesta de San Isidro, aún cuando permaneciera aislado en otra planta, que no deja de ser un reconocimiento de la imprudencia temeraria por inexperiencia y ardor juvenil.

Pese a ello, la dictadura no debe cantar victoria, aunque no faltarán los alabarderos que anuncien a los cuatro vientos la nueva victoria del miedo sobre los valientes; porque ha vuelto a quedar en evidencia su torpeza represiva y su incapacidad para leer la realidad cubana que es más plural, complicada y mísera que en 1980, cuando 125 mil cubanos huyeron del paraíso castrista para refugiarse en el infierno de Estados Unidos.

El gobierno Díaz-Canel-Marrero empieza a hartar a Europa, a gobiernos democráticos y al propio equipo de Joe Biden que -si llegara a gobernar y por mucho que se empeñase en gestos Made in Obama- tendría complicado lidiar con el pánico que recorre al tardocastrismo que -como un padre que ha perdido la autoridad- cada vez tiene que alzar más la voz para hacerse respetar porque los cubanos no creen en ellos y admiran, silenciosamente, a los chicos de San Isidro y otros opositores y activistas independientes.

Pruebas del hartazgo que provoca el tardocastrismo, fueron la fría reacción de la Iglesia Católica ante tanteos de las autoridades y la inmediata reacción del parlamento europeo condenando la represión contra el Movimiento San Isidro, tras una acertada gestión del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH).

Europa concedió a los demócratas cubanos lo que 24 horas antes había negado el gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos que -en su rodada cuesta abajo- pacta con Bildu, heredera de ETA, para repugnacia del mismísimo Felipe González y evita criticar a una dictadura totalitaria que le debe dos mil millones de euros a todos los españoles y reprime a cubanos empobrecidos con apellidos tan castizos como Otero, Alcántara y Solís. ¡Cosas veredes, Sancho!

Cuba democrática y anticastrista ya no está sola; sus hijos van ganando prestigio entre la comunidad democrática mundial, especialmente en ámbitos europeos y norteamericanos, que creen en los Derechos Humanos, la libertad y la riqueza; los carceleros de la isla están cada vez más cuestionados por su capacidad para negar el pan y la justicia a un pueblo noble, que los desprecia entre susurros y quebrantos.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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