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En 1971 partió Bola de Nieve, pero siguió cantando…

Ignacio Villa Fernández, más conocido como Bola de Nieve, se nos fue un día como hoy, dos de octubre, pero de 1971.


Este artículo es de hace 5 años

La muerte sorprendió a Ignacio Villa en Ciudad México, en viaje hacia América del Sur, donde continuaría su gira de conciertos. Su cadáver fue trasladado a Cuba y sepultado en su querida Guanabacoa, donde había nacido un 11 de septiembre de 1911. En Guanabacoa nacieron también Ernesto Lecuona y Rita Montaner, también ligados a lo mejor de la música cubana en la primera mitad del siglo XX.

Uno de los más celebres cantantes, compositores y pianistas, un showman que podía combinar en un concierto la alegría más parrandera y la tristeza absoluta, Bola de Nieve recibió este apelativo precisamente de Rita Montaner, quien poseía un ánimo bastante burlón cuando denominó a su pianista acompañante, negro y regordete, con un alias que lo acompañaría para siempre, aunque nunca ha quedado claro si el espíritu de Rita era cariñoso o sarcástico.

Bola de nieve empezó a estudiar música a los 8 años en el Conservatorio de Guanabacoa, más tarde empezó a estudiar magisterio, pero la música lo llamó con más fuerza, primero como pianista del cine silente o acompañante de figuras reconocidas, y luego como intérprete excepcional de la música afro, pero también de canciones de cuna y románticas.

Muy temprano, Bola de Nieve aprendió mucho de los chansonnier franceses, y luego adaptó a la idiosincrasia cubana, un estilo interpretativo que incluía la declamación y la interpretación de un personaje, de modo que se adentraba en la canción, descubría su espíritu, y se la devolvía al público con una gracia, un ritmo, una expresividad y una honestidad inigualables.

A todo ello se sumaba la capacidad del artista para interpretar canciones en distintos idiomas como catalán, portugués, inglés, francés e italiano, sin salirse nunca de su estilo, al mismo tiempo cubanísimo y universal. Entre sus antológicas interpretaciones se cuenta Tú no sabe inglé, Vito Manué, de Eliseo Grenet y Nicolás Guillén, que inclinó su repertorio a este tipo de canciones burlonas de quien cree ser más de lo que es.

En el extremo opuesto, está su magistral, dramática interpretación de Vete de mí, porque El Bola fue un hombre atormentado por el desamor, los temas raciales y por su inclinación homosexual. Así y todo se las arregló para darle muchísima alegría a su público. Como compositor, le debemos algunas bellísimas canciones como Si me pudieras querer, Ay, amor y, Tú me has de querer, entre otras, versionadas por decenas de cantantes cubanos y extranjeros.

Fue embajador de la música cubana, muy reconocido en Europa, Suramérica y Estados Unidos, donde llegó a presentarse en el Carnegie Hall de Nueva York, donde los aplausos lo hicieron salir nueve veces al escenario a agradecer al público que lo ovacionaba.

Bola de Nieve fue de los pocos artistas que mantuvo una popularidad indeclinable antes y después del triunfo de la Revolución. En 1950 se inició en la radio CMQ El gran show de Bola de Nieve. A finales de los años sesenta y principios de los setenta se presentaba con asiduidad en la televisión, mientras cultivaba un selecto grupo de admiradores en el restaurante Monseñor, como figura imprescindible de la bohemia habanera.

Miriam Ramos o Pancho Céspedes le han dedicados álbumes enteros a Bola de Nieve, mientras Carlos Varela le rindió homenaje en una de sus canciones más populares de los años noventa, aquella que lo describe, con indudable cariño y respeto, como "negro piano man, con la voz gastada ya de tanto madrugar".

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Joel del Río

Joel del Río. Periodista, crítico de arte y profesor. Trabaja como redactor de prensa en el ICAIC. Colabora en temas culturales con algunos de los principales medios en Cuba. Ha sido profesor en la FAMCA y la EICTV, de historia del cine y géneros cinematográficos.


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