El discurso más reciente de Miguel Díaz-Canel, durante el XI Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, volvió a exhibir la desconexión del poder con la realidad que vive la mayoría de los cubanos.
En un intento por maquillar el deterioro económico y social, el gobernante sustituyó la palabra “pobreza” por el eufemismo “carencia material”, responsabilizando nuevamente al “bloqueo” y al “odio del enemigo” de la miseria que atraviesa el país.
“Sí, hay una enorme carencia material en Cuba”, dijo Díaz-Canel, atribuyendo la crisis a una supuesta “política genocida” de Estados Unidos y a los medios “creados por el enemigo” que, según él, “celebran esa pobreza”.
Al mismo tiempo, aseguró que en la isla “existe otra realidad” de “un pueblo creativo y laborioso que no se rinde”.
El discurso, impregnado de retórica heroica, eludió cualquier mención a las causas internas de la crisis ni a la responsabilidad del régimen en el colapso productivo, el deterioro del salario y la pérdida del poder adquisitivo.
Monreal: “La pobreza se ha despolitizado en Cuba”
En un análisis reciente publicado en su boletín de Substack, el economista cubano Pedro Monreal cuestionó duramente la narrativa oficial.
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Según Monreal, la postura del gobierno al negar la existencia de pobreza en Cuba y sustituirla por “carencia material” es “reduccionista y carente de autocrítica razonada”.
“La carencia material es una dimensión de la pobreza, pero no la reemplaza como concepto. Al enfocarse en la carencia y no en la exclusión, el discurso oficial despolitiza lo social”, argumentó Monreal.
El especialista recordó que la pobreza no se limita al consumo ni a la escasez de bienes, sino que es “resultado de relaciones sociales que producen exclusión”. Por ello, tratarla como un fenómeno externo, producto del “enemigo”, equivale a borrar la responsabilidad política del Estado en su generación y reproducción.
El “ordenamiento” y la expansión de la pobreza
Monreal sostuvo que la política del “ordenamiento” económico, implementada en 2021, “masificó la pobreza en Cuba”.
La reforma, que pretendía unificar la moneda y mejorar los ingresos, terminó provocando una fuerte contracción del salario real y un aumento del costo de vida.
De acuerdo con datos oficiales, el salario estatal promedio en 2025 —6,744 pesos mensuales— está completamente desconectado del costo real de la canasta básica de bienes y servicios, estimada por expertos en “decenas de miles de pesos”.
A esto se suma el hecho de que, mientras los ingresos del trabajo se reducen, los sectores empresariales —particularmente los controlados por el conglomerado militar GAESA— aumentan su participación en el PIB.
“La distribución primaria del ingreso adoptó un esquema antiobrero y proempresarial”, explicó Monreal.
Menos gasto social, más administración y seguridad
Uno de los elementos más alarmantes señalados por el economista es la reducción drástica del gasto social.
Entre 2008 y 2024, el gasto en educación se contrajo un 62%, en salud y asistencia social un 50%, y en seguridad social un 45%. En contraste, el gasto en “administración pública y seguridad nacional” aumentó un 17%.
Este cambio revela una clara prioridad del régimen: sostener la maquinaria burocrática y militar en detrimento de las necesidades básicas de la población.
“La política estatal salarial y la reducción del espacio fiscal para el gasto social han producido y reproducen pobreza en Cuba”, advirtió Monreal.
Empobrecimiento como herramienta de control
El análisis también planteó que el empobrecimiento generalizado ha servido al gobierno como una forma encubierta de estabilización macroeconómica.
Al mantener bajos los ingresos y el consumo, se reduce la presión inflacionaria, aunque a costa del bienestar de la población. “Pudiera no haber sido intencionado, pero ha sido torcidamente efectivo”, señaló el economista.
Negar la pobreza, negar la política
Para Monreal, la negación del concepto de pobreza tiene un trasfondo político: “Toda exclusión social está inevitablemente asociada a la exclusión política”.
Por eso, enfrentar la pobreza en Cuba no puede hacerse sin reconocer la necesidad de una transformación estructural del sistema político y económico.
En lugar de culpar al “enemigo” externo, el economista propuso mirar hacia adentro: “¿Existe hoy en Cuba un sistema político bloqueado a una mejor distribución del ingreso? ¿Qué tipo de acción política inclusiva es necesaria?”.
Mientras tanto, la retórica oficialista insiste en ver “enemigos” donde hay hambre, y en hablar de “carencias” donde hay pobreza estructural.
El resultado es un país en el que los discursos heroicos sustituyen a las políticas efectivas y donde, cada día más, la dignidad del pueblo se confunde con su resignación.
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