Washington presiona al régimen cubano y La Habana responde con la misma retórica de siempre

La acusación de "coacción económica" no procede cuando viene de un régimen que durante décadas ha hecho del control y la dependencia herramientas de dominación, impidiendo el desarrollo de un sector privado verdaderamente independiente, y reprimiendo la más mínima expresión de disenso.

El diplomático cubano Eugenio Martínez Enríquez y Marco Rubio © Facebook / Eugenio Martínez - X / @SecRubio
El diplomático cubano Eugenio Martínez Enríquez y Marco Rubio Foto © Facebook / Eugenio Martínez - X / @SecRubio

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Todavía en shock por sus potenciales implicaciones, el régimen cubano continúa reaccionando al nuevo Memorando Presidencial de Seguridad Nacional (NSPM-5) firmado este lunes por el presidente estadounidense Donald Trump.

Desde La Habana, el director general de América Latina y Caribe del ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX), Eugenio Martínez Enríquez, salió en tromba a denunciar el nuevo giro de la política de Estados Unidos hacia Cuba, afirmando que encierra "varias contradicciones".

Captura de pantalla Facebook / Eugenio Martínez

En una publicación en redes sociales, Martínez Enríquez ironizó sobre el hecho de que Estados Unidos hable de promover más libertad y democracia en Cuba mientras impone "restricciones en transacciones financieras y viajes".

Pero lejos de representar una contradicción, la lógica del memorando es clara: aumentar la presión sobre un régimen totalitario que durante décadas ha cercenado los derechos de los ciudadanos cubanos, eliminando la posibilidad real de ejercer libertades fundamentales como la expresión, la asociación, el emprendimiento independiente o la participación política plural.

Resulta particularmente desfachatado que un alto representante del MINREX cuestione medidas diseñadas para cortar el flujo de recursos a estructuras militares y de inteligencia como GAESA, el conglomerado económico controlado por las Fuerzas Armadas, que concentra buena parte de la economía nacional, mientras el pueblo cubano sufre privaciones y carestía.


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La acusación de "coacción económica" no resiste análisis cuando proviene de un régimen que durante años ha hecho del control y la dependencia herramientas de dominación.

Un Estado que impide el desarrollo de un sector privado verdaderamente independiente, que castiga a los ciudadanos por intentar generar riqueza al margen de los canales estatales, y que reprime la más mínima expresión de disenso, no está en posición moral de hablar de libertades.

El memorando firmado por Trump, que reemite y modifica el NSPM-5 de 2017, reafirma la voluntad de Estados Unidos de apoyar al pueblo cubano, no al gobierno que lo reprime. Las medidas no están dirigidas a obstaculizar la vida de los ciudadanos, sino a debilitar las estructuras que los oprimen.

La promoción de Internet libre, el respaldo a medios independientes, el impulso a la empresa privada y el endurecimiento del control sobre los viajes turísticos encubiertos, son pasos que buscan fomentar la autonomía ciudadana frente a un Estado omnipresente y abusivo.

Martínez Enríquez, como portavoz del aparato diplomático del régimen cubano, recurre a una narrativa de resistencia que se desploma ante la evidencia de un país que ha sido secuestrado por una élite cleptocrática. Una "élite" que ha empobrecido y enajenado a la población, que ha provocado el mayor éxodo migratoria de su historia, y que se resiste a reconocer su fracaso y la desafección ciudadana para mantenerse en el poder.

En Cuba no hay separación de poderes ni instituciones independientes. Todo el poder se concentra en un partido único que ha borrado los contrapesos democráticos y gobierna a través del control de las fuerzas armadas, los órganos de inteligencia, la prensa oficialista y los aparatos represivos.

En ese contexto, las medidas impulsadas por Estados Unidos, lejos de ser incoherentes, responden a una estrategia clara: no hay posibilidad de transición democrática en Cuba sin presión externa.

El régimen no ha mostrado voluntad de apertura, sino una persistente escalada represiva contra manifestantes pacíficos, artistas, periodistas independientes y cualquier forma de organización ciudadana.

La libertad que defiende Washington no es abstracta ni condicional. Es la posibilidad de que los cubanos puedan vivir en un país donde se respeten sus derechos, donde puedan emprender, protestar, elegir y ser elegidos, sin miedo a la represión o al destierro.

Esa libertad no será posible mientras el régimen mantenga intacto su aparato de control, propaganda y represión, y los mecanismos que lo financian.

Lo que Estados Unidos propone, en definitiva, es una hoja de ruta hacia una Cuba donde se celebren elecciones libres, pluripartidistas, con participación de todos los sectores del país y del exilio. Una Cuba donde el futuro no esté secuestrado por una cúpula que se enriquece a costa del sacrificio de millones.

Llamar a eso una "contradicción" es, en el mejor de los casos, un intento burdo de manipular el discurso. En el peor, es una muestra más de la arrogancia de quienes defienden lo indefendible: la perpetuación de un sistema fallido y represivo que niega a los cubanos el derecho a ser libres y convivir con sus diferencias, amparados por un Estado de Derecho en su propia tierra.

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Iván León

Licenciado en periodismo. Máster en Diplomacia y RR.II. por la Escuela Diplomática de Madrid. Máster en RR.II. e Integración Europea por la UAB.


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Este artículo ha sido generado o editado con la ayuda de inteligencia artificial. Ha sido revisado por un periodista antes de su publicación.




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