El régimen cubano admitió errores en la evaluación del Programa de Gobierno para corregir distorsiones e impulsar la economía, con énfasis en la producción de alimentos.
“Pensamos que estamos bien, pero estamos muy lejos de satisfacer las necesidades de la población”, reconoció el viceprimer ministro José Luis Tapia Fonseca durante una videoconferencia encabezada por el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, con gobernadores y autoridades locales.
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Este reconocimiento se suma a una serie de admisiones públicas recientes del gobierno cubano sobre la ineficacia de sus políticas económicas.
En diciembre de 2024, las autoridades reconocieron el fracaso del plan de reimpulso económico implementado un año antes; y en abril de 2024 admitieron que la bancarización y la tasa oficial de cambio para las divisas no cumplieron sus objetivos, generando aún más distorsiones.
A estos problemas se añade la falta de liquidez para pagar salarios y pensiones, reconocida por el propio gobierno. En febrero de 2025, el régimen admitió que un salario mensual de 6,000 CUP resultaba insuficiente para cubrir necesidades básicas.
También se reconocieron fallos estructurales en sectores clave como la salud —con escasez en hospitales— y en proyectos emblemáticos como la Zona Especial de Desarrollo Mariel, cuyo impacto ha sido prácticamente nulo.
Asimismo, el gobierno reconoció la dimensión histórica de la crisis migratoria que vive el país, describiéndola como “la más grande de su historia”, mientras miles de cubanos abandonan la isla por mar o tierra buscando condiciones dignas de vida.
Escasez de alimentos: una crisis persistente y profunda
Uno de los elementos más graves y recurrentes de la crisis cubana es la escasez de alimentos, que ha afectado todos los niveles de la población, desde las ciudades hasta las zonas rurales.
La falta de productos básicos como arroz, frijoles, aceite, carne, leche o pan, ha provocado colas interminables, mercado negro y precios inaccesibles en el sector privado.
La caída en la producción agropecuaria ha sido sostenida durante los últimos años, afectada por el abandono del campo, la falta de insumos, y un sistema de planificación centralizada que ha fracasado en garantizar alimentos a la población.
A esto se suma la poca efectividad de los sistemas de distribución y comercialización estatales, que muchas veces dejan productos perecederos sin recoger o sin procesar por falta de transporte o planificación.
Los propios agricultores han denunciado trabas burocráticas, impagos del Estado y restricciones para comercializar libremente sus productos. Aunque el gobierno ha aprobado nuevas medidas para ampliar la participación de actores no estatales, estas han sido insuficientes o mal ejecutadas.
En barrios populares y comunidades vulnerables, la situación es especialmente crítica. El régimen ha reconocido que existen más de 1,200 comunidades en condiciones de pobreza extrema, donde conseguir comida es una tarea diaria marcada por la incertidumbre.
A pesar de los intentos de justificar la crisis por factores externos, cada vez son más los funcionarios que admiten causas internas, como la mala gestión, la improductividad y la desorganización.
En los últimos años, los precios de los alimentos en los mercados informales se han disparado. Productos como el aceite han llegado a costar más de 1,500 pesos por litro, y en algunos casos los revendedores ocultan mercancía para luego venderla a sobreprecio.
Ante esto, Manuel Marrero anunció que se procederá al decomiso directo de mercancías ocultas, sin necesidad de multas ni autorizaciones superiores, según reportó el Noticiero Nacional de Televisión (NTV).
Un patrón de fracasos reconocidos
Este reconocimiento sobre la escasez de alimentos forma parte de un patrón más amplio de admisiones públicas que van desde los apagones, la inflación, la caída del salario real, hasta el fracaso del llamado “ordenamiento económico”.
Incluso el gobernante Miguel Díaz-Canel ha llegado a declarar que los errores se deben a que “no somos robots programados”, una justificación que poco consuela a una ciudadanía cada vez más desesperanzada.
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