
Vídeos relacionados:
El régimen cubano ha reactivado su maquinaria diplomática para otra votación simbólica en Naciones Unidas.
El próximo 24 de octubre, la Asociación Cubana de las Naciones Unidas (ACNU) —una organización controlada por el ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX)— celebrará el XXI Foro de la Sociedad Civil Cubana contra el Bloqueo, parte de la tradicional campaña previa a la resolución anual que exige el fin del embargo de Estados Unidos.
En su comunicado oficial, la Cancillería repite el libreto: el embargo “viola derechos humanos fundamentales”, “impide el desarrollo” y ha causado “pérdidas de 7,556 millones de dólares en el último año” y “daños acumulados de 170,677 millones a precios corrientes, equivalentes a 2,1 billones al valor del oro”.
Sin embargo, ninguna fuente independiente ha podido verificar esas cifras, y el régimen cubano nunca ha publicado una metodología que permita contrastarlas.
Las supuestas “pérdidas acumuladas” se basan en cálculos internos que mezclan precios históricos, tasas hipotéticas de crecimiento y conversiones al valor del oro, sin respaldo académico ni transparencia.
Lo más leído hoy:
Los datos que no encajan
Informes académicos y organismos internacionales desmontan parte de esa narrativa.
Un estudio del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia (2022) calculó que el embargo podría reducir el crecimiento anual del PIB cubano entre 0,5 y 1 punto porcentual, pero destacó que las causas principales del estancamiento económico son internas: baja productividad, falta de reformas estructurales, centralización estatal y desinversión.
De forma similar, el Brookings Institution (2021) concluyó que, incluso sin sanciones, “el modelo económico cubano seguiría siendo ineficiente, debido al dominio de las empresas estatales y la escasa apertura al capital extranjero”.
Pese al discurso del “bloqueo total”, Cuba sí mantiene un volumen constante de comercio con Estados Unidos, principalmente en alimentos y medicinas.
Según datos del Departamento de Agricultura (USDA), en 2024 las exportaciones estadounidenses hacia Cuba superaron los 370 millones de dólares, la mayoría en pollo congelado, soya, maíz y trigo. Estados Unidos es hoy uno de los cinco mayores proveedores de alimentos del mercado cubano.
Además, el Departamento de Estado ha reiterado que el embargo no impide la venta de alimentos, medicinas ni equipos humanitarios, siempre que el gobierno cubano los pague al contado.
En 2023, la embajada estadounidense en La Habana informó que se aprobaron exportaciones médicas a la isla por más de 800 millones de dólares, el doble que en 2021, desmontando el argumento de que las sanciones bloquean el acceso a productos farmacéuticos.
El propio Departamento de Estado precisó en agosto de 2025 que “el verdadero problema de Cuba no es el bloqueo, sino el sistema político del país”, y recordó que las sanciones estadounidenses están dirigidas principalmente al aparato militar y de seguridad del régimen, no al pueblo cubano.
Esa política se refleja en la lista de entidades restringidas actualizada en febrero de 2025, que prohíbe transacciones con empresas controladas por las Fuerzas Armadas y el conglomerado GAESA, pero no restringe el comercio privado de las llamadas Mipymes ni las importaciones humanitarias.
Más allá de alimentos y medicinas, Cuba también importa desde Estados Unidos maquinaria agrícola, productos químicos, utensilios médicos y equipos industriales.
Datos de la U.S. International Trade Commission indican que en los últimos años la isla ha adquirido tractores, piezas de automóviles, equipos de refrigeración y productos eléctricos, evidenciando que no existe un “bloqueo total” que impida las compras esenciales.
De hecho, el auge reciente de las Mipymes privadas ha impulsado un incremento de importaciones de motos eléctricas, electrodomésticos, piezas de autos y hasta vehículos usados, muchos procedentes de Panamá, México y también de Estados Unidos.
Estos bienes, comprados al contado, se revenden en la isla a precios multiplicados, lo que prueba que el régimen no carece de acceso a mercados, sino de transparencia y de voluntad para democratizar la economía.
