Maduro bajo presión: El fantasma de Noriega regresa con el despliegue de EE.UU. en el Caribe

El despliegue naval de EE. UU. en el Caribe recuerda la invasión a Panamá en 1989. Al igual que Noriega, Maduro enfrenta acusaciones de narcotráfico, pero Venezuela presenta un escenario más complejo y peligroso que el panameño.

Nicolás Maduro y Manuel Antonio Noriega © Facebook / Comando Sergio Hernández - Wikipedia
Nicolás Maduro y Manuel Antonio Noriega Foto © Facebook / Comando Sergio Hernández - Wikipedia

Vídeos relacionados:

El masivo despliegue naval de Estados Unidos en el Caribe, con destructores y buques anfibios que se acercan esta semana a las costas de Venezuela, ha reavivado inevitables paralelos con la invasión de Panamá en 1989 que acabó con el régimen de Manuel Antonio Noriega.

La pregunta que sobrevuela los análisis, desde El Nuevo Herald hasta France 24, es si a Nicolás Maduro podría ocurrirle lo mismo que al antiguo general panameño, acusado en su momento de narcotráfico y de convertir su país en un “narcoestado”.

El general Noriega y Panamá: El antecedente

El 20 de diciembre de 1989, el entonces presidente George H. W. Bush ordenó la Operación Causa Justa, una intervención militar a gran escala que derrocó al general Noriega.

Antiguo aliado de la CIA, el militar panameño fue acusado por Estados Unidos de narcotráfico, corrupción y de poner al país al servicio del Cartel de Medellín.

La invasión movilizó a 27,000 soldados estadounidenses, apoyados por cientos de aeronaves y blindados, que en pocas horas aplastaron a las Fuerzas de Defensa de Panamá.

Noriega se refugió en la Nunciatura Apostólica hasta rendirse el 3 de enero de 1990, cuando fue trasladado a Miami. Allí fue juzgado, condenado por narcotráfico y pasó dos décadas en prisiones de EE.UU. y Europa.


Lo más leído hoy:


Aunque Washington presentó la operación como un éxito de la “guerra contra las drogas”, la acción dejó un saldo de al menos 500 muertos panameños según el Pentágono, y hasta 3,000 según organizaciones locales, además de la condena internacional de Naciones Unidas y la OEA por violar el derecho internacional.

Maduro bajo presión

Más de tres décadas después, el presidente Donald Trump ha desplegado en el Caribe un grupo de combate compuesto por tres destructores de misiles guiados (USS Sampson, USS Jason Dunham y USS Gravely) y tres buques anfibios (USS San Antonio, USS Iwo Jima y USS Fort Lauderdale).

En conjunto, transportan 4,500 efectivos, incluyendo una fuerza expedicionaria de 2,200 marines, lo que otorga a Washington capacidad para ejecutar un desembarco en costas venezolanas si así lo decidiera.

El Pentágono no ha revelado la misión exacta, pero la Casa Blanca sostiene que el despliegue busca enfrentar a organizaciones “narcoterroristas” designadas en la región.

Entre ellas figura el Cartel de los Soles, que fiscales estadounidenses aseguran está dirigido por Maduro y altos mandos de su régimen. Washington elevó la recompensa por la captura del líder chavista a 50 millones de dólares, una cifra sin precedentes en América Latina.

“Maduro no es un presidente legítimo, es el jefe fugitivo de un cartel narcoterrorista”, declaró la portavoz Karoline Leavitt, subrayando que Trump está dispuesto a usar “cada instrumento del poder estadounidense”, desde sanciones hasta el uso de la fuerza.

Similitudes y diferencias

La comparación con Panamá es inevitable. Noriega y Maduro fueron acusados de narcotráfico en cortes federales de Nueva York y ambos fueron señalados por Washington como responsables de haber convertido a sus países en plataformas para el tráfico de drogas.

Pero expertos advierten diferencias sustanciales. El exfiscal federal Richard Gregorie, que participó en la acusación contra Noriega, señaló al Herald que “no es lo mismo Panamá que Venezuela. Aquí hay más en juego que el narcotráfico”, mencionando los vínculos de Caracas con Irán y su riqueza en petróleo y minerales estratégicos.

Por su parte, Jon May, abogado defensor de Noriega en 1992, coincidió en que una invasión a gran escala sería “suicida”: “Fue fácil para el ejército estadounidense aplastar a Panamá. Venezuela tiene un ejército mucho más numeroso y motivado, que resistiría con fuerza”.

El factor de legitimidad electoral y la voluntad popular

Sin embargo, un elemento clave que conecta el caso de Noriega en Panamá con la situación de Maduro en Venezuela es el desconocimiento del resultado electoral. En ambos escenarios, la oposición ganó en las urnas y el régimen gobernante anuló esa victoria para perpetuarse en el poder.

En Panamá, el candidato opositor Guillermo Endara fue reconocido de inmediato por Estados Unidos y gran parte de la comunidad internacional como presidente legítimo, lo que generó un consenso favorable a la narrativa de intervención.

