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Educación en Cuba, el más preciado monopolio estatal

El castrismo acapara la educación, para asegurar no su calidad, sino el control del cien por ciento de las mentes jóvenes y adoctrinarlas en los “valores” que le son útiles.

Escuela en Cuba (Imagen de referencia) © CiberCuba
Escuela en Cuba (Imagen de referencia) Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

Hace muy poco, una amiga médica cubana que fue diagnosticada con cáncer y que gracias a su esposo europeo fue a tratarse a España -ella sabrá por qué- me contaba que sus hijos de edad primaria estaban teniendo serias dificultades para integrarse en la escuela pública española pues se sentían “muy brutos” con respecto a los otros niños, cuando ellos en su escuela cubana eran considerados de los mejores.

Esta anécdota me recordó otra bastante anterior que me refirió un familiar que emigró a Cancún, la directora de la escuela secundaria donde inscribieron a su hija les comentó que si algunos años antes los niños cubanos llegaban muy bien preparados, últimamente los profesores se quejaban mucho de cuánto les costaba nivelarlos con el resto de la plantilla pues traían una base muy deficiente.

Entre los muchos crímenes que contra el pueblo comete el totalitarismo castrista, uno de los peores, por sus consecuencias a largo plazo, es la pésima “educación” que, desde hace ya muchos años, unos 20 quizás, le da (impone) al pueblo.

Aunque el castrismo se vanagloria de que su educación es gratuita y universal, nunca dice que es también monopólica, que impide cualquier alternativa educativa y procesa y condena a prisión a los padres que intentan educar directamente a sus hijos antes de someterlos a la inculcación de los “valores socialistas”.

A nivel mundial no hay consenso de hasta dónde deben los gobiernos involucrarse en la educación de los ciudadanos, pero a nadie se le ocurre -aparte de a los Castro en Cuba y a los Kim en Norcorea- que el estado deba monopolizar la educación.

Es obvio que el castrismo acapara la educación no para asegurar su calidad, sino el control del cien por ciento de las mentes jóvenes y adoctrinarlas en los “valores” que le son útiles; algo intrínseco al totalitarismo comunista, que es el disfraz ideológico que usa el castrismo, es que va contra la más profunda naturaleza humana y por lo tanto es argumentativamente débil, necesita imponerse y sostenerse mediante la fuerza, impidiendo violentamente las opciones a sí mismo.

El Gobierno cubano ha demostrado la falsedad de ese conocido aforismo -erróneamente atribuido a Lincoln- que afirma que “se puede engañar a algunos todos el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”; sí es posible engañar a todos todo el tiempo, o al menos a los suficientes para que no surja una masa social crítica que provoque un cambio.

La clave para conseguirlo está en el dominio del discurso público que se consigue acaparando los medios de comunicación, extinguiendo la libertad de asociación, atando económicamente al pueblo, creando impunes aparatos de espionaje y represión y sobre todo, controlando completamente lo que se le enseña a las personas más susceptibles e inocentes, las más fáciles de manipular, engañar y traumatizar con prejuicios y falsedades para el resto de sus vida: los niños, todos los niños.

No sorprenderá que cuando la ministra de Trabajo presentó la reciente flexibilización del cuentapropismo haya dejado claro que sigue siendo prerrogativa castrista todo lo concerniente a la educación, pues “la enseñanza es constitucionalmente una responsabilidad y obligación del Estado”.

En eso que llaman constitución se dice que “la enseñanza es función del Estado” y que “el Estado orienta, fomenta y promueve la educación, las ciencias y la cultura en todas sus manifestaciones”, no se especifica que el Estado deba ser el oferente exclusivo de la educación en Cuba, sin embargo, aunque a la Iglesia y a la Masonería les dejan mantener sus asilos para ancianos, nada hace pensar que vayan a recuperar las escuelas y universidades que el castrismo les arrebató, al fin y al cabo, el Che tenía claro que “la juventud es la arcilla fundamental de nuestra obra”, para que haya los hombres nuevos que necesita la revolución hay que forjarlos desde pequeños… aunque a sus padres no les guste.

Al comienzo de su historia la revolución cubana marcó hitos importantes en la educación, hitos que fueron una fortísima arma propagandística que rindió frutos como aglutinante social; aún hoy, organismos multilaterales como la UNICEF y la UNESCO ponderan los logros de Cuba en este aspecto, pero la debacle económica a la que el régimen ha conducido al país ha impactado fuertemente en la educación y el nivel de la misma no hace más que bajar.

Eso sí, no se ha perdido un ápice de adoctrinamiento, una tarea típica para un niño de sexto grado es: “Argumente por qué la única opción de los cubanos es defender la Patria, la Revolución y el Socialismo”, si el educando responde: “polque Fidel lucho con los manbise contra los inglese y cigió las idea antinperialista de Atuei para que Cuba fuera el único paí del mundo donde los niños tubieran educación gratuita”, puede confiar en que sus iletrados maestros le darán la máxima calificación.

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