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Un cubano de 95 años lleva 80 en la cosecha de tabacos: "No me estoy quieto"

Fillo Torumbo lleva desde los 11 trabajando en el campo en Cabaiguán, Sancti Spíritus.

Fillo Torumbo, a sus 95 años, entre las vegas © Escambray / Oscar Alfonso
Fillo Torumbo, a sus 95 años, entre las vegas Foto © Escambray / Oscar Alfonso

Este artículo es de hace 4 años

Cualquiera a punto de cumplir 96 años estaría en su casa descansando. Cualquiera menos este cubano de Sancti Spíritus conocido como Fillo Torumbo, quien lleva desde los 11 trabajando en el campo, pese a que su familia le insiste una y otra vez en que se tome un tiempo.

"No paran con el traqueteo de que si mis rodillas, mis años, si hago esto o lo otro. Y hasta el médico a veces conspira con ellos. No son fáciles, pero persevero, isleño al fin. Y no me estoy quieto", dice Walfrido González Enrique al periódico local Escambray.

Aunque sabe que ellos tienen razones, él no se ve "sentado en la casa. No soporto tanto descanso, ya habrá tiempo. Si no estoy en la vega, me encuentras en el potrero, en los sembrados, entre gallinas, cerdos, vacas y terneros”, confiesa este espirituano.

Así ha estado desde que su padre le enseñó a trabajar la tierra y a amar el campo, donde lleva 80 años cosechando las hojas para el tan cotizado tabaco cubano, que llevó al país en 2018 a ingresar 250 millones por su venta.

"Apenas cumplí los 16, me hizo su partidario; me dio una yunta de bueyes y a trabajar la tierra se ha dicho. Y me amarré al veguerío, con la dicha de la enseñanza de mi padre”, recuerda.

En Cuba el envejecimiento de la población está llevando al gobierno a valorar la posibilidad de elevar la edad de jubilación de los actuales 60 años para las mujeres y 65 para los hombres.

Los hombres, como este espirituano que va a punto de ser del llamado Club de los 120, tienen una esperanza de vida de 76 años frente a los 80 de las mujeres. Esto convierte a Cuba es uno de los países más envejecidos de América Latina.

Sin embargo, no todos los cubanos tienen la fuerza y energía de Fillo Torumbo, quien no quiere oír la palabra "descanso" y para quien la familia es su mayor tesoro: "Son mi fuerza, mi energía".

Su legado al frente de la finca ahora está en manos del esposo de una de sus nietas, al que siempre acompaña haciendo algo: "desbotono, meto mi guataquea de vez en vez, hago faenas en la casa de curar, le regalo mis experiencias y hasta le corto comida a los animales”, enumera.

“Estoy fuerte como un potro y repito que es cuestión de suerte y de sangre. Me alimento lo mejor que puedo, nada de alcoholes ni cigarros; si no es imprescindible no trasnocho, nada de lloviznas, y alguna cervecita de vez en vez", dice sobre su avanzada edad y fuerza para mantenerse en pie.

"Me sobran motivos para cada mañana vestirme de guajiro y de isleño... Aún no he hecho mi última vega”, afirma este abuelo cubano.

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