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"Escapar de Cuba es poner tu vida en riesgo cada minuto en el camino hasta la meta deseada" (ENTREVISTA)

"Yo me quedé sin mi Malecón, sin mis vecinos, sin mi apartamento, sin mi perra; pero ellos se privan de los más valiosos hijos de un país que se queda vacío y sin futuro..."

Cubano Carlos Gómez Abiague cuenta su periplo migratorio © Cortesía del entrevistado
Cubano Carlos Gómez Abiague cuenta su periplo migratorio Foto © Cortesía del entrevistado

Este artículo es de hace 1 año

Con la decisión que lo caracteriza, con el instinto de supervivencia que siempre lo ha identificado, ese genuino talento con el que emprende todo en su vida, un muchacho al que considero un hijo, Carlos Gómez Abiague, acaba de enfrentar con éxito un gran reto y no precisamente deportivo: llegar a los Estados Unidos de América.

En mi conversación con él, hecha por videollamada, observo radiante el atractivo rostro del judoca, deportista eterno, voleibolista en sueños: rostro de quimera hecha realidad, de chico dulce y bueno que sabe hasta dónde poder llegar en esta vida.

Te conozco y aquí no pertenecías al inmenso grupo de los que “sobreviven”. Sin ser rico, tenías tu vida con cierta forma tranquila.

Jajajaja ¿Tranquila, madre? En La Habana, pude alcanzar la meta que para muchos hoy aún es imposible, tener mi casa propia, tras muchas horas de sacrificio y días interminables de trabajo de toda índole, alejados del formalismo sindical.

Muy a pesar de las carencias diarias que sufren los cubanos, yo estaba "bien"; tenía comida, casa y mi gente. Emigrar no era una prioridad, sino una utopía que veía lejana, posible pero lejana, hasta el día que comenzaron las citaciones y amenazas.

Antes de que me cuentes quiero que te presentes a los lectores de CiberCuba.

¡Bien! Aunque nací en La Habana, en el Hospital Naval de la Habana del Este, mi infancia y adolescencia transcurrieron en Santiago de Cuba, una ciudad que aún me apasiona. Soy el hijo mayor de Odalys y el más chiquito de Mario, tengo un hermano, dos sobrinos y más de 50 primos en total y un arcoíris de colores en la familia.
A La Habana regresé en 2006 a estudiar en la otrora incomparable Universidad de las Ciencias Informáticas para cumplirle el sueño a mi mamá de un título, aunque eso incluyera alejarme de mis pasiones: el judo y mi gente.

Al concluir el período lectivo universitario, sobreviene la abrumadora realidad de la ciudad capital donde todo cuesta y nada es fácil, así es como transito desde camarero de un paladar, a profesor de inglés particular, traductor y guía de turismo, donde logré crear mi propio imperio (siempre por la izquierda) porque era una actividad tipificada como prohibida.

Trabajé con muchos mercados, aunque estuve alrededor de tres años casi exclusivo con mercado israelí, hasta que llegó la indeseable pandemia que detuvo el turismo a nivel mundial y sin perder mucho tiempo, tuve que emprender camaleónicamente una carrera de "revendedor".

Esto fue gracias a la buena voluntad de muchos antiguos clientes que, a través del comercio electrónico, me facilitaban productos de cualquier rango y yo los vendía aprovechando las carencias en el mercado nacional. Que conste, jamás vendí medicinas y la comida al precio de costo, porque mi esencia no me permitía lucrar con la salud o el hambre de los demás.

Ni como hombre ni como cubano ni como religioso hubiera podido hacer leña del árbol caído con semejantes cosas que se supone deban estar garantizadas en un país que se autodenomina potencia médica y paraíso social.

Yo soy testigo directo de esa actitud de Carlos, buen hijo, buen amigo, buen vecino y sobre todo, una gran persona; como esas que están saliendo de nuestras fronteras a millares.

Por cierto, retomemos lo de las amenazas y presiones recibidas, que finalmente te motivaron a abandonar tu tierra.

Cuando me disponía a reiniciar mi trabajo como guía de turismo, tras amainar la crisis provocada por la pandemia, agentes de la SE se personaron en mi casa y tuve que someterme a su escrutinio parcializado en la guarida de Zapata y C, allí me "advirtieron" de que no podía ejercer como guía y menos de israelíes, porque ese turismo era propenso a traer dinero para apoyar la subversión interna.

Cuando piensas que no hay nada más cursi o descabellado, aparecen estos personajes con semejantes conclusiones, además de intimidarme por mis publicaciones en redes sociales contrarias al discurso oficialista y mencionaron el delito de mal uso del espacio radioeléctrico, como si las plataformas de redes sociales fueran de ellos ¡Ese día supe que mis días en Cuba estaban contados...!

¿Qué hiciste? Porque una cosa es querer y otra poder y sé que, como a todos, el COVID te perjudicó mucho.

Efectivamente, ahí vino la premura y comencé a vender todo lo que pude; menos mi bella cachorra de husky siberiano, Azul, hoy al cuidado de mi madre y mi casa, lo vendí todo, incluso mi colección de camisas que era mi tesoro.

Costear un viaje de ese calibre necesita varios ceros en la cifra, así es como logro un boleto con destino final a Nicaragua, viaje inicial truncado cuatro días antes de lo previsto por la repentina solicitud del gobierno de Costa Rica de Visa de tránsito para los cubanos, irrespetando los boletos comprados previos a la solicitud.

