De humorista a empresario: Éxitos para Nelson Gudín

“Siempre voy a ser artista, aunque trabaje en otras funciones. Ser artista es una condición, uno nace con eso...”, dijo a CiberCuba el popular actor y humorista, que en unos días abrirá su restaurante de comida cubana en Hialeah.

Nelson Gudín Foto © Cortesía a CiberCuba

La inauguración el próximo día 12 del restaurante El Callejón del Tarro, de Nelson Gudín, el conocido “Bacán de la Vida”, ha sido uno de los motivos de la conversación que sostuvimos cuando lo “asalté” en plena Calle 8 en La Pequeña Habana.

Flor de Anís, Bacán, Urbinito, Mentepollo… ¿a quién entrevisto? ¿Cuál de esos personajes te ha hecho más feliz? Muchos humoristas apelan a un solo personaje, ¿por qué tú a varios?

Aclaro que Flor, Urbinito y el Bacán han sido interpretados por mí y, aunque Mentepollo es un personaje creado por mí, lo interpreta Carlos Gonzalvo. Prefiero responderte como Nelson Gudín, porque los personajes tienen sus vericuetos y otras personalidades, con formas de pensar independientes a la mía. Los personajes los “pare” uno; son creados por una necesidad creativa y todos me hacen muy feliz.

He creado varios personajes y me di a conocer, me hice popular por el Bacán de la Vida. Aunque en el teatro había hecho otros, fue el Bacán el que me lanzó a la popularidad. Flor de Anís fue creado porque había cosas que yo quería decir que adquirían mayor dimensión desde el punto de vista femenino. Con Urbinito quería acercarme al campesino cubano, muy criollo, puro, que es aparentemente rudimentario, pero siempre con cosas que decir. Es que yo soy guajiro. Además, me ayudaban a retratar un poco mi realidad, la realidad cubana, la que siempre viví.

Cada uno tiene su manera particular de decir y bueno, aquí en Miami también he construido personajes como Ismael, Lino, y todos me siguen haciendo feliz porque yo hago humor no solo para hacer chistes, sino porque tengo cosas que decir.

Desde Pilón, en Granma, ¿eres artista, estudiaste arte, te pudieras considerar autodidacta? Dime de tu pasión literaria que comenzó en la niñez y tu amor por el teatro.

Desde Pilón ya incursionaba en el arte; allí teníamos un grupo de aficionados y yo escribía para el grupo y hacía teatro dramático y sí, soy autodidacta. Desde que descubrí el teatro, he sido un apasionado de las artes y de la literatura y no he parado de estudiar; yo aprendí a leer con mi papá antes de ir a la escuela y no me he detenido más. De adolescente empecé a escribir para el humor que tiene que ver con la actuación y con el teatro.

La televisión te recibió con los brazos abiertos. ¿Qué significó la tele para ti? ¿Cuán difícil es hacer humorismo en un país comunista, sin libertad de expresión? ¿Qué significó para ti “Deja que yo te cuente”?

Yo llegué a La Habana en 1997 y en el 2000 entré a la Televisión Cubana por recomendación de [Osvaldo] Doimeadiós y de Antolín el Pichón [Ángel García] y contacté al director Julio Pulido. Lo primero que hice fue el programa “Fin de semana”, donde se concentraban los humoristas que habían quedado de “Sabadazo”, y entré escribiendo.

Imagínate, trabajé 14 años en la Televisión Cubana, ¿cuántas anécdotas podría tener? Tengo muchas buenas y otras… ¡no muy buenas! En “Deja que yo te cuente” estuve ocho años y era polémico porque reflejaba la realidad del pueblo. Era, debes recordarlo, más bien una crítica social y era muy difícil porque competíamos con programas de otros países que tienen superproducciones y teníamos grandes problemas con la tecnología.

Además de la censura, que era mucha, y si no hacíamos un programa donde, al menos, la gente se vea reflejada, pues no íbamos a tener teleaudiencia. A pesar de todo eso, yo fui feliz con la televisión porque me educó, me enseñó cosas y ahora no voy a decir como dicen muchos: “Yo luché, hice cosas ¡Nooo…!”. Yo fui respetuoso y disciplinado con la política editorial cubana como he sido respetuoso y disciplinado con la política editorial de los canales aquí en Miami cuando he venido a trabajar.

Yo no soy un productor, yo no soy nada; soy un trabajador y asumo lo que establezca la editorial para la que esté trabajando. Con eso he sido muy claro toda mi vida. Yo me considero un obrero. ¡Ah! En mis redes sí digo lo que quiero y como quiero, pero cuando uno está contratado, tiene que acatar lo que está establecido en las televisoras.

