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100 años de Benny Moré: Sentir en cubano

Este 24 de agosto se cumplen 100 años del nacimiento del Bárbaro del Ritmo, el genio mayor de la música popular cubana y la voz más irrepetible en el cancionero hispanoamericano.

Benny Moré (1919-1963) © Cubarte
Benny Moré (1919-1963) Foto © Cubarte

Este artículo es de hace 4 años

Para tocar con Benny había que ser Mandrake el mago (…) como el Benny no sabía música el tenia que coger a Peruchín a Cabrerita o a su compadre Generoso y tararearle el sonido que buscaba, asi sacó una pila de números como Vertientes, Camagüey, Florida y Morón. Ese día llegó y le dijo a Peruchín coge esto: torotororitoró, torotororitoró… Y luego venían Enrique Benítez y Fernando Álvarez y ensayaban la letra y los coros.

Si la cosa iba bien, él gritaba: ¡Niño, azúcar, ahí! Y si alguien desafinaba, decía: ¡eh!

Los recuerdos del genio mayor de la música popular cubana se agolpan en los recuerdos de su tribu, como llamaba a su Banda Gigante, que fue fundada por el impulso de Enrique Benítez, cuando Benny se quejó de la explotación que sufría a manos de Bebo Valdés y Mariano Mercerón, entre otros.

Benítez, uno de los hombres más serios del pentagrama cubano y voz segunda junto con Fernando Álvarez, provocó al genio: eso pasa porque usted quiere, compadre. Usted tiene caché para tener su propia orquesta…Y vaya orquesta. Una Banda Gigante cuajada de talento sonoro y con la flexibilidad necesaria para seguir a un genio carismático, irreverente, solidario, indisciplinado, impuntual e incapaz de descifrar una corchea.

Pero no lo necesitaba porque en su cabeza sonaban los toques de los negros congos de Santa Isabel de Las Lajas, al centro de Cuba, donde su madre limpiaba el Casino de aquellos descendientes de africanos, que ensayaban y rumbeaban delante del niño, que jugaba al son del aquel ritmo frenético y febril.

Su madre descubrió pronto la genialidad de su hijo Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez porque una noche notó su ausencia, se abrigó la cabeza con una toalla porque había Luna llena y lo encontró no lejos de casa, subido a una mesa y cantando y bailando en una fiesta. El enojo de la madre se transformó en asombro cuando vio como su muchacho hechizaba a aquel auditorio de hombres rudos y mujeres que movían sus caderas al ritmo de aquella voz hipnótica, melódica y vivaz.

Luego vino la emigración a La Habana y la subsistencia como vendedor de frutas por las calles del centro con pequeños conciertos en cafetines y bares de la ciudad en la que triunfó, vivió y murió a los 44 años, minado por el cáncer hepático, por los excesos de alcohol y guaracha.

El legendario Miguel Matamoros comentó a sus compañeros Siro y Cueto, que debían ir buscando a alguien para sustituirle porque ya su voz no era la misma y Mariano Mercerón le habló a Siro de “un mulato flaco que anda fleteando por los bares”, que era como los músicos cubanos llamaban a la supervivencia musical de la época.

Los Matamoros se fueron en busca del mulato flaco y cuando Miguel lo oyó, exclamó: ¡coño, este es el hombre! De La Habana a México, donde cumplió el contrato con el mítico trío y luego permaneció allí, de la mano de Bebo Valdés, otro talento indiscutible de la música cubana con dotes de empresario, como ocurría con el también músico y compositor Ernesto Duarte, autor de aquel Cómo fue, que Benny inmortalizó.

En México ganó dinero, fama y se enamoró de la única mujer con la contrajo matrimonio y luego dejó viuda: Juana Margarita Bocanegra Durán, que siempre lo recordó con amor por sus delicadezas y atenciones, como la de acudir a una tienda del entonces DF a comprarle medias, coincidiendo en el establecimiento con Celia Cruz, entonces cantante de la Sonora Matancera.

De vuelta en Cuba, Benny Moré fue el número uno en una etapa en la que tuvo que competir con agrupaciones y cantantes de mucha calidad y con la suerte de compartir una generación de compositores, hijos del Siglo de Oro español, que aún hacen vibrar a millones de personas con sus letras.

Benny no alardeaba cuando le dijo a otro grande del pentagrama cubano, Rolando Laserie, elige tú, que canto yo. En la victrola sentimental cubana están sus boleros, sones y mambos, pero le puso la tapa al tocadiscos el día que grabó con la Aragón. La orquesta cienfueguera había llegado a La Habana, e intentando abrirse paso, se encontró con tropiezos y rencillas de otros, que se complotaron para dificultarles el paso; y se atrevieron a ir a ver al Bárbaro del Ritmo para que se sumara al boicot silencioso.

-¡Cómo yo le voy a hacer eso a mi gente, a esos guajiros de mi tierra!, fue su respuesta y luego llamó a Enrique Benítez y le dijo: hasta que yo te avise, pon a la Aragón en la primera parte de nuestras actuaciones. Enrique no sabía que pasaba, pero obedeció a su jefe y amigo.

Rafael Lay nunca olvidó aquel gesto de Benny y, cuando la RCA Víctor convocó a la Aragón para grabar su primer long play, le dio a elegir un artista para grabar un número. Benny llegó tarde al estudio y fue instrumento por instrumento tarareando el sonido que quería. Richard Egües, virtuoso y pesado, se viró para el director y le dijo: ¿y tu crees que esto suene? Hazle caso a Benny, que si el dice que suena, esto suena.

En medio de la grabación, el maravilloso flautista dio una nota de más con la intención de poner a prueba el oído del cantante, que ipso facto, levantó sus manos, paró la grabación y dijo: Maestro, al flauta se le ha ido una nota…

Mucho se ha hablado también de su impuntualidad, en Cuba y en el extranjero, pero se habla menos de su sensibilidad hacia todas las personas, como hizo en un concierto en Güines, contratado por un rico del pueblo para la Fiesta de 15 de su hija en un club, frente al que se agolparon numerosos ciudadanos si poder entrar. El Bárbaro del Ritmo cumplió el contrato y, cuando pensaron que había acabado, mandó a abrir las puertas y ventanas y colocar sillas debajo de las ventanas e improvisó un concierto para la gente de la calle, subiéndose a las sillas y asomándose a la puerta.

En 1960, acudió a Pinar del Río a dar un concierto y descubrió a una señora llorando entre el público, se acercó a ella y la mujer le comentó que era su día más feliz por verlo en persona, pero también el más triste porque su hijo estaba preso por razones políticas. Benny la besó y soltó una de las suyas, luego resolvemos eso, dijo.

Acabado el concierto, le dijo a la Banda Gigante que se iban a un compromiso, y pidió a la mujer que los guiara hasta la cárcel donde estaba su hijo. La señora, asustada, dudó; pero la firmeza del Benny venció su temor y los guió hasta el cuartel, donde el cantante intentó, sin éxito, que sacaran al joven de la celda por un rato. No se amilanó, preguntó a la mujer el nombre de su hijo y gritó: ¡Fulano, fulano; soy el Benny, esto es para ti! y arrancó la música.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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