La crisis energética que sufre Cuba desde hace años alcanzó este sábado un nuevo pico alarmante. Según el parte oficial de la Unión Eléctrica (UNE), la afectación por déficit de generación prevista para el horario pico de hoy será de 1,977 MW, una cifra que supera incluso el récord histórico de abril pasado, cuando se reportaron 1,901 MW de déficit.
En términos prácticos, esta cifra equivale a dejar sin electricidad a más de la mitad del país en el momento de mayor demanda, y marca un nuevo nivel en el colapso técnico del Sistema Electroenergético Nacional (SEN), cada vez más incapaz de cubrir las necesidades mínimas de la población.

A las 7:00 a.m. de este sábado, la disponibilidad era de apenas 1,580 MW, frente a una demanda de 2,900 MW, lo que provocó una afectación inmediata de 1,357 MW, que se mantendría e incluso aumentaría hacia el mediodía, con una proyección de 1,550 MW de afectación.
Para la noche, cuando la demanda prevista alcanzará los 3,600 MW, se estima que apenas haya 1,693 MW disponibles, lo que arroja un déficit de 1,907 MW y una afectación final de 1,977 MW, de mantenerse las condiciones actuales. Los datos de la empresa estatal reflejan un creciente aumento del déficit, en las últimas semanas, lo que implica una decreciente producción de energía.
El parte técnico refleja un panorama desolador: continúan fuera de servicio por averías las unidades 5 y 6 de la CTE Mariel, la unidad 6 de la CTE Nuevitas y la unidad 2 de la CTE Felton. También están en mantenimiento las unidades 2 de la CTE Santa Cruz, 4 de Cienfuegos y 5 de Renté.
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Las limitaciones térmicas afectan 383 MW, y la falta de combustible mantiene inoperativas 73 centrales de generación distribuida (618 MW), además de otros 61 MW por problemas en la patana de Regla y falta de aceite.
Aunque el país cuenta con 18 parques solares fotovoltaicos, su aporte continúa siendo simbólico: apenas 1,520 MWh generados ayer y un pico de 303 MW, incapaces de cubrir el agujero dejado por el colapso térmico y la falta de recursos fósiles.
Este escenario catastrófico supera incluso los pronósticos recientes más pesimistas. Este viernes, la UNE reportó una afectación estimada de 1,870 MW, considerada entonces la tercera peor en años. El 21 de junio, el déficit se situó en 1,770 MW. Y el 23 de abril, se reportó el que hasta hoy era el máximo histórico: 1,901 MW.
La progresión es clara: cada semana el déficit crece, la capacidad de respuesta disminuye, y los ciudadanos soportan apagones más prolongados, extendidos incluso a 24 horas consecutivas en varias provincias. La Habana, tradicionalmente protegida, también enfrenta cortes programados que se han vuelto cotidianos.
Mientras tanto, el régimen cubano ha respondido con medidas cosméticas como la expedición juvenil “Energía Joven”, destinada a “explicar” el plan de recuperación y promover el ahorro. Sin embargo, el pueblo no necesita propaganda ni moralina, sino soluciones concretas: generadores funcionando, combustible garantizado y un mínimo de transparencia institucional.
La cifra de hoy —1,977 MW de afectación— no es solo un número. Es el síntoma extremo de un sistema roto, de un país atrapado en una oscuridad que ya no es solo energética, sino también política, económica y social.
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