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Coppelia en tres actos

Hace unos días y tras varios retrasos, la heladería habanera ha vuelto abrir.

Heladería Coppelia en La Habana © CiberCuba
Heladería Coppelia en La Habana Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 4 años

Celia Sánchez Manduley acertó de pleno al idear la construcción de una heladería en el corazón de La Habana norteamericana y bautizarla como Coppelia, su ballet favorito, que es un fresco de un pueblo fronterizo y mestizo, donde la traviesa Swanilda suplanta al juguete preferido de Coppelius y…

… la heladería Coppelia abrió sus cadenas de par en par el ya remoto 4 de junio de 1966 con nada menos que 55 sabores, y desde entonces, ha sido, un testigo mudo y activo de La Habana revolucionaria, de La Habana contrarrevolucionaria y uno de los enclaves preferidos de turistas extranjeros y nacionales, de homosexuales, de emigrantes y de gedosianos cubanos.

El arquitecto Julio Girona se inspiró en Niemeyer y en el modernismo italiano para concebir una de las heladerías más grandes del mundo, con la que Fidel Castro pretendía superar en la producción y venta de helados a las grandes marcas estadounidenses; aunque solo consiguió imponer un récord helado: 18 bolas de vainillas seguidas, en una tarde de ansiedad junto a Gabriel García Márquez.

Celia, que fue muchas más cosas que la picuencia ñoña esa de flor más autóctona de la revolución, eludió la competición con los yumas e instruyó a Girona, a Llanusa (primer utilitis de Fidel Castro) y a Betancourt, secretario del PCC en La Habana, para que Coppelia fuera bonita, surtida y con buen servicio.

Ella y el capitán Pacheco, uno de los fundadores del Archivo Histórico del Consejo de Estado y combatiente de la Sierra Maestra, idearon el diseño de los uniformes y estuvieron al tanto de la marcha de las obras en los antiguos predios del hospital Reina Mercedes, junto a otros colaboradores.

Coopelia rápidamente se convirtió en un símbolo de La Habana revolucionaria y cosmopolita donde –además de tomar helados y combinaciones- cubanos y extranjeros paseaban, conspiraban y se amaban al refrescante amparo de la manzana formadas por las calles 23, L, K y 21.

El menú con el que reabrió la heladería Coppelia en La Habana / CiberCuba

Las familias cubanas que conseguían emigrar se despedían para siempre de su ciudad con una sentada en Coppelia para intentar aliviar un con un mordisco de almendra, marañon, café, anón o chocolate todo el dolor que provocaba en ellos el extravío del exilio cercano, tan intenso como la popular “punzá del guajiro”.

Jóvenes de la época con “actitudes feminoides y elvispreysleanas”, según el verbo castrista, se agolpaban en las aceras y esquinas de Coppelia, donde primero fueron ahuyentados y luego recogidos en camiones policiales para privarlos de sus derechos elementales y ocultar a los turistas en busca de revolución esos “seres extravagantes” incompatibles con la gesta que protoganizaban el resto de clientes, trabajadores y estudiantes que flirteaban y se divertían entre Sunday y Sponge Rusk.

A partir de aquellas recogidas de “lúmpenes con pantaloncitos apretaos”, Coopelia fue también objetivo de la Contrainteligencia Interna, que promovió Dinámicas de Grupos con estudiantes y profesores de la Escuela de Psicología de la Universidad de La Habana, para intentar controlar la agrupación espontánea de jóvenes, ahora ya mudados a la cercana esquina de 23 y G porque la famosa heladería a ellos no les dice nada.

Coppelia dejó de tener tanta variedad de sabores por el general deterioro que comanda la revolución cubana, pero no perdió su público viejo y nuevo, que alternaban los estrenos de cine en el Yara, antes Radiocentro y sus paseos por el Vedado con la paciente cola y su dulce recompensa en forma de Ensalada (seis bolas), Turquino, Jimagua y Lolita, entre otros.

Cuando Manolo Díaz Martínez ganó el Premio Julián de Casal de Poesía, invitó a comer al Maestro José Lezama Lima en L’ Aiglón (restaurante del hotel Riviera), convite al que Joseíto respondió en clave barroca:

-¡Muchacho!, campanas de gloria en mis oídos suenan.

Aquella vez, Lezama comió cual príncipe romano y a los postres, soltó al Maitre su clave cubana:

-Hágame el favor y tráigame una generosa cuña de cake, custodiada por numerosas bolas de helado Coppelia.

Antes de pagar Manolo, Lezama hundió sus dedos regordetes en la caja de habanos que le acercó el Maitre y se llenó los bolsillos.

Ya en el estribo de la máquina de la ANCHAR, que lo llevaría de vuelta a su refugio de Consulado; el Maestro se volvió hacia su pupilo y echó el responso:

-Hijo, asi tendríamos que almorzar y comer todos los días de nuestras vidas…

Pero la desaparición de la URSS y la caída del Muro de Berlín casi paralizaron a la fábrica de Coppelia, creada con maquinaria sueca y holandesa y que -poco antes- había producido y enviado helados a las tropas cubanas en Angola, según contó Fidel Castro en su discurso ante el Consejo de Estado para ratificar el fusilamiento de Arnaldo Ochoa, Antonio de la Guardia, Amado Padrón y Jorge Martínez.

Las bolas dejaron de ser esféricas y perdieron sabor y peso; pese a la ayuda de Venezuela para revitalizar la industria, cuando Cuba ya carecía de alternativas porque la ofensiva revolucionaria había acabado con Guarina, San Leonardo, Santa Beatriz, los cake-helados de la Gran Vía y hasta con los helados de frutas que hacían los chinos.

Algunos empresarios extranjeros afincados en La Habana han puesto heladerías privadas, entre las que destacan Il Gelato (Miramar) y Amore (El Vedado), que importan los saborizantes con mulas desde Miami o Panamá, y que tienen buenos volúmenes de venta, pese a sus precios que arrancan en 2 CUC, caros para el cubano de a pie.

Hace unos días y tras varios retrasos, la heladería habanera ha vuelto abrir con pocos sabores, más áreas sombreadas, nuevos uniformes y las colas consustanciales al comunismo empobrecedor, que se apresta a celebrar el 500 cumpleaños de La Habana, esa señora agredida que resiste casi todo, incluso a cubanos emigrados que acceden a Coppelia soñando con aquellos sabores que, como ellos, se fueron para no volver.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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