El economista cubano Pedro Monreal criticó con dureza la reciente “autocrítica” del gobernante Miguel Díaz-Canel sobre la crisis económica que atraviesa Cuba, al considerar que evita reconocer errores fundamentales de política y el impacto directo del gobierno en el deterioro del nivel de vida de la población.
A través de una serie de publicaciones en la red social X (antes Twitter), Monreal desmontó los argumentos expuestos por Díaz-Canel durante una entrevista difundida el 20 de junio en el canal oficial de la Presidencia, en la que reconoció “errores” en la conducción económica, entre ellos el fracaso de la llamada Tarea Ordenamiento, la baja inversión en sectores claves y la “mentalidad importadora”.
Sin embargo, el gobernante designado y primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) volvió a culpar principalmente al embargo de Estados Unidos de los males que aquejan a la nación.
Para el economista, este enfoque omite deliberadamente responsabilidades internas. “Existe renuencia oficial a reconocer la responsabilidad directa del gobierno en el empobrecimiento masivo de la sociedad cubana”, sentenció en su hilo, donde también subrayó que no basta con decir que “no salieron bien las cosas”, cuando en realidad hubo fallos previsibles de diseño, aplicación y prioridades de política económica.
Como ejemplo, Monreal señaló la implementación del “ordenamiento económico”, al que describió como un error evitable: “Un cambio de precios relativos centrado en redistribuir riqueza […] sin fortalecer previamente la capacidad de respuesta de oferta, incluyendo la privada, repetiría el tipo de crisis que hoy existe en Cuba”, explicó.
Asimismo, criticó que se pretenda encubrir la magnitud del fracaso al hablar de “distorsiones” en lugar de admitir que nunca se aplicó realmente una unificación monetaria ni cambiaria efectiva. A su juicio, los problemas actuales se derivan de una secuencia equivocada, una devaluación insuficiente y la falta de un régimen cambiario funcional.
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Monreal también apuntó a la expansión del mercado informal y de la dolarización parcial como síntomas de una implementación caótica de la política económica, que ha agravado la inequidad y la pobreza.
Otro de los señalamientos del economista se dirigió a la falta de inversiones en la agricultura, mencionada por Díaz-Canel como una debilidad. Monreal rechazó la noción de que simplemente no se haya podido invertir en el agro, y enfatizó que se trató de una decisión política deliberada de priorizar otros sectores como el turismo.
“Decir que no se ha hecho un uso racional de los recursos disponibles no es una equivocación en sí misma, sino el resultado de un error crucial: la utilización del esquema de planificación centralizada”, argumentó, en referencia al modelo defendido por la “Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano”.
La crítica de Monreal resulta particularmente significativa en un momento en que el propio gobierno reconoce la gravedad de la situación, marcada por una inflación galopante, una crisis energética sin precedentes y el éxodo masivo de cubanos.
En la misma entrevista, Díaz-Canel admitió que los apagones han llegado a durar hasta 20 horas diarias, y que el sistema eléctrico está en estado crítico.
Para el economista, el verdadero problema de fondo es la incapacidad del modelo actual de generar mecanismos de retroalimentación y aprendizaje. “Que sea entendible el comportamiento negacionista o minimizador de un gobierno respecto a errores de política económica no justifica tal acción”, sentenció.
Las observaciones de Monreal se suman a un creciente coro de voces críticas, dentro y fuera de la isla, que exigen no solo explicaciones, sino también un cambio real de políticas que saque al país del abismo económico en el que se encuentra.
Mientras tanto, el discurso oficial continúa anclado en una narrativa que, según los expertos, impide afrontar con honestidad los errores estructurales del sistema.
La autocrítica de Díaz-Canel resulta profundamente hipócrita, viniendo de un régimen que impide la existencia de fuerzas políticas alternativas con proyectos económicos distintos, y que ha gobernado sin alternancia durante 66 años. En Cuba no existe un sistema pluralista donde los errores de un gobierno puedan ser corregidos por otro a través del voto, ni hay espacio para el disenso sin represión.
La continuidad del poder se impone como objetivo central, por encima de los resultados de sus políticas o del bienestar ciudadano. Así, la admisión parcial de errores pierde valor cuando no hay voluntad política de transformar un modelo fracasado ni de rendir cuentas ante la población.
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