Gobierno cubano reitera "firme e inquebrantable apoyo" al régimen chavista de Venezuela

Frente a una posible escalada militar directa, La Habana juega con las viejas y gastadas cartas que le quedan: la agitación y la propaganda, las declaraciones de condena y la victimización a la que recurre en todas las ocasiones que siente amenazado su statu quo.

Bruno Rodríguez Parrilla en la ONU (imagen de referencia) © Captura de video X / @BrunoRguezP
Bruno Rodríguez Parrilla en la ONU (imagen de referencia) Foto © Captura de video X / @BrunoRguezP

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En un momento de creciente tensión en el Caribe, el ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (MINREX) hizo público un comunicado en el cual reitera “el firme e inquebrantable apoyo” al régimen de Nicolás Maduro, al tiempo que advirtió que se estaría gestando un pretexto para una agresión militar directa contra Venezuela.

Según La Habana, la acumulación de medios militares estadounidenses en el sur del Caribe, las incursiones de combate en espacio aéreo venezolano, la destrucción de embarcaciones civiles y el anuncio de operaciones en zonas terrestres representan un patrón deliberado con fines intervencionistas.

El comunicado recurrió a un lenguaje que apela al Derecho Internacional y a la Carta de las Naciones Unidas, afirmando que una acción militar no autorizada contra Venezuela violaría los propósitos y principios de la comunidad internacional.

En esa línea, La Habana sostuvo que una agresión directa no solo vulneraría la soberanía venezolana, sino que desencadenaría un conflicto regional con consecuencias incalculables para la paz, la seguridad y la estabilidad en América Latina y el Caribe.

No obstante, este pronunciamiento no surge sin contradicciones ni diferencias internas. En las últimas semanas, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla concedió una entrevista a CNN, durante la cual reafirmó el respaldo de Cuba al gobierno venezolano frente a lo que describió como una “amenaza directa” por parte de EE. UU.

Sin embargo, cuando se le preguntó si ese respaldo podría llegar a incluir una intervención militar en caso de agresión estadounidense, Rodríguez evitó responder con claridad: “Es un caso hipotético. Cuando usted me informe que ha ocurrido una intervención militar estadounidense, yo le contaré”, afirmó.


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Su ambigüedad abrió espacio para dudas sobre hasta qué punto Cuba estaría dispuesta a pasar del respaldo diplomático al apoyo militar real.

Por su parte, el vicecanciller cubano, Carlos Fernández de Cossío, fue más tajante y, aunque expresó “gran preocupación” por la posibilidad de un conflicto bélico entre Estados Unidos y Venezuela, descartó la hipotética participación de Cuba en la guerra.

Cuba no irá a la guerra con Estados Unidos, le dará total apoyo político a Venezuela, apoyo solidario”, dijo Fernández de Cossío en una entrevista exclusiva con Mehdi Hassan de Zeteo durante la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York.

Analistas valoran las declaraciones de La Habana como un “anti‑imperialismo de salón”, una postura retórica desconectada de aquella épica revolucionaria comprometida con el combate y más cercana a un ritual propagandístico de consumo interno: “mucho símbolo, mucha escenografía, mucho discurso vacío, y ninguna capacidad real de respuesta” frente a acciones estadounidenses cada vez más audaces.

Según estos análisis, la campaña de firmas “solidarias” iniciada por el régimen cubano en apoyo a su principal aliado en la región se convierte en una muestra del desacoplamiento entre la retórica y el poder efectivo.

Mientras tanto, en Caracas, el régimen bolivariano ha promulgado decretos como el de “conmoción exterior” para otorgar facultades especiales al Ejecutivo frente a una eventual agresión externa, lo cual denota el grado de nerviosismo interno.

En paralelo, el despliegue marítimo y aéreo estadounidense —que incluye destructores, submarinos nucleares y cazas de última generación— ha sido justificado oficialmente por Washington como parte de su estrategia contra el narcotráfico, aunque sus críticos sostienen que tales operaciones exceden cualquier marco plausible de combate al crimen organizado.

En este contexto, el comunicado del canciller cubano representa entonces una reafirmación del pacto político e ideológico que La Habana sostiene con el chavismo, pero no aclara si ese pacto conllevaría sacrificios militares o estratégicos en caso de escalada.

Queda abierta la pregunta: ¿está Cuba dispuesta a arriesgarse en un conflicto armado contra Estados Unidos por Venezuela, o su respaldo quedará confinado a discursos, declaraciones y actos simbólicos?

Frente a una posible escalada militar directa, La Habana juega con las viejas y gastadas cartas que le quedan: la agitación y la propaganda, las declaraciones de condena y la victimización a la que recurre en todas las ocasiones que siente amenazado su statu quo.

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