Aquí estuve contratado por tiempos cortos, otros por tiempos largos y así, pero nada fijo, y ya no he entrado más a la televisión. Sí he hecho cosas en el teatro, en clubes.

Con el sistema político de Cuba es muy difícil hacer televisión porque es muy censurada y con lo único que se puede decir hay que hacer el Noticiero, la telenovela, el programa musical, el humorista… Y así es muy difícil; hay que desdibujarlo todo y dejarlo implícito, ser irónico y ellos se dieron cuenta. Fue así que el programa “Deja que yo te cuente”, con ocho años al aire, decidí “descansarlo”.

Pasábamos mucho trabajo para trabajar, no se podían tocar muchos temas, faltaban recursos y me llegó un trabajo fuera del país y lo aproveché. Ellos no eliminaron el programa, luego quise volver y me daban evasivas o me llamaban para grabar un programa, y ese programa no salía o cortaban mi parte. Así, me di cuenta que yo estaba censurado; nadie me lo dijo, simplemente no me daban trabajo y, cuando hacía algo, me quitaban… ¡Como se hacen las cosas allí!

Tus premios literarios y los humorísticos en Aquelarre…

Premios literarios y humorísticos no hay muchos. Cuando era aficionado, sí me premiaban en el teatro varios años en los festivales: premio al guion, a la puesta en escena. En literatura, un premio de poesía para niños; algunos premios territoriales de poesía, pero ¿te digo algo?, el premio mayor ha sido el aplauso de la gente y… ¡bueno! en el humor sí he tenido muchos reconocimientos, en los Aquelarres por ejemplo: premios de actuación, de puestas en escenas… y luego, no participaba porque formé parte del jurado por muchos años. O sea, que el cariño de la gente, la admiración de los más especializados ha sido mi mayor premio.

¿Qué te impulsó a irte de Cuba, cuándo llegas a Miami?, ¿qué has hecho, por qué esta idea del restaurante?

Yo había venido a Estados Unidos como 20 veces y siempre vine a actuar a los teatros y en la televisión, siempre a América Tevé en el canal 41. Trabajé con Carlos Otero, con Carlucho durante tiempos largos, escribiendo y actuando. Nunca quise quedarme porque tenía mis hijos pequeños en Cuba.

Soy ciudadano español y eso me permitía viajar, además mi familia entera lo podía hacer. Yo soy muy familiar, soy un guajiro de campo, de aldea. Este es un país muy cosmopolita, me asustaba y solo venia por tiempos; y ya hace cuatro años, me llamó Carlucho para un canal que él tenía y decidí establecerme aquí.

Total, ¡ya estaba censurado en Cuba, no tenía trabajo! Con decirte que los dos últimos espectáculos que tenía preparados en la isla, llegó el ministro de Cultura y me suspendió el espectáculo, ¡¡así no más!!

O sea, no tenía trabajo en Cuba. Compré una parcela de tierra y estuve un tiempo con mis animales, mis caballos. Entonces, apareció un contrato de trabajo en Miami y decidí irme y establecerme aquí.

Mira, Julita, aquí uno tiene que experimentar cosas y por eso la idea de abrir un restaurante. Primero quise hacerlo con un teatro, pero es muy difícil y yo no tenía cómo comprar un teatro; de hecho, renté un teatro unos meses y no me fue tan bien, no iba la cantidad de público que me hacía falta para cubrir los gastos, y apareció alguien que me propuso lo del restaurante.

Yo sé cocinar. Esto era una pizzería, pero pensé: “Mejor hacer un restaurante” y, aunque no soy yo el que cocina, sí son las recetas de mi abuela que cocinaba riquísimo porque tenía lo español con la parte guajira, de mi tía que cocinaba muy bien, de mi mamá… ¡y aspiro que a la gente le guste!

Espero que a la gente no le pase como a mí, que a veces salgo a comer algo y no colman mis expectativas. Quiero que este restaurante sea como cuando vas a una casa cubana y comes, por ejemplo, unas yucas con huevo frito o un tasajo con boniato o un chilindrón con ese sabor casero…, y aspiro que a la gente le guste el sabor a la casa. Quiero que nos vaya bien, que se convierta en un negocio familiar, porque yo sigo actuando, pero es cuando aparece, y si el restaurante me da para pagar los “biles” y vivir y a la gente le gusta… ¡pues, ya con eso estoy complacido!

¿Consideras que Miami es un cementerio para los artistas cubanos?

Todo depende desde el ángulo que el artista lo vea; yo no vine aquí a Hollywood ni pretendiendo hacer películas ni grandes producciones, yo vine contratado para escribir y actuar en una televisora y decidí quedarme, pero eso tuvo un fin.

