“Hoy estoy viviendo, antes me estaba destruyendo”. Con esa frase contundente, un adolescente cubano resume el camino de dolor y esperanza que marcó su recuperación tras la adicción a las drogas.
Su testimonio, difundido recientemente en un reportaje de la televisión estatal, es parte de una serie de voces que poco a poco van encontrando espacio en la prensa oficial para hablar sin máscaras de un problema que durante décadas fue negado o minimizado por el discurso gubernamental.
Los jóvenes entrevistados cuentan cómo las drogas alteraron sus vidas, cómo lograron comenzar de nuevo en un centro de deshabituación y cómo hoy vuelven a soñar con estudiar, trabajar y ser aceptados por sus familias.
“Hoy mi familia confía en mí. Antes era un problema, ahora soy solución”, afirma uno de ellos, agradecido de haber encontrado una oportunidad para reconstruirse.
Las familias también compartieron su experiencia, en la que expresaron la importancia de aprender a poner límites, comprender la adicción como enfermedad y aceptar que el consumo no distingue clases sociales.
“No pensemos que porque tenemos una buena educación estamos exentos. Nos toca a todos”, advirtió la madre de un adolescente en rehabilitación, subrayando la urgencia de reconocer el flagelo.
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Un problema que ya no se puede esconder
Aunque el oficialismo ha intentado presentar estos testimonios en clave de superación, lo cierto es que muestran una grieta en la narrativa estatal. La droga golpea con fuerza a la juventud cubana y ya no puede seguir ocultándose.
Durante años, las autoridades insistieron en minimizar el consumo y presentarlo como un fenómeno aislado. Sin embargo, en abril de 2024, el propio Ministerio del Interior (MININT) reconoció por primera vez un aumento del uso de estupefacientes, especialmente del sintético conocido como el químico, y alertó sobre la disminución de la edad de inicio, ubicada entre los 13 y 14 años, así como la expansión del consumo entre mujeres jóvenes, incluidas embarazadas.
Ese mismo año, funcionarios de Salud Pública admitieron públicamente que el país enfrentaba dificultades para controlar el fenómeno y que se había incrementado el policonsumo entre adolescentes.
Poco después, en agosto, el MININT confirmó la presencia de drogas en escuelas secundarias y preuniversitarios, señalando un repunte preocupante del químico en entornos estudiantiles.
El giro en la narrativa se profundizó en febrero de 2025, cuando el gobierno declaró una “guerra al narcotráfico” y anunció la creación del Observatorio Nacional de Drogas para monitorear el fenómeno.
Tres meses más tarde, Miguel Díaz-Canel reconocía la preocupación social por el aumento del consumo en barrios habaneros como Guanabacoa, aunque trasladaba gran parte de la responsabilidad a las familias, sin entrar en las causas estructurales que alimentan el problema.
Finalmente, en julio de 2025, el oficialismo presentó oficialmente el Observatorio como una herramienta de “tolerancia cero”, con un sistema de alerta temprana y promesas de investigación y datos que aún esperan materializarse.
Voces que conmueven y advierten
Más allá de las declaraciones oficiales, lo que conmueve son las palabras de quienes lograron salir adelante. “Hoy abrazo a mi mamá, beso a mi abuela y las veo más felices”, confesó un joven que lleva cuatro meses limpio.
El dolor también atraviesa a las familias. “No perdamos de vista a nuestros muchachos. Ante el mínimo cambio, busquemos ayuda. No importa dónde vivamos, la droga toca a todos”, insistió una madre, dejando en claro que este flagelo ya no está limitado a “barrios marginales” ni a sectores vulnerables y que alcanza a toda la sociedad cubana.
Los testimonios emitidos por la televisión oficial muestran una Cuba que ya no puede seguir negando el avance de la droga. Son relatos que dignifican la resiliencia de los jóvenes y familias, pero también exponen un drama que crece en silencio: la falta de herramientas sociales e institucionales para enfrentar una epidemia que se extiende.
Mientras el gobierno intenta capitalizar el discurso con nuevas estructuras como el Observatorio Nacional de Drogas, las voces de estos muchachos recuerdan que lo urgente no es la propaganda, sino la prevención, la atención real y la esperanza de que “vivir” sea la opción para todos.
Preguntas frecuentes sobre el consumo de drogas en Cuba
¿Cuál es la situación actual del consumo de drogas en Cuba?
El consumo de drogas en Cuba ha aumentado significativamente, especialmente entre los jóvenes, con un incremento en el uso de drogas sintéticas como "el químico". Esta sustancia es de fácil acceso y bajo costo, lo que ha llevado a un patrón de consumo creciente en entornos escolares y barrios periféricos.
¿Qué acciones ha tomado el gobierno cubano para combatir el problema de las drogas?
El gobierno cubano ha declarado una "guerra al narcotráfico" y ha creado el Observatorio Nacional de Drogas con el objetivo de monitorear y controlar el fenómeno. Sin embargo, las medidas han sido principalmente represivas, enfocándose en operativos policiales y juicios ejemplarizantes, sin abordar adecuadamente las causas estructurales del problema.
¿Cómo afecta el consumo de "el químico" a la salud de los jóvenes cubanos?
"El químico" es una droga sintética altamente tóxica que puede provocar convulsiones, alucinaciones severas y daños neurológicos irreversibles. Su consumo ha sido vinculado a episodios violentos y comportamientos autodestructivos, representando un grave riesgo para la salud de los jóvenes en Cuba.
¿Qué papel juegan las familias en el enfrentamiento al consumo de drogas en Cuba?
El gobierno cubano ha insistido en que las familias deben ser un pilar fundamental en la lucha contra las drogas. Sin embargo, la responsabilidad no debe recaer únicamente en ellas, ya que el problema tiene raíces más profundas que requieren una respuesta integral que incluya políticas públicas efectivas y apoyo institucional.
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