Díaz-Canel se refiere por primera vez en público al caso de Alejandro Gil



Díaz-Canel construyó su intervención como una advertencia.


Por primera vez desde su estrepitosa caída, Miguel Díaz-Canel se refirió públicamente al exministro de Economía, Alejandro Gil Fernández, condenado a cadena perpetua por cargos de espionaje, cohecho y corrupción.

Lo hizo en clave ideológica, arropado en palabras de Fidel Castro, y con un discurso que buscó más disciplinar a la élite gobernante que ofrecer explicaciones a la ciudadanía.

Durante el XI Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), Díaz-Canel convirtió la figura de Gil en el ejemplo paradigmático de lo que se define como traición a la Revolución.

Para ello, no recurrió a datos ni pruebas judiciales, sino a un arsenal retórico calcado del fidelismo más ortodoxo.

“Recordaba en estos días a Fidel, y cito: ‘El enemigo conoce sobradamente bien las debilidades de los seres humanos en su búsqueda de espías y traidores, pero desconoce la otra cara de la moneda: la enorme capacidad del ser humano para el sacrificio consciente y el heroísmo’”, así partió su análisis. 

Díaz-Canel construyó su intervención como una advertencia. Tomó distancia del lenguaje tecnocrático que él mismo impulsó años atrás -con Gil como figura clave- y volvió al tono épico de la lucha ideológica, donde hay patriotas o traidores, mártires o vendepatrias.


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En su discurso, rescató un pasaje del Congreso Metalúrgico de 1960, pronunciado por Fidel Castro, para subrayar que la Revolución, por su propia naturaleza, revela a los impostores:

“Una revolución nos enseña cuáles son los hombres y las mujeres que sirven, y cuáles son los que no sirven; [...] quiénes están hechos de egoísmo, de ambición, de deslealtad, de traición o de cobardía”.

“En una revolución todos tienen que quitarse la careta; los altaritos se desploman [...] eso nos enseña la Revolución: quiénes son los verdaderos patriotas y de dónde surgen los grandes traidores”, dijo también recogiendo palabras de Fidel y cerrando el cerco sobre Gil.

A esas palabras, Díaz-Canel sumó otras reflexiones del mismo discurso fidelista, orientadas a definir el valor moral de la entrega al proyecto revolucionario:

“Nos enseña quiénes tienen el valor de sacrificarse por el pueblo, y quiénes solo quieren servirse de él; quiénes están con la causa, y quiénes están consigo mismos”; y añadió en otro momento: “Los que no sirven ni para morir por la patria, tampoco sirven para vivir de ella".

Antes de mencionar directamente a Gil, Díaz-Canel estableció un marco acusatorio general:

“Aparecen aquellos que lucran con las necesidades e insuficiencias, los que entorpecen el camino y demoran el avance, y otros capaces de vender a la nación que un día los exaltó a las máximas instancias”.

Esa frase fue el preámbulo para nombrarlo explícitamente, en lo que representa su primera mención directa al exministro desde su destitución en febrero de 2024.

“No creo que haya frases más exactas para describir la actuación de Alejandro Gil, de cuyo denigrante caso tenemos que sacar experiencias y aprendizajes, dejando claro, en primer lugar, que la Revolución tiene tolerancia cero hacia esas conductas”, concluyó.

La expresión “denigrante caso” dejó en claro el tono elegido por el mandatario: el de la condena moral, revestida de épica revolucionaria, sin espacio para la matización ni la duda.

Díaz-Canel, quien fue tutor de tesis doctoral de Gil y durante años defendió sus reformas económicas, no escatimó adjetivos: lo calificó de “traidor”, “vendepatria”, “egoísta”, “ambicioso” y “desleal”.

Se trata de una caída en desgracia tan vertical como la lealtad que antes parecía profesarle.

Un juicio sin pruebas públicas, una narrativa oficial sin fisuras

La condena contra Gil Fernández fue anunciada el 8 de diciembre, pero el juicio se realizó a puerta cerrada, sin prensa, sin defensa visible, sin transparencia procesal.