Perdí 3,600 USD en esa gracia, pero la meta la tenía muy clara y no me detuve. Compré otro boleto por otra vía alternativa y en ese tiempo de demora, seguí de "merolico" para recuperar algo de lo perdido y así logré salir de Cuba a finales de marzo de 2022.

Salí con la cabeza rapada y vistiendo una camisa anaranjada, como mismo salen los convictos de una prisión. Así visualicé mi huida, porque eso fue lo que tuve que hacer, huir de mi barrio, de mi gente, de mi familia, de mis amigos, de mi perra, por el capricho de algunos que lejos de aportar, arruinan la sociedad cubana.

Eso fue lo que tuve que hacer, huir de mi barrio, de mi gente, de mi familia, de mis amigos, de mi perra, por el capricho de algunos que lejos de aportar, arruinan la sociedad cubana

¿Cómo te resultó el trayecto? Para muchos ha sido infernal amén de los que han devuelto a la Isla.

¿Infernal? Sí, puede ser un buen adjetivo para acercarnos a lo vivido. Al bajarme del avión comenzó la experiencia más terrible de mi vida que me llevó a atravesar siete países contando las escalas de vuelo y ver la maldad de una parte de la raza humana, vi cosas muy duras de contar, vi gente rendirse, vi personas sorprendidas en las habitaciones de hoteles y deportadas a Cuba… ¡A esos les digo que no se rindan!

Me tocaron horas interminables en la bodega de un camión, escaladas de lomas bajo agua, pero la fe y la seguridad de que llegaría a mi destino me libró de muchas cosas en el camino; ese trayecto de 32 días quedará en mi mente, escondido, pero imborrable.

La gente que desespera en Cuba por la situación tétrica que se vive tanto económica como políticamente, sueña con la travesía y lograr el sueño americano. Pero muchos ignoran que no es un campismo, no es una excursión.

La gente que desespera en Cuba por la situación tétrica que se vive tanto económica como políticamente, sueña con la travesía y lograr el sueño americano. Pero muchos ignoran que no es un campismo, no es una excursión

Imagina tener que meter mi cuerpo de 90 kg y 1,80 metros de altura en un espacio donde no me podía mover, al punto que tuve que orinarme encima porque en esos retenes policíacos se demoran lo que quieren y si te mueves, te descubren y para Cuba de vuelta.

O no imaginan qué cosa es ir 18 o 20 personas a bordo de una camioneta bajo un torrencial aguacero atravesando las montañas hondureñas y no poder encender una luz y confiar en Dios y en la memoria del chófer para recordar cada bache o cada curva o, en el mejor de los casos, cruzar un río que ahora de repente, tiene cocodrilos.

¡Escapar de Cuba no es lograr el sueño americano súbitamente, escapar de Cuba es poner tu vida en riesgo cada minuto que transcurre en el camino hasta la meta deseada!

Fue un sueño: atravesar el río Bravo en una balsa, ayudar a los que iban conmigo y poseían menor condición física que yo y al fin, llegar a territorio estadounidense, en calidad de delincuente (por ingresar a una nación ilegalmente).

Y que me trataran de señor, con carácter militar pero con respeto, me alimentaron tres veces al día y con mucha suerte para mí, me tocó enfrentar un oficial de inmigración y hacer la entrevista en Inglés.

Definitivamente me ayudó y fui bendecido con el parole humanitario. Hoy hace un mes que vivo en Estados Unidos, donde he puesto cercas, he limpiado patios, pero estoy feliz. El principio es un proceso que estoy disfrutando para que sea llevadero, y que de seguro me llevará al éxito.

En este recorrido prevaleció la disciplina y concentración que me inculcó el judo pues con la misma fuerza que me aferraba a mangas y solapas de judoguis rivales me aferré con la fuerza de mi cinturón negro 1er dan a la única opción que tenía: ¡sobrevivir! Y lo hice.

¿Qué experimentaste al pisar suelo estadounidense?

Fue la sensación más grande de libertad y seguridad que he sentido en mi vida.

Tú nunca comulgaste con los preceptos de este país. ¿Por qué irte y no tratar de lograr un cambio pacífico? ¿Desde EE.UU. te atreves a decirle algo a los que como tú no simpatizan con las ideas revolucionarias, pero no tienen los medios para escapar?

La disyuntiva de quedarme en Cuba a luchar por un cambio o emigrar y vivir, quizás sea egoísta pero desde mi experiencia es una cuestión de supervivencia. El régimen aplica un código penal primitivo e imparcial para aquellos que disienten, lo hacen público para amedrentar a los que como yo, cree que el comunismo más que un fracaso, es una maquinaria diabólica que acaba con la nación donde se implante, porque yo me quedé sin mi Malecón, sin mis vecinos, sin mi apartamento, sin mi perra; pero ellos se privan de los más valiosos hijos de un país que se queda vacío y sin futuro...

Desde la acera del frente, el césped es siempre verde; entonces aconsejar o arengar a los que desafortunadamente no tienen las vías para escapar de Cuba, sería injusto y un tanto cobarde, pero solo les puedo decir una cosa: persigan sus sueños, cualquiera que estos sean, no importa cuán lejos estén, todo es posible si le ponemos el alma. ¡Muchas bendiciones para todos los cubanos!

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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos


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