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Agente Fernando desmiente a Gerardo, el espía fracasado

El agente Fernando vivirá con el desprecio solapado de la mayoría de los cubanos y su hijo emigrado tratando de explicar que ayudar a un padre no implica compartir su babosería política.

Agente Fernando de la dictadura cubana © Captura video TV cubana
Agente Fernando de la dictadura cubana Foto © Captura video TV cubana

Este artículo es de hace 2 años

El tardocastrismo, enredado en sus propias fabulaciones, ya ofrece estampas para la risotada cubana, como el reciente desmentido del agente Fernando al espía fracasado Gerardo Hernández Nordelo; un mediocre con casoplón en Siboney y que predica la virtud de las calabazas y piñas de contén cederistas.

Fernando reveló que fue un agente pluriempleado por la Seguridad del Estado, espiando no solo a Yunior García Aguilera sino también a otros opositores; circunstancia que desmiente la afirmación de Hernández de ¡cuántos serán, cuando hemos quemado a uno!, pues parece que no tanto, a juzgar por la plurichavitería del doctor Carlos Vázquez González.

Vázquez tampoco es que sea muy agudo, pues en medio del apurado libreto escrito por la Seguridad del Estado, aseguró que su hijo emigrado lo apoya y vive orgulloso de su padre; la primera parte es comprensible porque si no fuera por los dólares de su vástago y los salve de sus pacientes, viviría en la pobreza absoluta como muchos cubanos, pero asegurar que su hijo vive a gusto con su labor antihipocrática, solo se le ocurre a un doblegado y desesperado.

Un médico estudia para salvar vidas y curar enfermos, y aprovecharse de la relación médico-paciente para delatar a otro cubano, no ocurrió siquiera en los peores días de la dictadura batistiana, donde médicos, masones, empresarios, babalawos y cubanos anónimos -entre otros- intercedían por la vida de parientes y amigos perseguidos.

Abundan testimonios de asaltantes al Moncada, que lograron sobrevivir gracias a cubanos que arriesgaron sus vidas para protegerlos, incluidos enfermos del hospital cercano al cuartel, que convirtieron a atacantes en familiares que los cuidaban en su lecho de enfermo. ¡Menudo retroceso moral!

Fernando es el ejemplo vivo del destrozo ético perpetrado por el castrismo contra Cuba, donde la simulación y la amoralidad son amarga cotidianidad, y la pobreza instaurada provoca actitudes delictivas o casi; que son aprovechadas por la Seguridad del Estado para reclutar forzosamente a soplones efímeros y necesitados.

Cuando Cuba sea una democracia, los testimonios de agentes reclutados por comprometimiento engrosarán la enciclopedia de la infamia y harán entender a muchos la naturaleza criminal del comunismo de compadres que oscureció a la nación, dejando en el olvido y el desamparo a quienes dieron lo mejor de sus vidas a la gran estafa del siglo XX en el Caribe, que aun conserva la capacidad de encumbrar temporalmente a abyectos de toda ralea, como Fernando, Gerardo y esa señora recitando frente a la puerta de Yunior García Aguilera, mientras un esbirro avisa que el líder de Archipiélago está advertido.

Vano empeño, advertidos viven la mayoría de los cubanos desde hace años, lidiando con la pobreza, la desigualdad y los alardes estériles del devaluado poder, que cada día tiene que gritar más alto para fingir que goza de respeto y, de paso, espantar el miedo que lo corroe por haber traicionado a un pueblo noble, capaz y solidario, que puso fecha de caducidad a los pancistas del oeste de La Habana, donde el mal gusto convive con el derroche, la mentira y la cobardía.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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