Lo que dijo Díaz-Canel: El pueblo imaginario



La retórica de la heroicidad, que alguna vez sirvió para cohesionar, hoy funciona como mecanismo de negación. Al insistir en la imagen del pueblo heroico, el régimen niega al pueblo real, el que cuestiona, el que se cansa, el que se va.

Miguel Díaz-Canel en Pinar del Río (imagen de archivo) © Estudios Revolución
Miguel Díaz-Canel en Pinar del Río (imagen de archivo) Foto © Estudios Revolución

Vídeos relacionados:

En su intervención ante el XI Pleno del Partido Comunista (PCC), Miguel Díaz-Canel repitió una de las frases más frecuentes de su repertorio: “Nuestra principal fortaleza es la unidad, basada en el debate, la crítica y la disciplina consciente. El pueblo heroico sigue siendo nuestra mayor inspiración”.

A simple vista, suena como una cansina y agrietada declaración de principios; en la práctica, revela la distancia cada vez mayor entre el poder que habla del pueblo y el pueblo real que sobrevive fuera del discurso.

Captura de pantalla Facebook / Presidencia Cuba

En la narrativa oficial, el pueblo cubano es una abstracción: un ente heroico, agradecido y disciplinado, siempre dispuesto a resistir, siempre convencido de la justeza del proyecto socialista.

Es el pueblo de las consignas, el que aparece en los murales, los noticieros y las reuniones del Partido. Es el pueblo llevado y traído por el populismo nacionalista del dictador Fidel Castro, cubierto del polvo y la saliva del despojo y la propaganda. Pero ese pueblo imaginario ya no existe más que en el lenguaje del poder.

El verdadero pueblo cubano —ese conformado por generaciones de familias silenciadas y atemorizadas, el que espera en una cola eterna y paga precios imposibles, el que vive entre apagones y busca comida en el mercado negro— ese pueblo no se siente representado en esa retórica.


Lo más leído hoy:


Y es que la palabra “pueblo” ha dejado de ser una categoría política y se ha convertido en una coartada del sistema.

Cuando Díaz-Canel dice que “la confianza del pueblo en sus instituciones se construye con hechos”, omite que las instituciones del país no rinden cuentas ni se someten al escrutinio público. No hay mecanismos de control ciudadano ni espacios de participación auténtica. Lo que se presenta como diálogo es, en realidad, monólogo.

Durante décadas, el discurso oficial ha intentado reemplazar la complejidad social por una unanimidad moral. Ser parte del pueblo equivale a estar dentro de la llamada “revolución”; discrepar equivale a salirse de ella. Por eso, cuando el presidente habla del “pueblo heroico”, lo que en verdad describe es una versión filtrada y domesticada de la ciudadanía, aquella que aplaude, asiente y calla.

En los hechos, la población cubana atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia reciente: pérdida de poder adquisitivo, migración masiva, precariedad en los servicios básicos y una creciente desconfianza hacia las instituciones. Sin embargo, el discurso oficial insiste en presentarla como un cuerpo unificado y satisfecho, heroico en su resignación.

La brecha entre esa imagen ideal y la realidad cotidiana es tan grande que se ha vuelto insostenible.

Mientras el régimen habla de “resistencia”, millones de cubanos abandonan el país. Mientras el PCC elogia “la creatividad popular”, los ciudadanos improvisan para sobrevivir sin recursos. Mientras Díaz-Canel pide “confianza”, la gente responde con silencio o sarcasmo.

Esa desconexión no es solo comunicativa: es política. Un poder que no reconoce en toda su extensión y consecuencias políticas el malestar social termina incapacitado para gobernar con legitimidad.

La retórica de la heroicidad, que alguna vez sirvió para cohesionar, hoy funciona como mecanismo de negación. Al insistir en la imagen del pueblo heroico, el régimen niega al pueblo real, el que cuestiona, el que se cansa, el que se va.

En su discurso, el presidente llamó a “fortalecer la relación con el pueblo, ser más transparentes y más exigentes con los cuadros”. Pero mientras no exista libertad de prensa, participación ciudadana ni elecciones libres y plurales, esas frases son promesas vacías. La transparencia no se decreta; se ejerce.

En Cuba, el término “pueblo” ha sido utilizado tantas veces que ha perdido contenido. Sirvió para justificar la censura, imponer una ideología, legitimar la represión, bendecir políticas fallidas y silenciar a quienes no encajan en el relato.

Hoy, cuando el régimen lo pronuncia, la mayoría de los cubanos ya no se reconocen en él. El pueblo de verdad no se mide por los aplausos en un pleno, sino por su capacidad de expresarse sin miedo en una sociedad abierta, libre y plural.

Y ese pueblo, el que no aparece en los discursos ni en los noticieros, es el que más claramente ha hablado: con su hartazgo, con su migración, con sus protestas, burlas y hasta con su silencio.

Lo que dijo Díaz-Canel fue que el pueblo sigue firme. Lo que el pueblo realmente dice, en voz baja, es que ya no cree en el adoctrinamiento y las consignas de la dictadura.

COMENTAR

Archivado en:

Iván León

Licenciado en periodismo. Máster en Diplomacia y RR.II. por la Escuela Diplomática de Madrid. Máster en RR.II. e Integración Europea por la UAB.


Sigue a CiberCuba en Google Discover: click aquí


Recibe las noticias de CiberCuba en WhatsApp: click aquí


¿Tienes algo que reportar?
Escribe a CiberCuba:

editores@cibercuba.com

+1 786 3965 689


Este artículo ha sido generado o editado con la ayuda de inteligencia artificial. Ha sido revisado por un editor antes de su publicación.




Siguiente artículo:

No hay más noticias que mostrar, visitar Portada