En Venezuela ocurrió algo similar: la oposición aseguró haber derrotado a Maduro en las elecciones más recientes, y organismos internacionales reconocieron sus pruebas y denunciaron irregularidades y manipulación del aparato electoral chavista.

Sin embargo, las diferencias de contexto son notables. Noriega dirigía un país pequeño, con fuerzas armadas limitadas y escaso margen de maniobra internacional.

Maduro, en cambio, controla un Estado más grande, con un ejército numeroso, una red clientelar y de aparatos represivos bien engrasada, apoyada por alianzas externas estratégicas con La Habana, Teherán y Moscú.

Lo que sí se repite en ambos casos es la ausencia de legitimidad democrática interna. En Venezuela, la mayoría de los ciudadanos ya expresó formalmente su voluntad de pasar página con el chavismo y optar por un cambio político.

Esa falta de apoyo popular erosiona la base de sustentación del régimen y fortalece la narrativa de que Maduro gobierna solo gracias a la fuerza de sus instituciones militares y policiales.

Este factor podría ser determinante en el cálculo de Washington. En Panamá, el rechazo popular a Noriega redujo el costo político de la invasión y facilitó la instalación de un gobierno alternativo.

En Venezuela, la voluntad popular claramente expresada en las urnas podría servir de argumento para justificar acciones más agresivas, bajo la premisa de responder a un régimen que ha usurpado el poder.

No obstante, la ecuación militar es mucho más compleja. Venezuela no es Panamá: su tamaño, recursos energéticos y posición geopolítica la convierten en un terreno de alto riesgo.

Una acción bélica tendría un costo humano, diplomático y estratégico mucho mayor, aunque el terreno político y social resulte menos favorable al chavismo que lo fue en su momento para Noriega.

Un mundo en cambio de paradigmas

Al igual que en 1989, cuando la invasión de Panamá se inició semanas después de la caída del Muro de Berlín y el inicio de un nuevo orden internacional, el escenario global de hoy se encuentra también en un momento de transformación profunda.

La vuelta de las “áreas de influencia” a las doctrinas de las grandes potencias es un signo evidente: la invasión de Rusia a Ucrania desafió abiertamente el sistema basado en el derecho internacional y los principios de soberanía que marcaron la segunda mitad del siglo XX.

Así como Moscú ha lanzado su órdago contra el orden nacido tras la Segunda Guerra Mundial y reforzado con la caída del “campo socialista”, la administración de Donald Trump –un líder que no oculta su admiración por Vladimir Putin- podría sentirse tentada a jugar una partida similar en el hemisferio occidental, e intentar eliminar la influencia de Moscú en su "patio trasero".

Bajo esta lógica, Washington pasaría de su papel histórico como garante del antiguo orden —basado en reglas y consensos multilaterales— a una aventura de consolidación de poder regional, destinada a reafirmar su influencia estratégica en el Caribe y Sudamérica.

En este sentido, la operación naval frente a Venezuela no solo se leería como parte de la lucha contra el narcotráfico, sino también como un movimiento dentro de la disputa global por las esferas de influencia, donde cada potencia mide fuerzas para marcar territorio frente a sus rivales.

Caracas contraataca con milicias

Ante el aumento de la presión militar, Maduro anunció esta semana la movilización de 4,5 millones de milicianos para “defender la soberanía nacional”. El chavismo insiste en que la operación antidroga de Washington es apenas un pretexto para una intervención política.

Mientras tanto, países aliados como Cuba, Bolivia y Nicaragua, reunidos en la ALBA, denunciaron el despliegue como una violación del derecho internacional.

El fantasma de Panamá

La sombra de la invasión de 1989 vuelve a proyectarse sobre el Caribe. En aquel entonces, Estados Unidos justificó su intervención en nombre de la seguridad nacional y la lucha contra el narcotráfico. Hoy, Trump utiliza argumentos similares frente a Maduro.

La diferencia radica en que Venezuela, a diferencia de Panamá, es un país mucho más grande, con fuerzas armadas numerosas, importantes recursos energéticos y un papel geopolítico de mayor alcance.

La gran incógnita es si este despliegue naval es apenas una exhibición de fuerza para presionar al régimen chavista o si, como sucedió con Noriega, podría convertirse en el preludio de una acción militar que altere el equilibrio político de la región.

COMENTAR

Archivado en:

Iván León

Licenciado en periodismo. Máster en Diplomacia y RR.II. por la Escuela Diplomática de Madrid. Máster en RR.II. e Integración Europea por la UAB.


Recibe las noticias de CiberCuba en WhatsApp: click aquí


¿Tienes algo que reportar?
Escribe a CiberCuba:

editores@cibercuba.com

+1 786 3965 689


Este artículo ha sido generado o editado con la ayuda de inteligencia artificial. Ha sido revisado por un periodista antes de su publicación.




Siguiente artículo:

No hay más noticias que mostrar, visitar Portada