Un apagón durante un concierto del reguetonero Yomil en Santiago de Cuba volvió a poner sobre la mesa la fragilidad del sistema eléctrico nacional y su impacto directo en la vida cultural del país, en plena crisis energética.
El incidente, que ocurrió en medio de una actuación nocturna del popular artista urbano, provocó el desconcierto del público y la interrupción momentánea del espectáculo, según pudo apreciarse en un video compartido en redes sociales por el comunicador independiente Yosmany Mayeta Labrada.

No es un hecho aislado: conciertos de artistas como Ivette Cepeda, Frank Delgado, Cándido Fabré o la Orquesta Aragón también han sido afectados por cortes de electricidad en distintos puntos del país en los últimos meses. Incluso agrupaciones como el Septeto Santiaguero se han visto obligadas a cancelar presentaciones programadas.
El caso de Yomil reviste particular interés, no solo por su arrastre entre el público joven, sino por la ambigüedad de su postura frente al régimen cubano. Aunque ha evitado definirse abiertamente como opositor o partidario del régimen, su participación en espacios de debate promovidos por la oficialidad cultural ha generado polémica y críticas desde distintos sectores, incluido el exilio.
Su presencia, junto a figuras como Yulien Oviedo, en encuentros organizados por entidades oficialistas para discutir el papel del reparto y otros géneros urbanos, sugiere una estrategia oficial para cooptar a artistas populares y vincularlos con su aparato de propaganda.
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Esta evolución contrasta con la actitud que durante años mantuvo el oficialismo hacia el reguetón y sus derivados, tildados de "vulgares" y "ajenos a la identidad nacional".
Ahora, ante la innegable popularidad del género y su arraigo social, medios y portavoces del régimen —incluida Lis Cuesta, esposa del gobernante designado— han pasado de la censura al elogio, llamando incluso a “apropiarse culturalmente” del movimiento urbano.
La precariedad eléctrica, sin embargo, pone límites visibles a ese esfuerzo. En medio de la peor crisis energética que ha vivido la isla desde los años noventa, los apagones no solo afectan hogares y centros productivos, sino también el ya menguado ámbito del entretenimiento.
Para muchos cubanos, asistir a un concierto representa una rara posibilidad de escape o distracción, que se ve frustrada por la falta de garantías mínimas.
Así, mientras el régimen intenta utilizar a artistas como Yomil para lavar su imagen ante una juventud desencantada, la realidad de los apagones —con su impacto en la cultura y el ocio— vuelve a desnudar la gravedad estructural de una crisis que ni la música logra disimular.
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