Una ofensiva diplomática y propagandística
El foro convocado por la ACNU es parte del ciclo anual de propaganda que culmina con la votación de la resolución cubana en la Asamblea General de la ONU. Cada año, La Habana moviliza sus organizaciones “de la sociedad civil” —todas bajo control estatal— para proyectar la imagen de una nación sitiada por un enemigo implacable.
El canciller Bruno Rodríguez Parrilla insiste en que el embargo “viola los derechos humanos del pueblo cubano” y provoca “un sufrimiento psicológico imposible de cuantificar”. Pero omite que el 80 % de los cubanos nacidos bajo el socialismo también lo hicieron bajo un sistema económico ineficiente, de planificación centralizada y censura política, que asfixia la iniciativa privada y mantiene la dependencia del Estado.
La crisis actual —apagones, inflación, escasez de alimentos, éxodo masivo— tiene raíces mucho más profundas que las sanciones externas. Su origen está en la incapacidad del modelo socialista para producir, atraer inversiones o retener talento.
Washington cambia el enfoque
Este año, la administración de Donald Trump ha decidido romper la rutina diplomática que desde 1992 da a Cuba una victoria simbólica en la ONU.
Un cable interno del Departamento de Estado, filtrado a Reuters, instruyó a sus embajadas a convencer a países aliados de abstenerse o votar en contra de la resolución cubana, argumentando que La Habana ya no puede presentarse como víctima, sino como cómplice de Rusia en su guerra contra Ucrania.
El documento sostiene que “después de Corea del Norte, Cuba es el mayor contribuyente de tropas extranjeras a la agresión rusa”, con entre 1,000 y 5,000 cubanos integrados en unidades del ejército de Moscú.
Esa acusación se refuerza con el Informe 2025 sobre Trata de Personas (TIP), que calificó el reclutamiento de cubanos por Rusia como una forma de trata patrocinada por el Estado, un punto que EE. UU. utilizará en la ONU para evidenciar la hipocresía del régimen: se presenta como víctima del embargo mientras exporta combatientes a la invasión de un país soberano por parte de una potencia extranjera.
Un tablero internacional más complejo
Aunque la votación en la ONU probablemente mantendrá el patrón histórico —una abrumadora mayoría a favor de Cuba y solo EE. UU. e Israel en contra—, diplomáticos consultados por CiberCuba creen que el margen podría reducirse.
Varios países europeos y latinoamericanos, más alineados con Ucrania, podrían abstenerse o ausentarse para no aparecer como cómplices de un aliado de Putin.
La estrategia estadounidense no busca revertir el resultado, sino erosionar la legitimidad moral del régimen. Al desmontar los mitos del “bloqueo total” y exponer la complicidad cubana con Moscú, Washington pretende que el foco internacional cambie de tema: de un supuesto “embargo genocida” a un gobierno autoritario que vive de excusas, censura y exportación de mano de obra barata y soldados.
El verdadero bloqueo
En los pasillos del MINREX, el “bloqueo” vuelve a ser palabra santa. Cada año, con puntualidad de calendario, el aparato diplomático cubano revive la cruzada contra el embargo estadounidense como si fuera una causa nacional.
Y, cada año también, el régimen repite la misma coreografía: cifras infladas, discursos victimistas y foros “de la sociedad civil” donde nadie disiente.
La Habana necesita mantener vivo ese enemigo externo. Sin él, quedaría expuesta la desnudez de un sistema que ya no convence ni a los suyos. El relato del “bloqueo” funciona como el espejo donde el poder proyecta su justificación histórica: si hay hambre, es culpa del embargo; si hay apagones, es el bloqueo; si el joven se marcha, también. Todo menos el fracaso propio.
Pero la realidad se impone con crudeza. Mientras el canciller Bruno Rodríguez denuncia ante la ONU una “guerra económica genocida”, el propio régimen compra alimentos, medicamentos, maquinaria agrícola y equipos industriales en Estados Unidos, su supuesto enemigo.
Porque el verdadero bloqueo —el que duele, el que asfixia y empuja a millones de cubanos al exilio— no se firma en Washington, sino en La Habana. Es el bloqueo del miedo, de la censura, de la doble moral; el bloqueo de un sistema que se niega a soltar el poder aunque el país se desmorone a su alrededor.
Archivado en: