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Los cabezazos vigilados de José Daniel Ferrer

Una parte de la oposición a 60 años de dictadura en Cuba no es consciente, y espero que a partir de ahora lo sea, del nivel de vigilancia y la capacidad de manipulación del castrismo.

José Daniel Ferrer golpeándose contra un buró en Cuba. © Captura de pantalla
José Daniel Ferrer golpeándose contra un buró en Cuba. Foto © Captura de pantalla

Este artículo es de hace 4 años

La imagen de José Daniel Ferrer golpeándose contra un buró, durante su detención por el Gobierno de Cuba, sigue en la retina de más de un ciudadano como la más chocante del vídeo de unos diez minutos presentado este miércoles por la televisión estatal para desacreditar al reo, aún pendiente de juicio.

El Coordinador Nacional de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) quizá no calculó bien la dimensión de su acción que quedó grabada por una cámara oculta del régimen y ahora utilizan para intentar desprestigiar su figura y su trayectoria de oposición al castrismo. Pero hasta que no conozcamos la versión de Ferrer, no podremos tener una versión definitiva.

“Quiñones me está metiendo”, gritó el prisionero en una imagen editada del vídeo, que deja ver cortes evidentes antes y después de los cabezazos. La seguridad vigila a los cubanos, pero carece de un editor profesional; aunque en este caso, la premura del régimen por responder a la iniciativa del Parlamento Europeo de solidaridad con Ferrer pudo haber obligado a los represores a editar contra reloj.

Quizá una parte de la oposición a 60 años de dictadura en Cuba no es consciente, y espero que a partir de ahora lo sea, del nivel de vigilancia y la capacidad de tergiversación castrista, cuya propaganda lleva años maquillando y ocultando la verdad del país y triturando a muchas voces que se rebelan.

La escena donde Ferrer tira la mesa para luego decir que lo había hecho un agente del gobierno, y otras donde sale empuñando un arma de juguete, negando la vía armada y reiterando el carácter pacífico de su labor opositora, y una reunión con hombres encapuchados, que fueron contratados por la Seguridad del Estado para secuestrar y golpear a opositores en Santiago de Cuba, fueron utilizadas por el aparato propagandístico del Partido Comunista (PCC) para intentar dejarlo muy mal parado ante la mayoría de los cubanos. Esa que solo puede ver y leer los medios estatales y que avizora algo en las redes sociales cuando los pocos megas contratados los dejan o en el "paquete".

La imagen, que pudo haber sido un descuido de Ferrer, quedó grabada; pero no deja de sorprender que un opositor de su trayectoria, que es vigilado hasta en su propia casa -como mostró el propio corto de la seguridad cubana- haya ignorado que estaba siendo grabado desde que fue arrestado hasta dentro de la cárcel.

Ya avisó Guillermo Cabrera Infante que era injusto acusar a los cubanos de padecer delirio de persecución porque la persecución, en Cuba, es un delirio de estado.

No es paranoia. Al que menos se imaginen desde La Habana lo espían o incluso en otro país y, cuando conviene a la maquinaria totalitaria, ya te están sacando hasta la foto del juramento a la bandera con el “Seremos como el Che”, cuando eras un niño adoctrinado en Cuba, o incluso aquella con una camisa con la imagen del argentino o junto a un símbolo de la dictadura. Los únicos permitidos allá adentro, aunque algunos vayan despertando.

Así lo hicieron con el pelotero cubano Aroldis Chapman, quien fue prioridad del espionaje del MININT en EEUU, según documentos filtrados a CiberCuba.

La campaña del Gobierno de Cuba contra Ferrer solo evidencia la desesperación de los altos dirigentes cubanos para quedar bien con el Parlamento Europeo antes de que aprobaran una resolución pidiendo la liberación de Ferrer y los otros tres miembros de UNPACU: Roilán Zárraga, Fernando González Vaillant y José Pupo Chaveco. Además solicitan un proceso judicial con garantías, acceso a un abogado de su preferencia y a los documentos que prueben el presunto delito de secuestro y golpiza a otro ciudadano en Santiago de Cuba.

Hasta ahora, a los que mandan en Cuba les ha importado poco lo que piensan sus ciudadanos, pero se mueven siempre que la presión viene de afuera y cuando otros países ponen en duda la vitrina construida durante décadas por el fallecido Fidel Castro que contaba un país “con todos y para el bien de todos”. Pobre José Martí , cuyo legado, ha sido tan manipulado.

Los cabezazos vigilados de Ferrer perdurarán un tiempo en la propaganda oficial y en las retinas de cubanos que asisten silentes a la campaña de descrédito en su contra, su detención arbitraria e injustificada por más de un mes, al menos dentro de Cuba, serán parte olvidada de esta historia y tendrá menos eco que afuera de esa isla del Caribe.

La acción de Ferrer dejó en evidencia también el dolor de cabeza que supone la oposición creciente de los ciudadanos en Cuba, sobre todo en la actual coyuntura, cuando La Habana necesita financiamiento y diálogo con Europa.

De a poco y por distintas causas: religiosas, animalistas, contra el machismo y la violencia de género, por la raza, por el colectivo LGTBI+ y políticas, los cubanos se van uniendo en pequeños grupos que suponen un peligro para la permanencia de un sistema que pretende eternizarse con la promesa incumplida de un bienestar que nunca llega para todos y al que la excusa de culpar a Estados Unidos de cada uno de sus males ya se les gastó por la reiteración.

El día que los cubanos comprendan que los cabezazos de Ferrer son una muestra de la impotencia colectiva, el régimen sabrá que se acabó su impunidad interna porque fuera ya no los creen ni sus propios aliados, aunque públicamente insistan en mantener un diálogo crítico, pero imposible con la dictadura porque la civilización es incompatible con la barbarie y esos ojos entrenados para husmear la vida de los otros.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Alberto Arego

Periodista e inmigrante, cubano y español. Máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo UAM-El País y graduado en la Universidad de Sevilla. Máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Internacional de Andalucía.


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