Luego me fueron surgiendo otras actuaciones y otros guiones, pero como en todos lados, los artistas no son fijos; el trabajo es inestable. El que pensó que venía aquí a hacer la carrera de su vida está jodido. Martí decía: “Arte soy entre las artes y en el monte, monte soy” y también decía: “Ganado el pan, hágase el verso”.

Primero somos seres humanos; yo soy primero un padre de familia y mi misión en la vida es vivir y ser feliz y trabajar y luchar. Yo vine aquí con el objetivo de establecerme, encontrar un trabajo. Siempre voy a ser artista, aunque trabaje en otras funciones. Ser artista es una condición, uno nace con eso y, aunque no esté en un escenario, siempre la gente me va a decir artista, y lo mismo trabajo en una película que en un show que en una fiesta privada.

Pero también he repartido paquetería en Amazon, he hecho UBER, he sido chofer en una clínica médica… y también he sido feliz y les decía a los viejitos que transportaba: “Yo no transporto viejitos sino a leyendas”, porque me contaban tantas historias. Andaba en éxtasis el día entero, conocí la ciudad, me sentía útil porque me di cuenta que aquí no me muero de hambre, porque en Cuba trabajando en la televisión yo decía: “¡Ay, Dios mío!, si este programa se cae, ¿qué hago?”.

A mí no me entra el inglés, solo dos palabras para resolver. Este no es nuestro país, aquí nos acogen. Sólo hay que ser respetuoso con las leyes. Este país no es grande por gusto, lo han construido los estadounidenses porque es su país y a nosotros nos han acogido.

Entonces, hay que ser agradecido y no tiene mucho que ver con nosotros, pero también tiene cosas lindas como la vida, entonces no creo que sea el “cementerio de los artistas”. Nos vamos a morir aquí igual que en Cuba, pero aquí existe oportunidad para todos.

En Cuba no tenía trabajo y ahora con la situación que hay, los viejitos la están pasando muy mal, los artistas todos deben estar penando porque hay pocos proyectos y la cosa allá está cada vez más dura, y el que dijo que Miami es el “cementerio de los artistas” lo hizo por envidia o para sembrar el miedo.

Esto es otro mundo, lleno de posibilidades. He aprendido a amar esto; al principio la pasé mal, pero cuando te adaptas, ves la parte linda y haces cosas que las veías inalcanzables. Aquí lo que te propongas lo logras y eso te hace feliz, te hace grande.

¿Por qué a nadie se le ha ocurrido hacer una televisora cubana en Miami aprovechando artistas, directores, productores, músicos, periodistas, maquillistas, camarógrafos, editores, etc., etc., etc., que ya se encuentran en esta ciudad? ¿Te lanzarías, de poder hacerlo?

Tal vez alguien lo ha pensado porque aquí hay muy buenos ingenieros, camarógrafos, locutores, actores y periodistas, pero es que la televisión es muy cara y las redes han acabado con la televisión. Creo que la única televisión que queda con público de verdad es la televisión americana porque ni siquiera los canales latinos cuentan con buenas teleaudiencias como antes.

Ya han ido perdiendo público porque las redes se lo han tragado; es como si anduvieras con el televisor en la mano para todas partes, puedes elegir lo que realmente te interesa: a la gente le gusta más lo que no está tan elaborado y con inmediatez.

La televisión se va quedando detrás, ahora lo que atrapa son las redes. Además, la gente no tiene tiempo para sentarse a ver un programa. Hasta en Cuba la gente ve más el celular que la televisión, con la excepción de las personas mayores que sí la ven, pero aquí no. Yo mismo no veo televisión y no se me ocurriría, aunque tuviera el dinero, comprar una. En estos momentos, no funciona.

Familia, aquí y allá…

En Cuba me queda mi hija mayor y un nieto de seis años, mis hermanos y mis sobrinos, mis grandes amigos, mis vecinos; mis padres fallecieron, aún tengo mucha gente que quiero. Aquí tengo a mi esposa, a mi hijo, a muchos amigos que me quieren, algunos colegas artistas que compartimos la vida de emigrantes, de luchar, y a veces nos reunimos, hacemos fiestas, nos reímos.

Uno está dividido, como mismo está dividido el mundo, pero hay que ser feliz y sentirse orgulloso cuando logras cosas. Y echar hacia adelante y saber que somos una comunidad grande que estamos en todas partes y con muchas esperanzas, que puedan venir siempre las buenas. Y, por último, Julita, agradecerte por pensar en mí, por quererme y respetarme, lo que es recíproco.

Espero triunfar en el restaurante y que los que vengan coman como en casa; es el slogan: “Se come como en la casa”.

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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos


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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos

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