La información oficial habla de una cadena perpetua por: espionaje, cohecho, sustracción de documentos y violación de normas sobre información clasificada.

Sin embargo, las pruebas nunca se hicieron públicas y el expediente permanece sellado, lo que ha llevado a medios independientes y observadores internacionales a dudar de la legitimidad del proceso.

Más que un acto de justicia, el caso ha sido interpretado como una purga ejemplarizante: una advertencia a los cuadros del Estado y una forma de distraer la atención en medio de una profunda crisis económica, con apagones diarios, inflación desbordada, escasez de alimentos y creciente malestar social.

En este contexto, el enemigo interno cumple una función política: consolidar al poder mediante el castigo, reafirmar la autoridad sin reconocer errores, y girar el foco de la opinión pública hacia un traidor fabricado.

Reescribir la historia: De ministro estrella a traidor oficial

El giro ha sido drástico. Alejandro Gil fue durante años uno de los rostros más visibles del poder económico en Cuba.

Dirigió las llamadas “transformaciones estructurales” del sistema, asistió a foros internacionales, y fue presentado como un reformista bajo control.

Hoy, el régimen lo borra del archivo de los útiles, y lo inscribe en el de los traidores.

El discurso de Díaz-Canel en el XI Pleno deja claro que en la Cuba oficial, las caídas son absolutas, y la narrativa se reescribe al ritmo que marca el poder.

El legado de Fidel, evocado como doctrina, sirve no solo para condenar, sino para blindar al sistema contra la autocrítica.

En esa lógica, los altaritos se desploman, como dijo Castro, pero no los del sistema: los de quienes, como Gil, fueron usados hasta el último momento… y luego sacrificados sin apelación posible.

Preguntas frecuentes sobre el caso de Alejandro Gil y la postura de Díaz-Canel

¿Por qué fue condenado Alejandro Gil a cadena perpetua?

Alejandro Gil fue condenado a cadena perpetua por delitos de espionaje, cohecho y corrupción. Sin embargo, la legitimidad del proceso ha sido cuestionada debido a la falta de pruebas públicas y al secretismo del juicio, lo que ha llevado a muchos a considerar que su condena es más un acto político que un acto de justicia.

¿Cuál es la postura de Díaz-Canel respecto al caso de Alejandro Gil?

Díaz-Canel ha utilizado el caso de Alejandro Gil para enfatizar la importancia de la lealtad a la Revolución y ha calificado a Gil como un traidor, ejemplificando lo que considera una traición a la Revolución. Sin embargo, su discurso ha sido más ideológico que una presentación de pruebas o justificaciones concretas.

¿Cómo ha sido el juicio de Alejandro Gil visto en el contexto cubano?

El juicio de Alejandro Gil ha sido visto como una purga ejemplarizante y una distracción política en medio de la crisis económica que atraviesa Cuba. La falta de transparencia y la ausencia de pruebas públicas han llevado a observadores internacionales y medios independientes a dudar de la legitimidad del proceso.

¿Cuál ha sido la reacción de la familia de Alejandro Gil ante su condena?

La familia de Alejandro Gil, especialmente su hermana María Victoria Gil, ha denunciado el proceso como una maniobra política del régimen. A pesar de reconocer ciertos actos de corrupción, la familia argumenta que Gil ha sido utilizado como chivo expiatorio para proteger a la élite gobernante y desviar la atención de la crisis económica.

¿Qué implicaciones tiene el caso de Alejandro Gil para el régimen cubano?

El caso de Alejandro Gil refleja las tensiones internas y la opacidad del régimen cubano. Aunque el gobierno intenta mostrar una imagen de tolerancia cero hacia la corrupción, el proceso ha revelado fracturas en el aparato estatal y ha intensificado las críticas sobre la falta de transparencia y el manejo autoritario del poder.

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