Una cubana residente en Dallas, en el estado de Texas, ha alzado su voz públicamente en busca de ayuda para su madre, una mujer de 64 años, portadora del formulario migratorio I-220A, que fue detenida por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) tras asistir a una cita de rutina a finales de octubre.
El caso, cargado de angustia, enfermedad y desesperación, fue dado a conocer por el periodista Javier Díaz, de Univision, y ha conmovido en los últimos días a cientos de personas que se han solidarizado con esta familia.
La detención ocurrió el pasado 28 de octubre en la ciudad de Dallas, y desde entonces la mujer permanece recluida en un centro de detención migratorio.
Su hija, entre lágrimas, narró cómo aquel día aparentemente rutinario se transformó en una pesadilla prolongada que ya se extiende por más de 45 días.
“Mi mamá no es una persona que sea un peligro para la sociedad […] Es muy responsable”, expresó la hija, quien no ha dejado de luchar para visibilizar el caso.
A pesar de que la mujer acudió a su cita siguiendo los protocolos habituales bajo el formulario I-220A -un documento que permite a ciertos inmigrantes permanecer en libertad bajo supervisión mientras esperan su proceso migratorio- ICE decidió detenerla sin que hasta el momento se haya comunicado con claridad la causa de su arresto.
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Un diagnóstico que agrava la situación
Más allá del shock emocional que implica para cualquier persona ser privada de libertad sin una explicación concreta, el caso se agrava por las condiciones de salud de la detenida.
Según relató su hija, la señora fue diagnosticada en 2011 con un trastorno ansioso depresivo mixto, un padecimiento mental crónico que afecta su estabilidad emocional y que requiere tratamiento constante.
“Desgraciadamente tiene una condición médica, desde el 2011 ella sufre un trastorno ansioso depresivo mixto. Lo cual supone que cada cierto tiempo siempre cae en depresión, aunque tome sus medicinas. Ya es una enfermedad que ha tenido ella que ser fuerte para llevar una vida con esa enfermedad, que no tiene cura”, explicó su hija, visiblemente afectada.
En el centro de detención, la mujer ha sido evaluada por psicólogos y psiquiatras, quienes han recetado una fuerte carga de medicamentos ansiolíticos -hasta tres veces al día- aunque su estado anímico sigue deteriorándose.
“Cada vez que hablamos está deprimida, a pesar de que toma una carga de medicamentos terrible. Tres veces al día le dan ansiolíticos. Estamos hablando de más de cuatro medicamentos y así y todo no tenemos respuesta de la gente que lleva su caso”, subrayó la denunciante.
Trabajadora ejemplar y querida por su comunidad
Antes de su detención, la señora trabajaba en una cadena de comida rápida, donde se desempeñaba con responsabilidad en la preparación de ensaladas.
Su entrega y carácter la hicieron muy querida entre sus compañeros de trabajo, quienes tras conocer su situación, comenzaron a recaudar dinero para apoyar legalmente su caso y evitar su deportación.
Esta solidaridad espontánea da cuenta no solo de la calidad humana de la mujer, sino también del impacto emocional que su detención ha tenido en quienes la rodean.
Un limbo legal sin respuestas
La falta de información clara y precisa sobre los motivos de su detención ha causado gran desconcierto a la familia.
Tras ser trasladada a un segundo centro de detención, la mujer tuvo su primera audiencia ante un juez de inmigración, quien no supo explicar las razones exactas de su arresto, según el abogado del caso.
Ante la gravedad del estado de salud de la detenida, el abogado solicitó desde hace más de 20 días su liberación por razones médicas. Se presentaron los documentos necesarios y se ofreció el nombre de una persona que podría asumir su cuidado. Sin embargo, las respuestas han sido vagas e insuficientes.
Para el 9 de diciembre estaba programada una audiencia de fianza. No obstante, el día anterior a ese, el abogado recibió un correo informándole que “el juez no tenía jurisdicción para su corte”, lo que sumó más incertidumbre y desesperación al caso.
El relato de esta hija cubana no es solamente una denuncia, sino un grito desesperado de auxilio, una súplica para que alguien -alguna autoridad, abogado o defensor de derechos humanos- intervenga antes de que sea demasiado tarde.
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