“Asco, repulsión y traición”: Cubanos estallan contra informantes de la Seguridad del Estado en Gibara

“Dan más asco y repulsión que los propios dictadores”; “da pena y vergüenza ser chivato de un gobierno que ha destruido a Cuba”; “el peor defecto que pueda tener una persona”; “el escalón más bajo del ser humano”.

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Imagen de referencia creada con Inteligencia Artificial Foto © CiberCuba / Sora

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La reciente publicación de CiberCuba sobre dos ciudadanos de Holguín identificados como informantes del Departamento de Seguridad del Estado (DSE) provocó una avalancha de reacciones en Facebook, donde miles de cubanos expresaron su rechazo frontal hacia los delatores.

Los comentarios recogidos en el perfil del medio reflejan un consenso generalizado: en Cuba no hay peor estigma que ser un “chivato” al servicio de un régimen represor y empobrecedor que persigue a quienes lo critican y se manifiestan exigiendo sus derechos.

Captura de pantalla Facebook / CiberCuba

La nota original, que expuso la presunta colaboración de Adrián Pupo Cuesta, alias El Mocho, y Wilder César Tejeda Ruiz en la detención de al menos siete manifestantes en Gibara, encendió la indignación de los lectores.

Para muchos, estos casos simbolizan una herida abierta en la sociedad cubana: la delación como herramienta de represión política.

“El escalón más bajo del ser humano”

Las primeras reacciones coincidieron en un mismo punto: ser informante es, para la mayoría, una traición imperdonable. Algunos calificaron el chivateo como “el peor defecto que pueda tener una persona” y “el escalón más bajo del ser humano”.


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Otros subrayaron que la delación conlleva un desprecio colectivo y una vergüenza pública. Hubo quienes recordaron que “da pena y vergüenza ser chivato de un gobierno que ha destruido a Cuba”, mientras que otros apuntaron que “dan más asco y repulsión que los propios dictadores”, al recordar que quienes colaboran con el DSE sufren las mismas penurias que el resto del pueblo.

Indignación y llamados al desprecio social

El tono de los comentarios se movió entre la condena moral y los llamados a recordar los nombres y rostros de los informantes. “Prohibido olvidar”, fue una de las frases más repetidas.

El desprecio hacia los delatores también fue enmarcado en la precariedad que atraviesa el país. Muchos lamentaron que, “con el hambre y la necesidad que están pasando”, se pongan “a favor de la dictadura”, y varios los calificaron de “perros hambrientos” que se venden por una bolsa de alimentos o privilegios menores.

“Antes cobraban 33.33 pesos, hoy es gratis”, ironizó un usuario, en referencia a la falta de incentivos reales para seguir delatando.

Críticas al papel del régimen y la cultura de la delación

Más allá de los ataques directos, varios comentarios apuntaron a la raíz del problema: la propia estructura del poder en Cuba.

Se dijo que “el país está lleno de eso” y que el chivato “está más silvestre que la verdolaga, típico de la crisis y de la miseria, porque se pierden los valores y entre ellos la dignidad”.

Otros denunciaron el uso de delincuentes comunes como informantes y aseguraron que la Seguridad del Estado también los emplea para realizar actos vandálicos en protestas con el objetivo de desacreditar las manifestaciones ciudadanas.

Entre el odio y la desconfianza

La hostilidad hacia los informantes alcanzó niveles extremos en algunos mensajes que pedían represalias directas. “Si cada vez que descubren un sapo lo aplastaran, más nadie lo haría”, escribió un comentarista, reflejando la carga de odio acumulada.

Este tipo de reacciones, aunque violentas en su forma, muestran la magnitud del rechazo social. Para muchos, el chivato no solo es visto como cómplice del régimen, sino como enemigo del barrio, del vecino, del amigo.

También hubo comentarios irónicos, como el que señaló: “Es lo único en lo que somos eficientes en este país”.

Un reflejo del hartazgo ciudadano

Los cientos de comentarios en Facebook no solo muestran el rechazo hacia los delatores, sino también la magnitud del malestar social. Las referencias a la escasez, los apagones interminables y la falta de libertades estuvieron presentes en casi cada intervención.

“La gente de Gibara está pidiendo lo que queremos todos”, expresó un lector, vinculando la protesta local con el clamor nacional. Otros alertaron sobre la posibilidad de que “la historia se repita” y que, como en otras etapas, los delatores terminen enfrentando la condena de la propia comunidad cuando el régimen pierda poder.

“Roma paga a los traidores, pero los desprecia”, recordó otro, citando un viejo refrán que sintetiza el sentir popular.

La publicación sobre los informantes en Gibara se convirtió en un espejo del estado de ánimo en Cuba: indignación, cansancio y rechazo frontal a la figura del delator.

Para la mayoría, ser chivato no es solo un “defecto”, sino la traición más vil contra un pueblo que, en medio de la oscuridad de los apagones y la escasez, solo exige lo mínimo: luz, comida y libertad.

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