Vecinos del barrio de El Cerro, en La Habana, protagonizaron un cacerolazo la noche del lunes en protesta por un apagón que se extendió durante más de siete horas.
Acorde a lo reportado por el medio independiente CubaNet, la interrupción del servicio eléctrico comenzó poco antes de las 2:00 p.m. y no fue restablecida hasta pasadas las 10:00 p.m.
El ruido de las cazuelas y los gritos de protesta resonaron en las inmediaciones de la esquina de Tejas, mientras la oscuridad cubría la zona. Dos patrullas policiales se presentaron una hora después del inicio de la manifestación y permanecieron allí hasta que se restableció el servicio.
No es la primera vez que los residentes de esta localidad se manifiestan. Tal y como recordó el citado medio, en noviembre de 2024, realizaron una protesta similar tras pasar tres días sin agua ni electricidad.
La actual movilización ocurre en un contexto de apagones generalizados que afectan al 54% del país durante el horario pico, según cifras oficiales.
La situación eléctrica en Cuba se agrava día tras día. El martes, la Unión Eléctrica (UNE) informó un déficit nacional de 1,990 MW, con una disponibilidad de apenas 1,690 MW frente a una demanda de 3,500 MW. Las causas: múltiples averías, unidades en mantenimiento y la crónica escasez de combustible.
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En La Habana, la Empresa Eléctrica reportó afectaciones en cinco bloques, con una pérdida de 200 MW. No obstante, usuarios denunciaron que el bloque 3 también estaba sin servicio, lo que indica que la situación podría ser aún más grave.
Mientras el gobierno pide paciencia y resistencia, las calles de La Habana vuelven a estallar en cacerolazos, convirtiéndose en el sonido de la frustración ciudadana ante una crisis energética que no da tregua.
Cacerolazos, crisis y represión en medio del colapso eléctrico
La protesta en El Cerro no es un hecho aislado. Apenas tres días antes, la madrugada del 14 de septiembre, decenas de vecinos de Gibara, en Holguín, salieron a las calles entre gritos de "¡Queremos corriente!" y "¡Libertad!", tras más de 24 horas sin electricidad.
El estallido social en esa localidad costera incluyó marchas con linternas, cacerolas y consignas de unidad popular, en medio de una crisis energética que días antes había provocado el quinto apagón nacional en menos de un año.
Aunque autoridades locales como la secretaria del Partido Comunista en Gibara, Nayla Marieta Leyva Rodríguez, aseguraron haber sostenido un diálogo “respetuoso y franco” con los vecinos, pocas horas después comenzaron las detenciones de manifestantes, desmintiendo el discurso oficial de calma y entendimiento.
Videos en redes sociales mostraron patrullas de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) realizando arrestos selectivos, en lo que activistas han calificado como una “cacería gubernamental”.
Los sucesos en Gibara y La Habana se producen en un contexto de colapso estructural del Sistema Eléctrico Nacional, con una demanda que supera ampliamente la capacidad de generación y con unidades termoeléctricas fuera de servicio por averías o mantenimiento.
La desesperación por los cortes prolongados, sumada a la falta de respuestas efectivas del régimen, ha provocado una escalada de malestar social visible en las calles y documentada por ciudadanos en redes sociales. Cada nuevo apagón, cada cacerolazo, es hoy un eco del hartazgo colectivo de un país al límite.
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