Sacerdote denuncia que el hambre en Cuba adormece el pensamiento y castra la rebeldía

“La costumbre de sobrevivir continuamente se vuelve un acto repetitivo que va adormeciendo el pensamiento, castra la rebeldía y convierte la vida en una pesada carga a llevar cada día.”

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El sacerdote católico Leandro NaunHung denunció los efectos profundos de la pobreza en Cuba, tras desplazarse a la comunidad rural de Los Pinos, en Candelaria, Santiago de Cuba.

“La costumbre de sobrevivir continuamente se vuelve un acto repetitivo que va adormeciendo el pensamiento, castra la rebeldía, y convierte la vida en una pesada carga a llevar cada día”, afirmó el párroco santiaguero en sus redes sociales.

Captura de pantalla Facebook / Leandro NaunHung

Los Pinos, un asentamiento compuesto por casas improvisadas con materiales reciclados, carece de servicios mínimos como transporte, electricidad, agua corriente o atención médica, tal y como mostró el sacerdote en un video publicado en su canal de YouTube, a través del cual documenta su labor comunitaria y evangélica.

En la grabación, Leandro mostró a vecinos del lugar expresando su descontento por la precariedad de sus vidas: salarios y pensiones insuficientes, falta de medicamentos y hambre persistente. Las imágenes constituyen un testimonio del abandono estructural que sufren miles de comunidades rurales cubanas, donde la vida diaria transcurre entre carencias extremas.

La visita del sacerdote se enmarca en sus constantes recorridos por zonas rurales del oriente cubano, donde no solo ofrece ayuda espiritual, sino que también entrega alimentos, escucha a la comunidad y visibiliza realidades que suelen permanecer fuera del debate público.


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La frase con la que acompañó el video denuncia no solo la escasez material, sino también el daño silencioso que provoca vivir permanentemente en modo supervivencia: la resignación, la pérdida de pensamiento crítico y la apatía frente al cambio.

En un país donde millones de personas enfrentan dificultades para cubrir necesidades básicas, las palabras de Leandro NaunHung apelan a una conciencia dormida, víctima del agotamiento físico y emocional de vivir sin expectativas.

El régimen reconoce la miseria, pero no actúa con urgencia

En febrero de 2024, el régimen cubano reconoció oficialmente que existen más de 1,200 comunidades en situación de vulnerabilidad extrema en todo el país.

Según el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, muchas de estas zonas carecen de condiciones mínimas de habitabilidad, acceso a alimentos, agua potable, servicios sanitarios y fuentes de empleo.

Este reconocimiento, lejos de representar un avance en soluciones concretas, confirmó lo que ciudadanos como el padre Leandro NaunHung vienen denunciando desde hace años: la pobreza no es una excepción ni un error de gestión, sino una realidad estructural y persistente.

A pesar de los datos, las respuestas estatales han sido dispersas, asistencialistas y carentes de un plan integral de desarrollo local.

En comunidades como Los Pinos, donde Leandro grabó su testimonio, la situación descrita por el gobierno es palpable: aislamiento, miseria, abandono y desesperanza. Pero mientras el Estado admite la crisis, quienes la enfrentan día a día no ven cambios reales ni alivios duraderos.

Pobreza como herramienta de control

Durante décadas, el régimen cubano ha utilizado el racionamiento de alimentos, la pobreza socializada y la miseria extendida como mecanismos para mantener el control político y social sobre la población.

Privar a las personas de recursos básicos genera dependencia del Estado y reduce la capacidad de organización autónoma. Cuando la mayor parte de la energía diaria se invierte en sobrevivir, se limita la posibilidad de pensar críticamente, cuestionar el sistema o demandar cambios. Así, el hambre y la escasez no solo son consecuencia de la ineficiencia económica, sino también parte de una estrategia deliberada de sometimiento.

Como advirtió el propio sacerdote, la costumbre de sobrevivir “castra la rebeldía”. En esa frase se resume una verdad dolorosa: la pobreza en Cuba no es solo una tragedia social, sino una forma de control político que ha silenciado por generaciones el impulso de cambio.

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Este artículo ha sido generado o editado con la ayuda de inteligencia artificial. Ha sido revisado por un periodista antes de su publicación.




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